CAPITULO XXXIII "CITA FORZADA"

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Me miré en el espejo acomodándome el moño, me dolía la cabeza, me sentía mareado y tenía el cuerpo helado en un lugar tan cálido, me miré las manos y devolví la vista al espejo, me pellizqué las mejillas a ver si así agarraba un poco de color, el ...

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Me miré en el espejo acomodándome el moño, me dolía la cabeza, me sentía mareado y tenía el cuerpo helado en un lugar tan cálido, me miré las manos y devolví la vista al espejo, me pellizqué las mejillas a ver si así agarraba un poco de color, el resultado fue una negativa rotunda. Me había agotado vestirme, y como sabía que eso sucedería, me propuse vestirme una hora antes de la hora antes de la cena, me duché de nuevo, me acomodé el cabello, el traje y los zapatos, fruncí los labios al mirar los zapatos, no me gustan, prefiero los tenis, pero no me vería bien con traje y tenis, no con este traje Pradda tan elegante, me acomodé la cánula en la nariz, maldita, seguramente hará que no parezca el más atractivo de la noche, puedo vivir con ello solo por hoy. Me senté en la silla de ruedas, me froté el pecho, exhausto y cerré los ojos, casi al instante, alguien llamó a mi puerta.

— Adelante. – dije casi susurrando. Nancy me miró con atención, parecía sorprendida.

— Y yo que venía dispuesta a ayudarte a vestir.

— Te gané. – dije sonriendo.

— ¿Te sientes bien?

— Estoy algo mareado, tengo un poco de dolor de cabeza, pero estoy bien.

— ¿Me dejas checarte la presión? – la miré frunciendo los labios.

— Me vas a arrugar mi camisa. – ella rió negando, me tomó la mano y puso sus dos dedos sobre mi muñeca y miró su bonito reloj.

— Parece que la tienes algo baja, mejorará ahora que comas algo.

— No tengo mucha hambre.

— Sabes que tienes que comer aunque no quieras. – Nancy hizo algunas cosas, me dio algunos medicamentos, se encargó de que tuviera suficiente aire y acomodó el tanque de oxígeno en un lugar discreto de la silla de ruedas y me llevó al corredor, donde mis padres ya me esperaban.

— Qué guapo. – dijo mamá mientras se acercaba a darme un beso.

— Te ves hermosa mamá. – mi hermana se aclaró la garganta. – tú también enana.

— Gracias, tú también te ves muy guapo. – Salvador salió de su habitación y al mirar a Nancy se quedó sin habla, titubeó como nunca lo había visto, miró a mi mamá y hermana.

— Qué fortuna de poder compartir la mesa con distinguidas bellezas femeninas. – elevé la ceja, vaya que no esperaba ni tantito que dijera eso.

— Te ves guapísimo, hijo.

— Vamos entonces. – subimos al ascensor, papá pulsó el número del piso del salón de eventos, número de piso que no me pareció relevante saber, me pareció más interesante ver la insistencia de Salvador por agradar a Nancy.

— Luce muy bonita esta noche, doctora González. – ella lo miró un poco sorprendida, se aclaró la garganta y volvió a mirar al frente.

— Gracias señor Palacios. – no iba a responderme de mala manera estando mis padres presentes, debo aceptar que eso me hizo reír un poco. Bajamos del ascensor para toparnos con un montón de gente bien vestida que se había dado cita en este lujoso, muy lujoso lugar.

𝗠𝗮𝗳𝗶𝗮 𝗟𝗼𝗴𝗶𝘀𝘁𝗶𝗰'𝘀: 𝗛𝗶𝗷𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗙𝗿𝗮𝘁𝗲𝗿𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora