Capítulo 16

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-¿Puedes callarte de una vez? -me susurró Adrián- No sé cómo todavía no te han echado de la biblioteca.

La verdad es que yo tampoco lo sabía.

-Es una buena pregunta.

Adrián arqueó una ceja y se acercó más a mí para evitar que nos escucharan y nos tuviéramos que ir.

-¿Por qué no te vas con Diana? Seguro que se alegra de verte.

-Me ve durante todo el día, no creo que le venga mal descansar -contesté y añadí- Además, esta haciendo los deberes de Encantamientos, posiblemente si me ve me obligue a ayudarla.

Adrián negó con la cabeza y se volvió a centrar en su pergamino.

-Adri -llamé- Adri, ¿te cuento un chiste?

Mi amigo negó.

-¿Una adivinanza?

Volvió a negar.

-Vamos no seas aburrido -supliqué.

-Sarah, cállate, me estas poniendo nervioso, ¿no te habrás tomado café o algo dulce? Te encuentro muy nerviosa.

Es verdad que estaba nerviosa. Pero no porque me hubiera tomado nada, si no porque iba a volver a ver a James. Y me sentía como una imbécil al ponerme nerviosa por eso. Es decir, él era un capullo. Y yo, al parecer, tenía las hormonas demasiado alborotadas.

-Solo estoy feliz -contesté.

Y así fue, señoras y señores, cómo conseguí que Adrián Spir dejara de prestarle atención a los deberes. Merezco un Nobel. Y él también, ¿cuántas veces puede arquear alguien una ceja sin cansarse?

-¿Feliz? -preguntó incrédulo- Yo no estaría feliz si fuera tú, tu reputación se ha ido al garete y no has hecho los deberes de Pociones.

Ah, claro, Adrián se había enterado de los magníficos rumores que circulaban por ahí. Afortunadamente, él no tuvo los mismos instintos asesinos que Diana (lo cuál no sé si me tranquiliza o no) o a lo mejor sí los tuvo y yo no los vi. Como sea, me miró muy decepcionado, tal vez también quería que le arrancara la cabeza a James. Algo que a mí no me habría importado hacer de haber sido otras circunstancias. Así que tenía que proteger al capullo que había tirado mi dignidad por el retrete de mis amigos que querían asesinarlo por eso mismo. Y controlar mis propios instintos asesinos, pero esa parte la tenía dominada. Para mí no había nada más fácil que controlar mis emociones, por eso podía mantener mi color de pelo y ojos sin ningún problema. O eso creía.

-Es una suerte, entonces, que yo no sea tú -le susurré de vuelta.

Adrián me miró con una expresión amable (posiblemente para demostrarme lógicamente lo ilógico de mis acciones) pero, al segundo, su expresión se endureció.

-Lárgate.

Le miré, extrañada, por el tono frío de su voz. La misma que tenía su madre cuando regañaba.

-¿Ya? ¿No me puedo quedar un rato más? No tengo ganas de irme c...

No terminé la frase.

-Tú no.

Me di la vuelta. James Sirius Potter nos miraba apoyado en una estantería. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión burlona en la cara. Como si él fuera el rey y nosotros sus súbditos. De hecho, él era el rey de Hogwarts.

-He dicho que largues, Potter -dijo Adrián, con muy mala leche- ¿No me has oído?

-Tengo la buena costumbre de no oír cosas poco importantes.

Tras el Andén 9 y 3/4 (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora