CAPITULO VIII "EL INGE"

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Después del show que me había aventado anoche, me sentía mejor, dormí unas horas, con las pastillas en las manos, no sé si deba consumirlas, no sé si deba dejar salir todo esto

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Después del show que me había aventado anoche, me sentía mejor, dormí unas horas, con las pastillas en las manos, no sé si deba consumirlas, no sé si deba dejar salir todo esto.

— ¿Chava?

— ¿Qué pasó Ru? — dije con la mirada perdida.

— Los gringos van a llegar a 20 minutos.

— Estaré listo.

— No te ves bien. — lo miré.

— ¿Ya también eres médico?

— No necesito serlo, no te ves bien. — miró mis manos. — estás enfermo, Salvador, no es pecado.

— Mejor cállate, eres sabio en deducir que estoy que me carga la mierda, así que te aconsejo que te calles.

— Tómalas, nos conviene a todos. — dijo antes de salir, me froté los brazos, me busqué entre la ropa mis cigarrillos, encendí uno y me senté en la ventana, agité los pues 120 veces por minuto, exhalaba el humo de mi cigarro cada 74 veces, calculé el tiempo que tardaríamos en llegar al punto de reunión, hice varias probabilidades, con tráfico intenso, llegaremos en 40 minutos, así que es momento de moverse, no me gusta llegar tarde. Miré una vez más las pastillas, incluso revisé las otras, litio y clonazepam, lancé los frascos lo más lejos que pude y salí de la habitación.

— Vamos. — les dije, abordamos las camionetas y salimos con camino al punto de encuentro, cargué mi arma y tomé la radio. — ¿Saúl?

— Dígame, patrón.

— ¿Cómo tenemos de agitado el lugar?

— Tranquilo, señor, el jaripeo comenzó hace 20 minutos, terminará hasta después de la media noche.

— ¿Algo raro?

— No hasta el momento.

— Mantenme al tanto si ves algo raro, lo que sea.

— Perfecto, ¿Cuenta la extremadamente hermosa extranjera que se ofreció conmigo? — me reí.

— Le voy a decir a tu vieja que andas de cabrón.

— Era un chiste.

— Maricón. — dije riéndome otra vez y corté la transmisión, Iván y Rubén se miraban con complicidad. — ¿Qué traen pues? — dije molesto.

— Nada, estamos preocupados de que vengas, es todo. — me reí.

— Pero claro, cabrones, les da miedo, porque si me matan mi papá los va a hacer picadillo por no haberle dicho nada sobre este desmadre que me cargo. — saqué otro cigarro, nos tomó 1/3 parte de el llegar al punto de reunión; la música grupera estaba a todo lo que daba, chicas vestidas de vaqueras señalando a su montador favorito, apuestas fuertes, olor a alcohol barato y cigarrillos amentolados para maricones, el agudo de las bocinas del grupo musical estaba al máximo, la guitarra de uno de ellos está desafinada por muy poco y la voz del cantante me dice que ha cantado 3 canciones a lo mucho, aprieto los ojos y trato de concentrarme, Ivo y Ru van por delante de mí, Rubén es que el habla siempre, por algo es el Rey Lagarto.

𝗠𝗮𝗳𝗶𝗮 𝗟𝗼𝗴𝗶𝘀𝘁𝗶𝗰'𝘀: 𝗛𝗶𝗷𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗙𝗿𝗮𝘁𝗲𝗿𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora