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La Villa Rueda de aquella ciudad era un poco diferente a la que conocía. Esta se encontraba toda ambientada con temática de mar. Las cabañas estaban a la orilla de la playa, con una vista preciosa y un pequeño patio interior para pasar el rato. Tenía un ambiente lujoso y acogedor al mismo tiempo, parecía todo sacado de una revista o de una novela romántica.

Marion nunca se imaginó vacacionando en un sitio como ese, pero nada más entrar a su cabaña quedó encantado. Las puertas traseras, las cuales daban de la habitación al mar, eran de cristal y se encontraban cubiertas con unas cortinas blancas, semi transparentes.

La luna brillaba en lo alto, dejando que la luz se filtrara en la habitación sin problema alguno. Sin embargo, mientras trataba de concentrarse en la belleza del lugar, encontró algo que no cuadraba con su imagen perfecta.

—Dano ¿Por qué solo hay una cama? —preguntó, tratando de que el miedo no se tradujera en su voz. Una cosa era dormir en la misma habitación. Normal, pero ¿La misma cama? No estaba seguro de que fuese una buena idea, al menos no para él.

—Para que pueda manosearte mejor —respondió Gio, dejándose caer de golpe en el colchón, cerrando los ojos por el cansancio—. Descuida, es grande, no se te van a salir los pies.

—Ja ja ja, que gracioso ¿No podrías haberme dicho de antemano? —preguntó, cruzándose de brazos, al menos así habría estado prevenido al respecto y no estaría teniendo un mini infarto como en ese momento.

—No lo vi necesario —comentó encogiéndose de hombros, para después incorporarse y comenzar a sacarse los zapatos.

—Bien, da igual —resopló, tratando de no sonar demasiado quisquilloso—. Iré a cambiarme —avisó, antes de tomar su maleta y dirigirse al baño. No había una razón concreta para molestarse, teniendo en cuenta que en realidad debería estar feliz por la situación, pero de todas maneras salió huyendo para ocultar la vergüenza que sentía y porque estaba seguro de que Giordano pronto comenzaría a desvestirse.

Tratando de ir despacio, aprovechó el tiempo para lavarse los dientes y la cara antes de salir. Una vez que estuvo listo, se golpeó las mejillas y adoptó su mejor pose de desinterés antes de volver a la habitación. Sin embargo, nada más entrar a la misma se dio cuenta de que tal vez no debió haber dejado a Girodano tanto tiempo solo.

—Marion, no encuentro mis calcetines —se quejó, haciendo una mueca, mientras llenaba la cama con todas las cosas que había sacado de su maleta.

—Por dios Dano ¿Podrías quitar todo eso de ahí? Menos los vas encontrar en medio de todo ese desastre —Se quejó, sintiéndose un poco mareado por la vista tan caótica que estaba ofreciendo.

—Vale —respondió entornando la mirada, mientras una pequeña sonrisa se escapaba de sus labios.—. Déjame despejar esto —Giordano se levantó, viendo el desastre, cómo preguntándose qué hacer hasta que se decidió por una opción. Sin previo aviso, jaló la sábana desde una esquina, tirando toda la ropa en el suelo antes de volver a colocar la misma en su lugar—. Listo, problema resuelto —comentó cruzándose de brazos, muy satisfecho con su solución. A Marion casi le da un tic en el ojo. Sin embargo, suspiró y se metió en la cama.

—Tienes suerte de que sea una persona tolerante —se quejó, acomodándose bajo las sábanas —. ¿Estás seguro de que no los encuentras? —agregó después —. ¿No será que no trajiste? —Nada más escucharlo, Giordano se detuvo en seco, mientras su expresión se quedaba en blanco.

—Oh... —él sonrió cómo un niño regañado—. Es cierto ¿Me prestas unas?

—Revisa en mi maleta, en la bolsa pequeña del lado derecho —dijo negando con la cabeza y riéndose un poco. Desde siempre, Dano era muy dado a pedir sus cosas prestadas cuando este olvidaba las suyas. Su naturaleza despistada siempre le terminaba sorprendiendo, sobre todo, en esas rara ocasiones en las que hacía gala de una suspicacia envidiable. Marion a veces no tenía idea cuando estaba siendo tonto y cuando se estaba haciendo el tonto.

—Me salvaste cariño —dijo lanzándole un beso y levantándose de golpe de su sitio para correr al baño.

A esas horas ya estaba haciendo frio y Giordano debía tener los pies congelados, sobre todo, porque ellos no estaban muy acostumbrados a las bajas temperaturas. En San Fernando todo el tiempo había sol, en la nueva ciudad el invierno sólo les afectaba a los friolentos como ellos, sin embargo, aquello estaba a otro nivel. Viajar en aquella época estaba resultando una autentica tortura.

Marion suspiró, mirando al techo, mientras su mente se perdía en cavilaciones. Aquel viaje podría sonar cómo algo divertido, de no ser porque las razones para estar ahí eran demasiado fuertes como para permitirle relajarse. No había preguntado la fecha de la boda porque tenía miedo de que le dijese que la mañana siguiente debía acompañarle a una iglesia a separar a una feliz pareja. De sólo pensar en ello, los nervios se le ponían de punta.

—Joder... —murmuró, apretando los parpados, tratando de sacar todo aquello de su cabeza. Estaba muy cansado, pero había dormido bastante en el viaje, de modo que sus sentidos se negaban a ceder. Mientras luchaba consigo mismo, el colchón se hundió a su lado, anunciando la presencia de Giordano.

—Esto es muy extraño —murmuró el muchacho, cuya voz sonó ahogada, porque estaba cubierto de pies a cabeza por las sabanas.

—¿Qué cosa? —preguntó, manteniendo los ojos cerrados y sonando agotado.

—Hay un movimiento extraño en mi instagram —comentó, frunciendo el ceño. Marion levantó y párpado, guiado por la curiosidad.

—¿Un movimiento extraño? —Aquello podía significar muchas cosas, pero como siempre, tratándose de Dano, no se atrevió a hacer ninguna clase de conjetura.

—Tengo muchas notificaciones —dijo. Él probablemente no fuese consiente de lo estúpido que sonó cuando lo dijo.

—Creo que eso ya lo sabes Dano, pero tú eres muy popular, siempre tienes muchas notificaciones —Marion trató de no sonar hastiado, pero un poco de eso se coló en su tono.

—Pero aun así es raro... —dijo frunciendo el ceño—. Alguien me mandó un mensaje directo —Marion vio cómo Gio picaba la pantalla de su celular, haciendo una mueca que oscilaba entre la extrañeza y confusión—. Dice que es un invitado de mi tío, que vendrá pasado mañana y quiere que le de un tour —Él levantó una ceja, como si no se creyera del todo lo que acababa de leer—. No sé de qué carajos va esto.

—Mejor que le preguntes a tu tío, hay mucha gente rara por ahí suelta, será mejor que no te arriesgues —argumentó Marion, encogiéndose de hombros, para después golpearle con una almohada en la cabeza—. Y ya duérmete, que mañana será un largo día.

Giordano, no dijo nada, en su lugar suspiró al notar que su prima lo había etiquetado en una foto, sin embargo, le quitó importancia al asunto, suponiendo que se trataba de uno de los mil sorteos en los que la chica participaba. Estaba tan acostumbrado a ello que no se molestó en revisar la notificación.

—Si —murmuró—. Creo que el sueño me está afectando.


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El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora