4. Presencia abrumadora.

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—Nash —susurré largando un doloroso suspiro. Hacía tiempo que no su nombre no había resbalado de mis labios, de hecho nunca pensé que volvería a hacerlo. 

No creí, ni por un segundo, que volvería a verlo.

Él simplemente abrió sus labios con intenciones de decir algo pero se contuvo y volvió a cerrarlos.

—Es Nicolás, mi amor —dijo Carla recordándome su presencia e interponiéndose en mi visión.

Aproveché de respirar con fuerza para recobrar la compostura mientras ella se presentaba y dejé en el suelo las cosas que cargaba en mis manos porque sentía cómo la fuerza me abandonaba poco a poco.

—De hecho mi nombre es Nash —se presentó con una voz un poco más gruesa de la que recordaba, aunque ya no lo hiciera mucho, sabía que su voz había cambiado.

Él observó a mi novia durante unos largos segundos y tendió su mano con amabilidad y delicadeza. Seguía mostrándose amable cuando conocía una persona.

—Amor —me llamó Carla pero no podía mirarla en ese momento. Mis ojos estaban prendidos a ese nuevo Nash que se encontraba a escasos metros de mí. —Bebé...

—Ian —dijo Nash provocándome un salto. Pestañeé con rapidez y di un paso atrás cuando él amagó con acercarse a mí.

Si él seguía siendo el Nash que yo recordaba no sería un buen saludo el que recibiría de su parte. Él correría hacia mí y me daría un buen golpe que me dejaría en el suelo; no le importaría que Carla estuviera allí, no le importaría el escándala que se armaría luego de golpearme. De hecho, él esperaría a que yo me levante y volvería a pegarme. Pero no se quedaría conforme con aquello porque ni una paliza que me dejara en coma podría compararse con el dolor que yo le había causado.

—Ha pasado algún tiempo —continuó él acercándose con cuidado ya que había se había percatado del miedo que tenía en aquel momento. Me sonrió con tranquilidad y estiró su mano a la mía. —¿Ian estás bien?

No pude mirar su mano, no quería anticipar el golpe que podría darme porque sabía que lo merecía y si lo veía venir trataría de esquivarlo. Así que mantuve mi mirada en la suya y me concentré en respirar porque se me estaba haciendo demasiado difícil.

—Ian le tiene un poco de miedo a los espacios altos y cerrados, me enteré ayer —se apresuró a decir Carla interponiéndose entre nosotros y tomando mi rostro para captar mi atención.

Apenas la miré sólo para liberarme de su agarre y retrocedí un paso dándome cuenta de cuán pesado se sentía mi cuerpo. Mis piernas flaquearon y mis manos buscaron lo más cercano para sujetarme y no caer.

Oí como Carla buscó una silla y pronto estuve sentado.

—Traeré un poco de agua —avisó Nash con la naturalidad de alguien que se encontraba con semejante caso como el mío. —Es increíble que a pesar de tiempo le sigas temiendo a esas cosas Ian, pensé que eran cosas de niños.

—La verdad es que yo me enteré ayer y estaba muy sorprendida —dijo la chica que se había arrodillado frente a mí y buscaba mi mirada con insistencia. —Pero cuando vinimos a este departamento creí que podía soportarlo...

—Puedo hacerlo —aseguré con voz ronca llamando la atención de los dos. —Puedo enfrentar esto, no es la gran cosa.

Carla me miró facinada por la determinación de mis palabras. Nash, que se había acercado a nosotros, se encontraba sorprendido y podía decir porqué: él estaba seguro que saldría corriendo de allí y yo le estaba diciendo que lo enfrentaría, esta vez no huiría. Pero también le estaba dejando en claro que no era la gran cosa y eso podía estarlo molestando. No estaba seguro si provocarlo en aquel momento era una buena idea, aunque claro que pensar no estaba en mis prioridades, respirar con normalidad era lo más importante.

Carla recibió el agua y me la tendió. Tomé sin ganas y los observé mientras tomaban asiento en la pequeña mesa cuadrada.

—¿Estás mejor? —consultó mi novia recibiendo un movimiento afirmativo de mi parte. —Me alegro.

—Sergio no mencionó a ningún Ian —dijo Nash con voz relajada. —Él dijo que un tal Liam se mudaría conmigo... estoy un poco sorprendido.

—Sí, bueno, él dijo que tú te llamabas Nicolás —respondí con brusquedad. —Aparentemente le gusta cambiarle los nombre a las personas.

—¿Ustedes ya se conocían?

—Sí —respondió Nash a Carla con una amable sonrisa. —Solíamos asistir a la misma primaria... pero hace unos ¿Cuántos Ian? ¿10 años que no nos vemos? Ya no lo recuerdo, no soy bueno con las fechas.

Mentiroso. Nash se había convertido en un mentiroso. No íbamos a la misma primaria, hicimos todo juntos desde que teníamos uso de razón. Peléabamos para quedar en los mismos salones, y hasta cuarto año de secundaria estuvimos juntos. Pero él estaba mintiendo. O quizás no, quizás ya no recordaba cuándo había sido la última vez que nos habíamos visto.

—¿Y se llevaban bien?

—Apenas nos conocíamos —continuó Nash prendiendo un cigarrillo. —Pero sí, podría decirse que nos llevábamos bien.

—Eso es grandioso cariño —festejó Carla tomando mi mano. —No deberás soportar a un extraño y parece buen tipo ¿No Ian? Hasta es apuesto.

—Carla, por favor —pedí apretando su mano. —Ya te dije que la gente puede pensar que les coqueteas cuando haces ese tipo de observaciones.

—Lo lamento —se disculpó ella observando a Nash. —Pero es cierto.

—Gracias —rió el chico con aquella risa comprometida. Él rara vez reía con autenticidad. Yo conocía todas sus reacciones: en ese momento él estaba siendo amable. —¿Tú como has estado Ian?

—Bien. ¿Y tú?

—Bien también —respondió alzando las cejas con sorpresa. Obviamente Nash sabía que el único que se podía mostrar molesto u ofendido era justamente él, no yo. —¿Tus padres?

—Oh... tú los conoces —dijo Carla mostrándose un poco perdida. La entendía, si no éramos más que un par de conocidos era raro que lo hiciera. Ella era de todo, pero no estúpida.

—Ellos eran los farmacéuticos del pueblo, todos los conocían —sonrió con tranquilidad.

—Ellos están bien —contesté cuando sus ojos fueron nuevamente a mí. Esa mirada era la primera que veía en él que no podía leer. —En este momento están siendo bastante rudos conmigo, pero supongo que está bien.

—¿Por qué dices eso?

—Lo obligaron a independizarse —suspiró Carla tomando mi vaso para darle un trago. —Hace unas semanas...

Dejé que ella contara la historia del porqué me encontraba en aquella situación y en medio de la charla me disculpé con ellos para poder ir a acomodar mis cosas en la habitación. Necesitaba un poco de espacio en aquel momento, necesitaba huir un poco de la presencia abrumadora de Nash.

Temporal: Pasado Presente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora