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Sus padres se fueron unas horas más tarde a la cabaña que les apartó el tío de Giordano y ellos ya no pudieron conciliar el sueño a pesar del cansancio. Después de todo faltaba sólo un día para la boda y eso quería decir que Giordano tendría que cantar frente a un mundo de personas, todos artistas profesionales y él no había practicado nada.

Cómo siempre, estaba dejando todo a lo último.

Marion se había recostado en uno de los sillones individuales, subiendo las piernas al reposa brazos izquierdo y dejando caer la espalda en el derecho. Tenía los ojos cerrados porque estaba cansado y se había puesto un catálogo en la cara para que no le molestara la luz mientras disfrutaba la música.

Por su parte, Giordano se había sentado en el sillón de enfrente, tocando una simpática balada para calentar antes de ensayar su número. Falsetes, graves y altos se peleaban por ver quien sonaba mejor, mientras Marion movía los pies de un lado a otro con el ritmo de la música. Al él siempre le gustó escuchar a Giordano tocar y cantar, quien desde pequeño estuvo interesado en el tema. Él chico nunca fue tímido al respecto, así que tuvo la suerte de observarlo cuando era peor que una gallina cacareando y ver su crecimiento hasta este punto.

Ahora era un placer ser parte de su público.

—¿Cuándo llegarán los novios? —preguntó Marion una vez que Giordano dejó de cantar. El muchacho levantó el rostro, mirándolo con la expresión en blanco.

—Ahora que lo mencionas —dijo ladeando el rostro—. No tengo idea.

Marion soltó un resoplido, volviendo a su posición original, descansando los ojos. Giordano lo observó un segundo antes de sonreír y ponerse en pie. Continuo su concierto privado mientras caminaba lentamente alrededor del sillón, rodeando al chico al tiempo que intentaba mantenerse afinado. Este sonrió al darse cuenta de lo que estaba pasando.

—¿Qué haces? —Le preguntó, sin obtener más respuesta que él sonido de la guitarra y una cursi melodía. Marion no insistió, simplemente intentó que su cara no se pusiera roja mientras la escondía detrás del catálogo. 

La música se detuvo después de un rato.

—Una serenata —explicó finalmente dijo el muchacho, tomándole desprevenido—. Mañana voy a cantar para los novios y no quiero que te pongas celoso —agregó con una obvia nota de broma en su tono.

Marion soltó una carcajada, estaba a punto de hacer un comentario al respecto, cuando un grito rompió su momento.

—¡Giordano! ¡Marion! ¡Salgan de ahí! —una ruidosa voz que los dos conocían muy bien sonó afuera de la cabaña, acompañada de golpes en la puerta y con un timbre tan agudo que si hubiese subido una octava más habría destrozado las ventanas.

Una mueca de desagrado apareció en el rostro de Giordano, quien no tardó demasiado en llevarse las manos a los oídos antes de soltar un suspiro y dejar caer los hombros.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora