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—¿Marcello? —preguntó Marion, mirándole con la boca abierta—. ¿El cantante de opera? —él no parecía estar creyendo en sus palabras.

—Sip, vendrá mañana y se va hospedar en una de las cabañas, así que voy a ser su guía y a mostrarle todo el lugar —dijo orgulloso del puesto de responsabilidad que había recibido.

—¿Y a qué viene Marcello acá? —preguntó frunciendo el ceño—. ¿Va a tener un concierto o algo así? —preguntó extrañado. De inmediato, la sonrisa de Giordano se tensó, explicar la presencia del cantante podía llevarlo a dos caminos, el primero era decir la verdad y el segundo apilar más mentiras. Gio miró a su alrededor en busca de ayuda, pero al no encontrarla, se decidió por escabullirse del problema.

—Bueno, pues la verdad no tengo idea ¿Tal vez se viene de vacaciones? —preguntó encogiéndose de hombros.

—Tal vez —dijo Marion, mirándole con perspicacia, como si no terminara de creerse lo que le estaban diciendo, pero no tuviese otra opción.

—¿Quieres que vayamos a ver esto? —cambiando el tema, Gio le mostró la publicidad del festival de invierno, al tiempo que trataba de sacarse de encima el pesar que la mentira le estaba causando.

Mientras caminaba junto a Marion y le sonreía, un extraño dolor se instaló en su espalda, era el estrés que lo estaba matando. Lo que debía ser un momento divertido, se opacaba por la ansiedad que estaba sintiendo.

El centro de Villa Rueda estaba lleno de atracciones, había burbujas flotando por todos lados, la música sonaba en lo alto. En alguna parte de la misma estaban los participantes del concurso de esculturas de hielo trabajando en sus piezas y los juegos mecánicos ya estaban encendidos, no eran muchos, pero debía ser toda una hazaña mantener encendida una rueda de la fortuna todo el año.

—Tengo que probar con eso —dijo Marion, encantado con la zona de tiro al blanco. A él le encantaban esos juegos, aunque no tenía muy buena vista así que al final fue Giordano quien terminó ganando un peluche para él.

Giordano estaba seguro de que se veían como si fueran una dulce pareja de enamorados, corrieron por todo el lugar subiéndose a los juegos y comprando algunos aperitivos. Ellos incluso compraron diademas con formas para tomarse fotos en la cabina de instantáneas. Marion se puso una de diablo y Giordano escogió una de ángel.

Cuando las tiras salieron de la máquina, Gio tomó la suya, sintiendo que la respiración se le cortaba. Los dos estaban sonriendo en la imagen, sí, pero él no había parado de pensar en confesarle a Marion sus mentiras. Siguió pensándolo y pensándolo todo el tiempo, desde que lo vio tomándose ese smothie de manzana verde, hasta que subieron juntos a la rueda de la fortuna. Gio no podía resistir más, el tiempo que quería pasar junto a él no sería disfrutable teniendo aquello en la cabeza. Al principio había pensado que podría resistir, sin embargo, no contaba con su débil fuerza de voluntad.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora