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Marion se agachó para atarle los cordones, era un gesto extraño que hacía de vez en cuando para él, cómo su naturaleza era rígida le molestaba ver los cordones desatados en los zapatos de la gente. Giordano, por el contrario, era un completo desastre y casi siempre traía al menos uno de los cordones volando a sus anchas, así que, cuando no lo resistía más, Marion terminaba arreglando el asunto.

Giordano tragó duro antes de echarse un paso hacia atrás y después agacharse para detenerlo.

—Para con eso, no quiero que lo vuelvas a hacer —protestó, concentrándose en sus pies, para no mirar a Marion, quien se encontraba a un palmo suyo. El chico no le hizo mucho caso, sus dedos hicieron un nudo con rapidez, para luego reforzar el amarre con fuerza.

—Está bien, no tengo problema con ello —aseguró con una mueca divertida mientras recargaba los brazos sobre su rodilla derecha. Desde aquella posición podía observar bien las acciones de Giordano.

—Me haces sonar cómo un inútil —espetó, mirándolo a los ojos, había un brillo de burla en ellos que consiguieron que tuviese que aclararse la garganta. De inmediato se incorporó, cruzándose de brazos—. Ya todos se están yendo hacia el salón —comentó, observando al chico, quien aún seguía en cuclillas frente a él.

—Hay que apresurarnos entonces, tienes trabajo pendiente —respondió, poniéndose de pie, utilizando la cintura de Giordano para impulsarse. Este vio al chico moverse prácticamente en cámara lenta. Una vez que estuvo de pie, sus rostros quedaron en la posición perfecta para un beso, sin embargo, al darse cuenta de esto, Marion se avergonzó y se hizo a un lado.

Todo ese momento no hizo más que calentar a Giordano. Él era un hombre joven y vigoroso después de todo, así que, al ver a Marion prácticamente de rodillas, sosteniéndolo de la cintura, hizo que su mente volara a mil por horas. Tenía ganas de empujarlo por ahí y darle un par de besos de los que nunca se olvidaría, quizás algo más, pero tenía trabajo que hacer, así que se obligó a sí mismo a controlarse. Además, no le parecía correcto actuar cómo un total degenerado con Marion, el chico era capaz de reventarle la cabeza si lo veía demasiado insistente, o peor, seguirle el juego y terminar enviciado con algún fetiche extraño.

No, por ahora no.

—Ya sé, ya me apuro —dijo, caminando detrás de él, notando que sus padres los esperaban unos metros adelante. Qué bueno que no había hecho nada raro, tenía aún pendiente hablar con su madre—. Tu papá ya sabe lo de nosotros —dijo apretando los labios, antes de llegar a donde estaba la pareja.

Marion se detuvo de golpe, mirando a Giordano con los ojos muy abiertos, sintiendo que los latidos de su corazón se detenían.

—¿Cómo? —preguntó, deteniéndose de golpe. Gio lo tomó del brazo en un agarre ligero, casi cómo una manera de confort. Marion parecía a punto de un ataque de pánico.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora