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Marion tomó una mermelada del estante, había jalado una canasta justo después de que Alessio comenzase a comprar su despensa. Se supone que sólo irían por una caja de vino barato, pero el muchacho decidió aprovechar el momento para hacer sus comprar personales.

Vino de caja y un carajo, Alessio ya llevaba hasta el tope su carrito.

—Tu jefe debe pagarte muy bien —comentó ladeando el rostro al ver el montón de cosas inútiles que el chico tomaba de los estantes. Había una lámpara de calabaza, algunos cojines para perro, ganchos recubiertos en terciopelo, una variedad extraña de mermeladas y varios objetos que Alessio miró con extrañeza antes de tomar del estante.

—Mas o menos, pero hoy estoy aprovechando porque el jefe paga —Levantando las cejas, le sonrió con picardía antes de señalar a su alrededor—. ¿Quieres algo? Te compraré algo.

—Oh —Marion negó con la cabeza de inmediato—. No, no es necesario —agregó, sintiéndose un poco mal mientras veía la pila de cosas que Alessio estaba comprando con la tarjeta de su jefe—. ¿No tienes miedo de sobregirar la tarjeta? —le preguntó sorprendido, se imaginaba que el crédito de alguien cómo Marcello sería alto, pero no estaba seguro de si el muchacho podía tomarse tantas libertades con un dinero que no era suyo. Claro, él no era nadie para dar cátedras a personas que no conocía de nada, pero le intrigaba la confianza que debía tener Marcello en Alessio cómo para soltar su tarjeta así cómo así.

—Oh, no es nada, Marcello no tiene mucho en que gastar su dinero —Alessio suspiró encogiéndose de hombros—. Compra trajes costosos y comida extravagante, a veces dona a la caridad, pero pasa demasiado tiempo trabajando cómo para disfrutar realmente lo que tiene y a veces, cuando está contento, me da carta libre con sus tarjetas. Jamás he sobregirado una —sonriendo, se encogió de hombros y tomó una botella de licor de ciruelos—. Te compraré esto —dijo, antes de comenzar a caminar, empujando su carrito de compras.

De lo poco que Alessio conocía a Marcello, podía decir que era una persona solitaria. Tenía un grupo de amigos muy íntimos, que sólo estaban ahí porque eran dados a dar el primer paso para una reunión o alguna salida a beber. Marcello no estaba casado, no tenía pareja ni familia viva y por lo general pasaba sus días componiendo música, realizando presentaciones, leyendo o descansando.

Había semanas enteras en las que no hablaba con nadie más que no fuese el personal de trabajo. Por suerte su manager era otro de sus buenos amigos, porque de no ser así, él podría morir de soledad en cualquier momento.

De hecho, sólo por eso Alessio aún se mantenía en su trabajo. La paga era buena, su jefe accesible, viajaba gratis a todos lados y de vez en cuando Marcello tenía ataques cómo los de esa tarde y le dejaba usar su tarjeta para comprarse cosas. Sin embargo, era un trabajo que no le permitía establecer demasiadas relaciones, desde que había comenzado con aquello terminó con su novia porque se veían muy poco, casi no veía a su hermano y no había tenido tiempo de visitar a sus difuntos padres hasta tres días después del aniversario de su muerte. El horario de tiempo completo tampoco le dejaba mucho espacio para salir de fiesta o reuniones sociales y en general ya no era dueño de su tiempo. Sin embargo, sentía una responsabilidad moral con Marcello, a quien veía cómo un tío viudo que necesitaba que lo cuidasen para no terminar en un manicomio.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora