Al día siguiente Otabek le contó a Yuuri todo lo que habían hablado Leroy y el. Yuuri escuchó con asombro e interés. No podía creer que Plisetsky fuese tan indigno dela estimación de Nikiforov; y, no obstante, no se atrevía a dudar de la veracidad de un Alfa de apariencia tan afable como Leroy. La mera posibilidad de que hubiese sufrido semejante crueldad era suficiente para avivar sus más tiernos sentimientos; de modo que no tenía más remedio que no pensar mal ni del uno ni del otro, defender la conducta de ambos y atribuir a la casualidad o al error lo que de otro modo no podía explicarse.
--Tengo la impresión --decía-- de que ambos han sido defraudados, son personas, de algún modo decepcionadas por algo que nosotras no podemos adivinar. Quizá haya sido gente interesada en tergiversar las cosas la que los enfrentó. En fin, no podemos conjeturar las causas o las circunstancias que los han separado sin que ni uno ni otro sean culpables.
--Tienes mucha razón; y dime, mí querido Yuuri: ¿Qué tienes que decir en favor de esa gente interesada que probablemente tuvo que ver en el asunto? Defiéndelos también, si no nos veremos obligados a hablar mal de alguien.
--Ríete de mí todo lo que quieras, pero no me harás cambiar de opinión. Querido Beka, ten en cuenta en qué lugar tan deshonroso sitúa al señor Plisetsky; tratar así al favorito de su padre, a alguien al que él había prometido darle un porvenir. Es imposible. Nadie medianamente bueno, que aprecie algo el valor de su conducta, es capaz de hacerlo. ¿Es posible que sus amigos más íntimos estén tan engañados respecto a él? ¡Oh, no!
--Creo que es más fácil que la amistad del señor Nikiforov sea impuesta que el señor Leroy haya inventado semejante historia con nombres, hechos, y que la cuente con tanta naturalidad. Y si no es así, que sea el señor Plisetsky el que lo niegue. Además, había sinceridad en sus ojos.
--Es realmente difícil, es lamentable. Uno no sabe qué pensar.
--Perdona; uno sabe exactamente qué pensar.
Los dos Omegas charlaban en el jardín cuando fueron a avisarles de la llegada de algunas de las personas de las que estaban justamente hablando. El señor Nikiforov y sus hermanos venían para invitarlos personalmente al tan esperado baile de Ice Castle que había sido fijado para el martes siguiente. Los Omegas Nikiforov se alegraron mucho de ver a su querido amigo, les parecía que había pasado un siglo desde que habían estado juntos y continuamente le preguntaban qué había sido de él desde su separación. Al resto de la familia les prestaron poca atención, a la señora Katsuki la evitaron todo lo que les fue posible, con Otabek hablaron muy poco y a los demás ni siquiera les dirigieron la palabra. Se fueron en seguida, levantándose de sus asientos con una rapidez que dejó pasmado a su hermano, salieron con tanta prisa que parecían estar impacientes por escapar de las atenciones de la señora Katsuki.
La perspectiva del baile de Ice Castle resultaba extraordinariamente apetecible a todos los miembros Omegas de la familia. La señora Katsuki lo tomó como un cumplido dedicado a su hijo mayor y se sentía particularmente halagada por haber recibido la invitación del señor Nikiforov en persona y no a través de una ceremoniosa tarjeta. Yuuri se imaginaba una feliz velada en compañía de sus dos amigos y con las atenciones del hermano, y Otabek pensaba con deleite en bailar todo el tiempo con el señor Leroy y en ver confirmada toda la historia en las miradas y el comportamiento del señor Plisetsky. La felicidad que Guang y Minami anticipaban dependía menos de un simple hecho o de una persona en particular, porque, aunque los dos, como Otabek, pensaban bailar la mitad de la noche con Leroy, no era ni mucho menos el único Alfa o Beta que podía satisfacerlos, y, al fin y al cabo, un baile era un baile. Incluso Georgi llegó a asegurar a su familia que tampoco a él le disgustaba la idea de ir.
--Mientras pueda tener las mañanas para mí --dijo--, me basta. No me supone ningún sacrificio aceptar ocasionalmente compromisos para la noche. Todos nos debemos a la sociedad, y confieso que soy de los que consideran que los intervalos de recreo y esparcimiento son recomendables para todo el mundo.
Otabek estaba tan animado por la ocasión, que a pesar de que no solía hablarle a Lee más que cuando era necesario, no pudo evitar preguntarle si tenía intención de aceptar la invitación del señor Nikiforov y si así lo hacía, si le parecía procedente asistir a fiestas nocturnas. Otabek se quedó sorprendido cuando le contestó que no tenía ningún reparo al respecto, y que no temía que el arzobispo ni lady Lilia Baranovskaya le censurasen por aventurarse al baile.
--Le aseguro que en absoluto creo --dijo-- que un baile como éste, organizado por un Alfa de categoría para gente respetable, pueda tener algo de malo. No tengo ningún inconveniente en bailar y espero tener el honor de hacerlo con todos mis bellos primos. Aprovecho ahora esta oportunidad para pedirle, precisamente a usted, señorito Otabek, los dos primeros bailes, preferencia que confío que mi primo Yuuri sepa atribuir a la causa debida, y no a un desprecio hacia él.
Otabek se quedó totalmente desilusionado. ¡Él que se había propuesto dedicar esos dos bailes tan especiales al señor Leroy! ¡Y ahora tenía que bailarlos con el señor Lee! Había elegido mal momento para ponerse tan contento. En fin, ¿qué podía hacer? No le quedaba más remedio que dejar su dicha y la de Leroy para un poco más tarde y aceptar la propuesta de Lee con el mejor ánimo posible. No le hizo ninguna gracia su galantería porque detrás de ella se escondía algo más. Por primera vez se le ocurrió pensar que era él, el elegido entre todos sus hermanos para ser el Omega marcado de la casa parroquial de Nojima y para asistir a las partidas de cuatrillo de Royaling en ausencia de visitantes más selectos. Esta idea no tardó en convertirse en convicción cuando observó las crecientes atenciones de Lee para con él y oyó sus frecuentes tentativas de elogiar su ingenio y vivacidad. Aunque a él, el efecto que causaban sus encantos en este caso, más que complacerlo la dejaba atónito, su madre pronto le dio a entender que la posibilidad de aquel enlazamiento le agradaba en exceso. Sin embargo, Otabek prefirió no darse por aludido, porque estaba seguro de que cualquier réplica tendría como consecuencia una seria discusión. Probablemente el señor Lee nunca le haría semejante proposición, y hasta que lo hiciese era una pérdida de tiempo discutir por él.
Si no hubiesen tenido que hacer los preparativos para el baile de Ice Castle, los Katsuki menores habrían llegado a un estado digno de compasión, ya que desde el día de la invitación hasta el del baile la lluvia no cesó un momento, impidiéndoles ir ni una sola vez a Barcelonding. Ni tía, ni oficiales, ni chismes que contar. Incluso los centros de rosas para el baile de Ice Castle tuvieron que hacerse por encargo. El mismo Otabek vio su paciencia puesta a prueba con aquel mal tiempo que suspendió totalmente los progresos de su amistad con Leroy. Sólo el baile del martes pudo hacer soportable a Guang y a Minami un viernes, sábado, domingo y lunes como aquellos.
ESTÁS LEYENDO
Mi Orgullo Y Tu Prejuicio (Omegaverse) {Yuri×Otabek}
Fiksi PenggemarEs una verdad mundialmente recconocida que un Alfa soltero necesita enlazarse con un Omega... Es una adaptación de la novela de Jane Austen "Orgullo Y Prejuicio", pero con los personajes de Mitsuroo Kubo cómo protagonistas. Es un Yurbek y un Victuur...