Capítulo 23

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-Todos a trabajar, las rosas hay que pintar y todas rojas quedarán, muy lindas se verán. . . -me dí la vuelta para ver si eso amortiguaba lo que técnicamente era música- Las rosas hay que pintar, muy rojas han de quedar.

Gruñí. Si en cinco años no había conseguido no oír a Anne cantar por la mañanas dándome la vuelta, no lo iba a conseguir en ese momento. Era puro optimismo.

-¿Qué deliciosa canción en esa? -preguntó Diana.

Volví a gruñir. Solo había una cosa que conseguía poner a Diana de tan buen humor que hacía que amara Disney y la voz de nuestra compañera de habitación. Y no, esa cosa no era un beso de Adrián (todavía faltaba tiempo para eso). Lo que conseguía poner a Diana de tan buen humor era el famoso deporte consistente en montar en una escoba con pelotas asesinas. También llamado Quidditch. O mi peor pesadilla los fines de semana.

No es que a mí no me gustara el Quidditch, solo que lo último que me apetecía era levantarme temprano por la mañana para ver como dos pelotas encantadas intentaban derribar a una especie de jugadores de baloncesto con tres canastas en el aire. Sin contar con que ese día era el primer partido del año (todos decían que ese era el más emocionante y esperado pero no era verdad) y jugaban (porque todo iba en mi contra en esos días) Gryffindor contra Hufflepuff.

Qué alegría.

Ese hecho significaba que Diana podría insultar a James lo que quisiera (y posiblemente Adrián también) y que si James me hablaba sería con una gran cantidad de ego innecesario.

Un pequeño spoiler: Hufflepuff perdió el partido.

No es como si fuera una novedad, nuestra casa llevaba perdiendo partidos desde hacía años. Muchos decían que era por la muerte del mejor buscador de la casa de los tejones, Cedric Diggory. Decían que desde su muerte Hufflepuf no había ganado ningún partido. 

-¡Es partido! -Diana saltó sobre mí con alegría- ¡Sarah, despierta!

Solté un gemido de dolor y noté que mi amiga me miró preocupada.

-Diana, yo te quiero mucho, déjame dormir.

-¡Es partido! -exclamó ella- No puedes dormir.

-Voy a probarte lo contrario.

-¡Sarah! -me llamó y yo me metí debajo de la sábana cerrádola para que no pudiera meterse- ¡Sarah, Sarah, Sarah!

-Por Dios, estoy dormida no amnésica -me quejé- todavía recuerdo mi nombre.

-Qué alegría -dijo Diana irónicamente- Vamos, levántate.

Negué con la cabeza por debajo de la sábana.

-Mira -dijo Diana- si te levantas y vienes con nosotros al partido, te dejo que vayas a hacer con Potter lo que sea con lo que lo estés ayudando, siempre y cuando no se pase de listo contigo.

Saqué mi cabeza de la sábana y abrí los ojos. La miré.

-¿Cómo sabes que lo estoy ayudando con algo? -inquirí.

Diana me dedicó una amable sonrisa.

-Porque te conozco -dijo simplemente.

Le sonreí.

-¿Y no me vas a preguntar qué es en lo que estoy metida?

-Yo no pregunto, tú no preguntas ¿recuerdas? -Diana se deslizó dentro de la cama conmigo- Solo espero que no sea nada muy peligroso.

Me sentí profundamente agradecida hacia ella. Diana no tenía nada que ocultar para mí, al contrario que yo. Pero ella respetaba mis reglas aunque no le parecieran bien.

Tras el Andén 9 y 3/4 (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora