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Giordano miró a su alrededor, estaban en el descanso, pero casi todos sus compañeros se encontraban dentro del salón. Desde que se mudó de San Fernando y entró a la academia, no había manera de estar solo en ningún lado. No se quejaba, pero en ocasiones tenía ganas de darse una escapada en bicicleta y pedalear hacia la costa.

Él no podía hacerlo si todo el mundo lo estaba observando.

—Vamos Gio, cántanos una canción —Catalina se echó el cabello hacia atrás, dedicándole una sonrisa coqueta. Como siempre, ella estaba sentada sobre el escritorio, haciendo alarde de una posición superior por encima del resto de sus compañeros.

Ella lo ponía nervioso y no era un nerviosismo del bueno, era del malo, muy malo.

—¡Si Gio! ¡Vamos, cántanos algo lindo! —El resto de las amigas de Catalina comenzaron a alentarlo, soltando risitas y lanzándose miradas entre ellas. Desde que lo asignaron en aquel grupo, la gente hablaba de un romance entre ellos dos, una relación que, de solo pensar en ella, le petrificaba la sonrisa.

—¡Por supuesto que no! —Se quejó cruzándose de brazos—. Siempre es lo mismo con ustedes ¿Por qué no mejor ustedes me cantan algo? Ya saben que por lo mío, yo cobro —aseguró mostrándoles una sonrisa triunfal. Desde el principio él se decidió a ser amable e ignorar los rumores, no estaba seguro siquiera de que la misma Catalina supiera de ellos. Sin embargo, con el paso del tiempo era más difícil ignorar las habladurías. Por suerte, se graduaría pronto y podría olvidarse de ello.

—Uy, Gio ¿Y aproximadamente cuanto cobras la hora? —preguntó la chica dedicándole una sonrisa pícara. Sus amigas comenzaron a carcajearse mientras los chicos se burlaban de él, consientes del doble sentido en la frase.

—¡Majadera! —le contestó, golpeando la mesa indignado. Esta vez, incluso Catalina se carcajeo, bajándose de un salto del escritorio para caminar hasta él y sentarse en sus piernas.

—Ya bebé, no te enojes, no querrás que te salgan arrugas —comentó tocándole la frente con el dedo índice. Los chicos del salón comenzaron a gritar, mientras azotaban los pies en el suelo, imitando el sonido de una estampida y las chicas se carcajeaban, mirándolos sorprendidas.

—¡Búsquense un hotel! —exclamó alguien, elevando aún más el ruido dentro del salón. Aquello pareció complacer a Catalina.

Gio estaba en un aprieto. Cuando era más joven, apenas dos años atrás podía coquetear con quien quisiera y nadie le tomaba en serio. En San Fernando todos lo conocían como un busca problemas, pero estaban acostumbrados a él. Ahora, en su nuevo instituto, la gente parecía muy susceptible a sus palabras, así que aprendió a contenerse un montón con ese asunto. Por supuesto, estar en el lugar de la persona que era acosada había cambiado por completo las cosas y de repente ya no se sentía cómodo con sus bromas del pasado.

—Giordano —Uno de sus compañeros le tocó el hombro y le señaló la puerta—. Tu hermano te busca —Le avistó con un tono un poco fastidiado. Gio miró el uniforme del chico, tenía un pin que decía "TeamJoseph" lo cual solo significaba que no era "TeamMarion" aquello casi le hizo soltar una carcajada.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora