Capítulo 20

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-Por favor. . .

-No.

-Por fiii, Diana. . .

-Te he dicho que no.

-Por favor, Di.

-¡No! y deja de insistir -exclamó Diana enfadada- tengo que terminar la redacción de Transformaciones.

Me tumbé en el sillón dando un suspiro melodramático que no produjo ningún efecto en mi amiga.

Desde hacía tres días, Diana y Adrián me vigilaban como mis guardaespaldas personales. No habían hecho preguntas sobre qué hacía James en las mazmorras y porqué había desaparecido (No yo pregunto, tú no preguntas, yupi) pero no les había gustado que fuera tan "cercana" a Sirius. Algo razonable, teniendo en cuenta lo cabrón que había sido él mandando mi reputación a las cloacas (todavía recibía miradas de pena de medio Hogwarts) pero consideraba que toda esa protección por parte de mis amigos era un poco exagerada. Parecían un padre y una madre sobreprotectores. Solo faltaba que me dijeran que era por mi bien.

-Es por tu bien, Sarah.

Mi intención de fulminar con la mirada a Diana se vio impedida por la postura en la que estaba. Diana estaba sentada en una de las mesas de nuestra Sala Común terminando los deberes. Yo, después de dar vueltas por la sala intentando convencer a Diana, me había tumbado en el sillón más cercano (al fuego y a ella). La opción de escaparme quedaba borrada y olvidada, podía hacerlo pero ellos se enfadarían conmigo y los decepcionaría. Y ellos eran mis únicos amigos. Corrección: aparte de mi hermana, ellos eran las únicas personas que se preocupaban por mí. Y esa, era una sensación agradable. Y el porque de la razón de que no hubiera salido corriendo cuando Diana fue al baño.

Me moví, intentado encontrar una postura cómoda, y volví a insistir:

-Pero es absurdo que este aquí sin hacer nada.

-¿Has terminado tus deberes? -inquirió Diana alzando una ceja.

Rodé los ojos.

-Sí, mamá.

-Duérmete.

Fruncí el ceño.

-No tengo sueño.

Mi amiga ladeó la cabeza sin dejar de mirar sus deberes.

-No has dormido casi nada en esta semana, Sarah, estoy segura que tienes sueño. Necesitas dormir.

Me tensé de inmediato. 

-¿Te he despertado? -pregunté cuidadosamente.

-No importa lo mucho que hechices tus cortinas para que no escuchemos tus gritos . . .

Diana no pudo seguir hablando, Adrián entró en nuestra Sala Común y le dio una gran patada a la mesa dónde Diana hacía los deberes. Su expresión generalmente apacible había sido sustituida por una de rabia que avisaba que mandaría a la mierda a cualquier persona que le hablara.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Diana.

Me dí una palmada mental.

-Deduzco que algo no muy bueno -intervine justo cuando el Ravenclaw se volvía hacía Diana con furia.

-¡No me jodas, Sherlock! ¿Cómo te has dado cuenta? -bramó Adrián.

Vale, que Adrián Spir utilice la ironía con mala leche es sinónimo de que algo muy malo había pasado. Y de que iba a descargar su furia en nosotras.

Fue en ese instante cuando Diana decidió que hacer los deberes era muy importante. Al parecer su amor por Adrián no incluía aguantarlo en aquellos momentos. Iba a ser complicado cuando se casaran.

-Del uno al diez, ¿cuánto de enfadado estás? -pregunté.

-¡Un millón, y por tu culpa!

Abrí los ojos sorprendida. Adrián siempre me había defendido, sin importar la broma o la estupidez que hiciera, él siempre me defendía.

-¿Qué ha pasado? -pregunté preocupada.

-¡Potter! ¡Eso ha pasado! -exclamó furioso.

Y eso fue suficiente para que los deberes de Diana pasaran a segundo plano para ella.

-¿Qué ha hecho?

-¿Qué no ha hecho? Querrás decir. Lleva una semana dirigiendo todas sus bromas a Ravenclaw -empezó a explicar- Nos llueve dentro de la Sala Común, la estatua de Rowena está cada día de un color y con unos bigotes diferentes, las puertas están pegajosas y cada vez que las tocamos se nos pegan las manos, las varitas desaparecen, los libros nos huyen y algunos estallan en llamas, y. . . -Adrián tomó aire- Hoy han colado a unos Duendecillos de Cornualles en nuestra Sala Común después de darles café.

Apreté los labios para no soltar una carcajada.

-¿Y por qué tengo yo la culpa?

-Porque si tú no hubieras aceptado la cita con Potter ahora él no querría reunirse contigo a solas y no se hubiera molestado porque yo os interrumpiera el otro día.

-¿Y por qué lo hiciste? -pregunté y me levanté de un salto- Puedo cuidarme sola.

Adrián soltó una carcajada sin gracia.

-¿Cuidarte sola? ¿Te estas quedando conmigo? ¿Quieres que me ponga aquí a hablar del tema del que no hablamos por qué no puedes afrontarlo? ¿O prefieres que sigamos fingiendo que todo esta bien y que. . .?

-¡Adrián, para ya!

Nos giramos hacia Diana. La chica no había alzado mucho la voz pero había logrado contener al Ravenclaw y que se callara. Le dí la gracias interiormente, estaba a punto de llorar.

-No estas siendo justo -continuó Diana con toda tranquilidad.

-Esta bien -soltó Adrián aparentemente mucho más tranquilo- Lo siento, no volveré a ese tema, después de todo la chica que puede cuidarse sola pero que dejó que un gilipollas guapo enviara su reputación a la mierda no tiene que preocuparse que a su mejor amigo le estén jodiendo la vida ese imbécil y sus amigos, ¿no?

-Sí -respondí tranquila y salí lo más deprisa de allí.

Esa fue la primera vez que los oí discutir. Los oiría muchas más veces a lo largo de ese año y durante los distintos años hasta el último curso. Aunque esas fueran por otros motivos.

Sabía que Adrián cuando se enfadaba era muy temperamental y que luego se arrepentiría y me pediría perdón de corazón. No era la primera vez que pasaba. Y como la vez anterior quise estar acompañada.

No sé porque las personas se empeñan en estar solas cuando les pasa algo malo o cuando están tristes. Es mejor rodearte de gente que tenga algo que hacer y no sepa nada de lo que te pasa. El movimiento apaga el dolor y distrae la mente.

Pensé que podría buscar a Paul, a Lucas o incluso a Katherine Sheperd (y de paso decirle la respuesta a su adivinanza) en cambio me encontré con Albus Potter.

Nunca olvidaré ese día.



Tras el Andén 9 y 3/4 (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora