Autoridad y helado de reconciliación

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No, no, no, no, no. Jodida madre. NO.

—¿A qué te refieres con tatuaje? ¿será de henna, cierto?

—Por supuesto que no, tontito. Uno real—su voz denotaba inocencia. Era obvio que lo dijo sólo porque Benjamín la convenció. Ella no haría esas cosas, es muy buenita para ello.

Mierda. Mierda. Mierda.

—No puedes hacerte uno real. Estás muy pequeña— quise sonar autoritario, conservando, claro, la dulzura que ella me inspiraba.

—¿A quién quieres engañar, Dean?, conozco tu historial. Sé que tu primer tatuaje fue a los 15.

Maldita sea, Benjamín, cállate.

En ese momento, sólo pude visualizarme golpeando a Ben en su carota de niño malo.

Ya que no podía hacerle nada, le dirigí una mirada de odio, la cuál, supongo, entendió, pues bajó la cabeza y siguió con su trabajo.

—No te tatuarás, Megan. Es una orden.

—¿quién crees que eres para decirme que hacer o que no?. No eres mi papá, ni siquiera mi hermano, a duras penas, podría considerarte mi amigo, como para que vengas a darme órdenes— me miró de pies a cabeza con una expresión que me dejaba muy en claro lo molesta que estaba.

Me dolió verdaderamente que dudara al catalogarme como 'amigo' justo ahora que creí aceptar mis sentimientos hacia ella.

Fruncí el ceño en su dirección y pensé cuidadosamente lo que diría a continuación.

—Tienes razón. No soy tu padre, tu hermano, o tu amigo—quisiera ser algo más — pero aún soy tu mayor. Mientras vivas aquí y no estés con Nathan, seré yo quién de las órdenes.

Me miró retante, se levantó de su asiento sin pronunciar palabra alguna y salió de la sala.

Media hora después, Ben había terminado el tatuaje. Lo admiré un par de segundos y estoy muy seguro de que este es, por mucho, el mejor tatuaje que me han hecho.

Le agradecí a Ben, le pagué lo acordado y salí del salón. Junto a la puerta estaba ella. Apoyada en la pared jugando con el peluche que traía por llavero.

—Pensé que te habías ido a casa.

—Quería un helado pero no tenía dinero así que preferí esperarte para que tu pagaras— me miró y arrugó su nariz. Era lo más adorable que había visto en mi vida. Me fue imposible decirle que no, además, tiempo a solas con ella no me vendría nada mal.

—En ese caso, no queremos hacer esperar a esta bella dama — hice una reverencia hacia Megan y esta, enganchó su brazo en el mío mientras la guiaba al auto para, a continuación, conducirla a la heladería.

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