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Giordano pasó mucho tiempo observando a Marion dormir

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Giordano pasó mucho tiempo observando a Marion dormir. Se debatía entre despertarlo, dejarle que descansara y meterse en la cama con él o matarse y terminar con su sufrimiento. Cualquiera de las tres parecían buenas opciones, pero al final se acostó a su lado, tratando de dormirse, aunque su cabeza estaba llena de ideas estúpidas que no le permitían pegar un ojo. Por suerte, estaba tan cansado, que sin darse cuenta se quedó dormido.

A la mañana siguiente, se despertó de golpe, de nuevo sólo en la habitación, con el olor de comida inundando la casa. De repente todo el miedo y la ansiedad de la noche anterior volvieron a él, dándole la sensación de querer volver a dormirse y despertar hasta el día de la boda. Sin embargo, sabía que debía ser valiente, así que se levantó, se lavó los dientes, se dio un baño y trató de caminar con mucha confianza hacia la cocina. Cuando llegó ahí, se quedó parado en la puerta, sin tener idea de que hacer porque las palabras se le habían atorado en la garganta.

Marion por su parte, se había parado a las cinco de la mañana para comprar provisiones. Había tomado su tarjeta de emergencia, que aún tenía un buen dinero guardado del que le dejó su padre para el tiempo que estuviera afuera y se fue a comprar. Ahora estaba preparando un desayuno como dios mandaba, calabazas indias rellenas y jugo de zanahoria y manzana. Como siempre, él cocinaba mejor cuando estaba estresado y necesitaba despejar la mente, era buena terapia.

Desde la puerta, Giordano se quedó muy quieto, observando a Marion adornar las calabazas que estaban partidas a la mitad y acomodas en dos platos diferentes. Era una buena señal que se hubiese acordado de él esa mañana mientras cocinaba. Sonrió un poco, sintiéndose afortunado, pero la mueca en su rostro fue tensa y amarga.

Mientras permanecía parado en su sitio, notó cómo Marion levantaba la mirada hasta que sus ojos se cruzaron.

—Buenos días —dijo antes de continuar con lo suyo. Giordano tragó duro.

—Buenos días —respondió nervioso. Pocas veces le pasaba que no tenía ni idea de que decir y la mitad de ellas habían sido frente a Marion.

Este suspiró, adoptando una postura más relajada, señalando la silla delante de él.

—Siéntate ¿Quieres? Vamos a desayunar. —Su rostro parecía calmado, Giordano no estaba seguro de lo que pasaba, pero obedeció.

Una vez que estuvieron los dos en la mesa, se quedaron quietos, mirándose de frente. El silencio era incómodo, pero no parecía que ninguno estuviese dispuesto a hablar primero.

Los segundos avanzaron y ellos se mantuvieron en su postura silenciosa, rellenando los espacios con los sonidos de los tenedores y el agua sirviéndose en los vasos. Sin embargo, cuando el desayuno se terminó, tuvieron que reanudar las conversaciones.

—Estuvo todo muy rico —elogió Giordano—. Y eso que a mí no me gustan las calabazas.

—Gracias, yo tampoco las preparo seguido, se baten fácil, pero hoy se me antojaron.

Y de nuevo en silencio. Giordano quería ahorcar a alguien cuando no supo que decir a eso. Tratando de encontrar algo que hacer, miró su teléfono y estuvo a punto de utilizar su Facebook como una excusa para desconectarse del mundo, sin embargo, el recuerdo de su conversación la noche anterior con Julian llegó a su cabeza.

"¡Oye, reacciona gigantón! ¡Ya no eres un niño!" y tenía razón, él no lo era, tenía que ponerse los pantalones y hablar con la verdad. Necesitaba disculparse.

—Marion —dijo en tono decidido, poniéndose de pie, logrando que el chirrido de la silla tomara por sorpresa al pobre de Marion, quien saltó en su silla por el susto.

—¿Sí? —preguntó con los ojos muy abiertos.

—Lo siento mucho —dijo colocando las dos manos en la mesa con tanta fuerza que volvió a sorprender a Marion—. De verdad lo siento mucho, yo solo quería pasar tiempo contigo y tú estabas tan ocupado, que pensé que una metirilla podría alejarte de todo ese ajetreo ¡De verdad lo siento! ¡No esperaba que esto se hiciera tan grande y la verdad se me salió de las manos! —mientras hablaba, comenzó a inclinarse sobre la esa, golpeando de vez en cuando la misma y logrando que al final de su pequeño discurso ya tuviese a Marion arrinconado en su propio asiento.

—Oh dios, tranquilízate Dano —dijo, sintiéndose cómo las mejillas se le coloreaban ante la cercanía. Tenía que mantenerse controlado, así que suspiró y le empujó un poco con la mano, haciéndole retroceder—Mira, contrario a lo que puedas pensar, no estoy del todo enojado, pero sí que me he quedado pensativo —Marion se aclaró la garganta, indicándole a Giordano que se sentara y este, también bastante avergonzado, se acomodó en su sitio—. ¿En qué otra cosa me has mentido Dano? ¿Siquiera hay una boda a la que asistir? —preguntó, sintiéndose un poco dolido.

—Si, sí, sí, sí, claro que sí —se apresuró a decir, aliviado de no tener que mentir más—. Es la boda de Romeo y Julian, unos amigos que hice el verano que me vine a trabajar con mi tío —se explicó, moviendo las manos, luego se hizo pequeño en su asiento—. Aunque lo que si no es cierto es que mi tío me llamara ayer para decirme que fuera a recoger a Marcello, el que lo hizo fue Romeo —agregó, mordiéndose el labio. A Marion aquel gesto le pareció lindísimo.

—Bien, al menos eso fue todo, creo que puedo resistirlo, pero vas a tener que compensarme por esto —Tan aliviado como nervioso, Marion se llevó las manos al rostro—. Si sigues siendo tan desconsiderado vas a hacer que muera joven.

—Lo siento —repitió, mirándolo con esa expresión de cachorro regañado que ponía a veces. Marion no podía enojarse con él, aunque quisiera hacerlo, era demasiado lindo. Sin embargo, aquella mentira sí que había afectado la confianza que le tenía a Giordano, sentía que  se había reído de él, tenía la sensación de que nunca terminaría de creer en sus palabras. La situación era una mierda.

—Te prometo que seré el mejor amigo que puedas tener, mucho mejor que Joseph —dijo, tomándole de las manos y dándole un beso en el dorso de las mismas. Aquello había sonado tan dulce que Marion no le creyó. Después de todo, Giordano era un niño, podía decir las mejores cosas, pero eso no significaba que las estuviese sintiendo ni que estuviese mintiendo con mala intención.

—Claro —dijo sonriendo un poco, luego frunció el ceño ladeando el rostro—. ¿Qué tiene que ver Joseph con todo esto? —preguntó confundido.

—Nada, no, importa, la cosa es que seré mejor que él —exclamó en tono orgulloso.

Marion suspiró, viendo a Giordano con una sonrisa un poco más genuina.

—Te falta un largo camino si quieres ser mejor que él —advirtió—. Y unas cuantas cirugías plásticas —eso último lo dijo en broma, porque para él, Giordano siempre sería el más guapo de todos.

—¡Oye! —se quejó Gio, enredando sus dedos con los de Marion—. Yo soy irresistible.

Sin embargo, mientras hablaba, un profundo pozo de inseguridad se abrió en el pecho de Giordano. Era desagradable y él no recordaba haberse sentido así, nunca en su vida. 


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El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora