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The one desire


La boda parecía un concurso de talentos, el escenario se llenó de gente maravillosa, comenzando por un quinteto formado por algunos compañeros de Romeo, siguiendo por las presentaciones de un grupo de bailarinas muy amigas de la pareja. El abuelo de Joseph pasó a tocar el piano mientras los padres de Nina cantaban y cuando fue el turno de Marcello todos se volvieron locos.

Desde que lo conoció en persona, la admiración que Marion sentía por el hombre había mermado un poco. El viejo estaba medio loco, parecía bastante ególatra, un detalle que podías omitir de vez en cuando debido a su carisma, sin embargo, también le parecía un poco entrometido, se metía constantemente en los asuntos de los demás y también era algo manipulador.

Aun así, en el escenario imponía.

Cuando fue su turno de cantar todo se quedó en silencio, el ambiente pareció cambiar, se sentía cómo estar en misa, teniendo que obligarte a guardar respeto, aunque seas un torbellino andante. Todas las miradas se centraron en el hombre, quien parecía dominar a la audiencia con sus profundos ojos verdes.

Una vez que tuvo el micrófono enfrente no dio ninguna explicación, él sólo les hizo la señal a los músicos y esperó su momento.

La gente parecía expectante, de modo que cuando la profunda voz del hombre sonó por encima del instrumental, consiguió que todo su público soltara un suspiro.

—Canta cómo un ruiseñor —murmuró, sintiendo que la piel se le erizaba sólo con las primeras notas.

—Ajá —la escueta respuesta de Sandra fue extraña. Marion se giró a verla, su rostro era inexpresivo, pero sus ojos parecían melancólicos.

—Ha mejorado un montón desde la última vez que lo escuché —soltó su padre, adoptando una mueca contrariada. Parecía estar disfrutando del concierto, pero también se veía muy culpable. Marion ladeo el rostro, recordando que a su madre siempre le gustó Marcello, pero nunca actuó emocionada con él, jamás expresó de manera abierta que era una seguidora y tampoco se llamó a si misma fanática en voz alta.

Su padre debió haber conocido al hombre desde antes, pero no estaba actuando para nada sorprendido o emocionado con su presencia, la mesa de al lado prácticamente perdió el aliento cuando lo vieron subir al escenario, pero Sandra y Maximilian parecían hasta cierto punto enfermos.

—¿Alguna vez fuiste a algún concierto suyo? —preguntó a su padre, inclinándose un poco para no gritar, la mitad de su atención aún seguía en el concierto frente a él.

El hombre se giró a mirarlo, sus ojos no dejaron ver ningún sentimiento, de hecho, permaneció en blanco unos segundos antes de contestar, cómo si no hubiese escuchado bien y estuviera procesando la pregunta.

—Sí —dijo finalmente—. Antes de que nacieras, fui a algunos conciertos de cuando era amateur, pero nada más —él regresó la vista al escenario, soltando un suspiro—. Ha pasado un mundo de tiempo desde entonces.

Aquellas palabras despertaron una profunda curiosidad en Marion, pero cuando estaba a punto de preguntar al respecto, la voz profunda de Marcello se levantó varias octavas por encima de su tono normal, las notas se escuchaban con claridad en la voz del hombre, también las palabras, su dicción parecía otorgada por los dioses. Toda la audiencia se estremeció, comenzaba a creer las historias que decían que había vendido su alma al diablo para obtener su talento.

El mundo pareció detenerse cuando la nota alcanzó su punto máximo y bajó suavemente antes de terminar con un susurro que sonó cómo una canción de cuna.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora