"No tan pequeño, debo decir"

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Dean en multimedia ♡

POV Dean

Lo que menos necesitaba en ese momento era una hoja más en mi expediente. No se alarmen, no soy un delincuente, pero varias veces me he visto embuelto en peleas callejeras, los policías deben estar creyendo que soy demasiado tonto como para seguir en eso, o al menos, lo suficientemente tonto para que siempre me atrapen aunque, en esta ocasión, ni siquiera conocía al tipo, solo hice lo que Nathan me encargó.

Cuando Megan llegó, su rostro palideció.

Obviamente no tenía idea de lo que sucedía, jamás había estado en una situación semejante. Una vez los uniformados le explicaron el porqué de su presencia, pasó de tener pánico a reflejar furia.

Nathan intentó explicar la situación que nos llevó a golpear al chico y aunque los oficiales no parecían creerle, nos aseguraron que iban a revisar el video completo de seguridad, pues solo habían visto la parte de la agresión de nuestra parte.

Cuando salieron, el teléfono de Megan  comenzó a sonar.

Era Joaquín.

La conversación no tardó más de un minuto. Cuando cortó la llamada, tomó uno de los vasos sobre la mesa junto a la puerta y lo arrojó hacia la pared, haciendo que éste se convirtiera en cristales rotos esparcidos por toda la sala.

--Megan... cálmate-- Nate se acercó lentamente a ella.

--¡Ese malnacido se metió a la heladería y robó los videos de seguridad! ¡Fue él quien nos delató! --sus respiraciones se convirtieron en bufidos de  furia --¡por eso la policía sólo vio esa parte! ¡Él borró el resto!

No creí posible ver a Megan así de  enojada y ahora que tenía la oportunidad de presenciarlo, mi corazón se aceleró. Por alguna razón, verla tan molesta logró que mi pequeño amigo (no tan pequeño, debo decir) quisiera salir a saludar.

Luego de un muy incómodo silencio, otro teléfono sonó, esta vez era el de el mayor de los Jacobson.

Salió de casa presuroso diciendo que los padres de Lucy estaban en la ciudad y que querían cenar con el novio de su hija.

Eso nos dejaba a Megan y a mí completamente solos.

Me miró unos segundos como queriendo decir algo pero en lugar de hacerlo, caminó a las escaleras y subió.

Sin pensarlo dos veces, subí tras ella.

La puerta de su habitación estaba abierta y ahí estaba, sentada en la esquina de su cama, mirando en mi dirección.

Fui hacia ella a paso lento y me senté a su lado. Apoyó su cabeza en mi hombro e instintivamente la rodeé con mi brazo.

Levantó la cabeza de nuevo pero sin separarse por completo de mí. Inspeccionó mi rostro y detuvo sus ojos en mis labios.

La besé.

La besé y no se opuso.

La besé y sentí las dichosas mariposas.

La besé y me sentí feliz.

Con la mano que tenía libre, la tomé de la cintura y la posicioné a horcajadas sobre mí.

--Esto no está bien, tienes novia--intentó colocarse de pie.

Había olvidado por completo a mi "novia". No había hablado con ella desde hacía un par de semanas, la misma noche del incidente con el ex novio de Megan, para ser exactos.

--Terminamos-- dije simplemente para seguir deleitándome con sus dulces y suaves labios.

--¿Por qué?

--No importa ya.

Asintió, tomó los bordes de su camiseta y la desprendió de su cuerpo, dándome una vista fantástica de la piel de su pecho, solo cubierta por un sexy sostén rojo.

La espera me estaba volviendo loco y rápidamente me dirigí a su cuello para besarlo y sentir su perfume tan característico. Soltó un gemio que terminó de enloquecerme.

Mis manos recorrieron su espalda en busca del broche del sostén y retirarlo de una vez por todas.

Me alejé un poco y contemplé sus bellos y firmes pechos, ella lo notó y sus mejillas se cubrieron de un tenue color rosa.

Volví a besarla, esta vez, con más pasión, la necesitaba, necesitaba estar dentro de ella, darle todo de mí, convertirnos en uno solo.

Volví a levantarla por la cintura y la dejé sobre la cama. Me levanté y me quité la camisa.

Me acerqué de nuevo a ella y besé delicadamente sus pechos.

Mis manos viajaron a su pantalón, lo desabroché y lo retiré, dejándola casi totalmente desnuda, solo la cubrían unas bragas rojas que hacían juego con el sostén.

La despojé de la fina prenda y posicioné mi cabeza entre sus piernas para complacerla como se merece.

Mis labios investigando cada rincón de su intimidad, sintiendo como se humedecía. Introducí mi lengua en su parte más sensible y sentí como se arqueó. Su cuerpo reaccionaba favorablemente, le gustaba.

Cuando la creí lista, me separé de su feminidad, me levanté y bajé mis jeans junto a mis boxers dejando mi miembro erecto al descubierto.

La besé de nuevo y busqué un preservativo en el último cajón de su mesa de noche.

--¿De dónde salió eso?--preguntó con evidente sorpresa.

--Solía dormir en esta habitación y siempre hay que estar preparado.

No dijo nada después de eso y lo tomé como señal de que no le importaba cuantas chicas habían llegado antes que ella.

Coloqué el preservativo y la besé de nuevo. Separé sus piernas y me acomodé entre ellas.

¿No se te ocurrió pensar que tal vez Megan era virgen?

Y ahí estaba la voz de mi conciencia, justo a tiempo para arruinar el momento, pero no me detuve. No podía parar ahora. Megan era mía, toda mía.

La penetré con cuidado de no lastimarla, volvió a gemir. Esperé un momento para que se acostumbrara al tamaño y empecé a salir y entrar, cada vez más rápido. Megan se retorcía bajo mi cuerpo y sus gemidos solo lograban encenderme más.

Estaba en el paraíso. Se estaba entregando a mí físicamente, y era aún más maravillosa de lo que había imaginado.

Estar en ella se sentía tan bien, tan... ajustado.


Todo iba de maravilla hasta que oímos la puerta abrirse.

Ambos nos miramos asustados y nos levantamos en un abrir y cerrar de  ojos para vestirnos igual de rápido. Al notar que carecíamos de tiempo, tomé mi ropa y me metí debajo de la cama mientras Megan se cubrió completa con el edredón.

--Hola cielo, ¿qué haces? --era Gabrielle. ¿Qué hacía ahí? ¿Cómo había entrado?

--Nada, solo... iba a dormir--se excusó Megan.

Gabrielle dudó unos segundos antes de responder.

--Te dejo dormir, entonces.

Salió de la habitación y bajó las escaleras, abrió la puerta y salió.

Salí de debajo de la cama, medio desnudo, dispuesto a continuar lo que había empezado pero Megan ya estaba vestida por completo.

--¡Já! --gritó Gabrielle desde la puerta de Megan, señalándonos a ambos.

--No es lo que crees-- habló Megan.

--Lo que digan, pilluelos.

--¿Qué haces aquí? --no pensaba quedarme con la duda.

--Tú siempre estás aquí, ¿por qué yo no?

Touché.

--Una charla muy amena pero... es tiempo que se vayan-- Megan nos arrastró a ambos fuera de su habitación, cerrando con seguro y dejándonos a su mejor amiga y a mí con un gran interrogante.

El TatuadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora