Capítulo 46

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Viajar en traslador es más horrible de lo que imaginaba. Y tengo bastante imaginación.

Aterricé en un prado de hierba seca y casi echo el desayuno que no había tomado por la boca.

-¿Estás bien? -me preguntaron un James y una Harriet preocupados.

Asentí mientras evitaba hacer una mueca. Al lado de Harriet, el señor Mistery (del que todavía desconocíamos el nombre) bufó impaciente. El señor Mistery tenía una expresión huraña de ermitaño amargado y una barba de tres días, no se había lavado la ropa en un tiempo y, a juzgar por el olor que desprendía, tampoco el cuerpo.

Miré a mi alrededor sin reconocer el prado y la enorme casa al lado. Ni siquiera sabía si seguíamos en algún sitio dónde se hablara inglés. A juzgar por la campesina que nos había dirigido una mirada huraña y una frase a gritos en algo parecido al búlgaro, no.

Bueno, esto estaba llegando a un nivel internacional.

-Brian os espera en la salita -explicaba Harriet mientras caminábamos hacia la mansión- allí os dejaremos un tiempo a solas y luego el adorado príncipe James irá a hacer las... -pareció que iba a decir la palabra fáciles pero creo que eso era exagerado hasta para ella- importantes pruebas.

Brian tenía un aspecto de malo de película. No de matón, más bien parecía el Padrino. Nos llevaron a un salón que parecía tener la misma decoración de cuando estaban de moda poner niños desnudos con alas en el techo y nos contaron algo.

Sé que algo es muy impreciso pero estaba muy asustada y James me cogía de la mano de nuevo así que cualquier cosa que hubieron podido decir quedó en el mismo sitio que las explicaciones de el profesor Binns en Historia de la Magia. Es decir, en la nada.

No creo que James estuviera tampoco prestando atención, sé que prestaba más que yo porque hizo un par de chistes de los que seguro me hubiera reído. Él me apretaba la mano desesperado e impaciente cada diez segundos. Los conté.

Llegó un momento en que Brian se calló y nos miró. Fue bastante gracioso si lo piensas bien, él nos miraba esperando que hiciéramos algo y nosotros lo mirábamos a él esperando que repitiera lo último que acababa de decir. Creo que me pareció gracioso porque estaba a punto de un ataque de pánico.

-Oh, yo no estoy de acuerdo -se quejó Louse. No, era Harriet.

Parpadeé esperando que aclarara en que no estaba de acuerdo ella y luego me froté los ojos intentado ver cual era su aspecto verdadero. Lou... Harriet tintineaba. No sé como describirlo bien. Era como si fuera un holograma roto. Su imagen variaba de rubia a morena a pelirroja, alta a baja, gorda a flaca, pecosa, pelo rizado, . . . su rostro y su cuerpo no parecían mantenerse igual. Parpadeabas y ya había cambiado. Era caótico y mareaba mirarla. Aunque he de reconocer que mirarla durante fue cinco segundos fue más entretenido que todas las clases que había dado durante el curso.

-Ya lo hemos hablado, Harriet -gruñó Brian- no me importa que la chica esté embazarada -casi rodé los ojos- si la hemos traído ha sido para que mire las pruebas. Es la costumbre, hay que respetarla.

-Pero, pero, ¡eso puede sentarle muy mal al niño! -protestó ella de nuevo- si la madre se estresa puede sufrir un aborto.

-No es nuestro problema, él podía haber elegido a otro acompañante -replicó dándole una calada a un cigarrillo.

Harriet frunció el ceño de su ahora regordete rostro y se cruzó de brazos volviéndose más alta.

-¡No los voy a permitir! ¡Un nuevo príncipe o una nueva princesa van a llegar a este mundo y quiero viva feliz! -gritó con voz chillona y el señor Mistery se  frotó las sienes con cansancio.

Tras el Andén 9 y 3/4 (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora