CAPITULO XXVI "AYÚDAME"

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Resoplé antes de sentarme en alguna parte del establo de casa, negué con la cabeza, maldita sea

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Resoplé antes de sentarme en alguna parte del establo de casa, negué con la cabeza, maldita sea.

— ¿Cuál de todas te tiene así? – ladeé la cabeza y miré a Edilson.

— La única que puede tenerme así.

— ¿Qué pasó? – abrí mi pequeña botella de tequila, la vertí en mi boca y tragué, maldita miel amarga.

— Dijo que se acabó. – me reí. — ¿Tú crees? Dijo, se acabó, no puedo contigo, dijo que se acabó.

— Amigo...

— ¡No se puede acabar si yo no putos quiero, Edilson!

— Gibran, no seas necio, no te le acerques, si haces escándalo esto se puede poner pesado, su papá es periodista.

— Ella también lo será, lo será y será de las mejores, pero a mí nadie me dice que no.

— Gib.

— ¿Qué? – dije molesto.

— No está bien y lo sabes, no puedes obligarla. – me toma del cuello. – Amigo, no pienses como un demente, sabes que no es la forma.

— No puede decir que no y dejarme así. – dije entre risa y enojo. — ¡No puede! ¡Nadie! – bebí el tequila y azoté la botella en el suelo, me froté el cabello, bufé.

— Gib, tienes que ser más inteligente, las mujeres requieren de realmente usar la cabeza.

— Me vale madre. – dije fastidiado. Y así fueron los días del pobre Gibran, que se quedó sin novia sin tenerla aún, me sentía patético a ratos, a otros estúpido, y lo que más coraje me daba, es que solo 2 veces, en 7 malditos días, me había sentido bien con el hecho de que haya terminado, el cual no era un buen número; torturé gente, conseguí poca información, en las calles no había más soplones, se me acababan las ideas, y la bomba no explotaba.

— ¿Gib? ¿Gib? – respingué, mi papá me miró expectante. — ¿Estás bien hijo?

— Si, papá, no te preocupes, estaba pensando.

— ¿En qué?

— En que se me acabó el tiempo de adelanto, tendré que volver a la escuela y de nada sirvió lo que adelanté, porque mi generación me ha alcanzado.

— Bueno, volverás a la escuela, no le veo el problema.

— Yo tampoco. – no a volver a la escuela. — ¿Vas a salir?

— Sí, tengo que solucionar unas cosas ¿Le dices a tu madre que iré al centro pero volveré para la cena?

— Si no le cumples dormirás en el sofá, espero que estés consciente de la seriedad de lo que me encomiendas. – mi papá sonrió y asintió, se acercó a besarme la frente.

— Te quiero, hijo.

— Yo también, pá. – salió de la hacienda pensante mientras yo me quedaba en el mismo tono, pensé en mil formas de buscar a Christina sin lucir como un idiota y no encontraba una que fuera realmente buena, me molestaba demasiado sentirme así, me molestaba pensar que Christina se había vuelto una excepción en mi vida, una que por supuesto no debería existir.

𝗠𝗮𝗳𝗶𝗮 𝗟𝗼𝗴𝗶𝘀𝘁𝗶𝗰'𝘀: 𝗛𝗶𝗷𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗙𝗿𝗮𝘁𝗲𝗿𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora