Si Nash hubiera mencionando "nuestro propio contrato" algunos años antes, yo hubiera roto en carcajadas y él también. Habríamos llevado el tema al famoso libro pornográfico en el que firman un contrato y nos habríamos reído de cómo algo con tan poco sentido pudo llegar a obtener tanta fama.
Pero en ese momento no podíamos bromear con eso. Es más, quizás a Nash le gustara esa literatura vacía, ya no estaba seguro de nada.
Cuando se paró en busca de su computadora para redactar el contrato me di el gusto de respirar profundo y masajear mi pecho. No se lo demostraría pero todo lo que él me había dicho había dolido mucho. No creía que se pudiera comparar con lo que yo le había hecho, pero el simple hecho de que dijera que ya ni siquiera le importaba, me había herido el corazón al mismo nivel que cuando decidí dejarlo.
Aproveché de tomar dos largos tragos del café que Nash me había preparado cuando se sentó nuevamente frente a mí y esperé paciente a que prendiera el aparato.
—Quizás fui muy cruel con lo que dije antes —susurró con sus ojos fijos en la pantalla que le devolvía un brillo claro. —No te voy a pedir disculpas, porque no siento que debería hacerlo, pero sí quiero que sepas que soy consciente de que fui malo contigo. Y no te prometo ser bueno tampoco, no creo que me salga de forma natural.
—No hay problema.
—¿No lo hay? —preguntó burlón. —Deberías verte la cara amigo.
—Muérete —escupí antes de mover mis ojos de los suyos que se entrecerraban maliciosamente. Respiré una vez recordándome que debía ser fuerte, más aún al darme cuenta que él aún podía leerme. Carraspeé y continué como si nada hubiera pasado. —Así que... ¿Cuál es tu plan?
—Escribiremos puntos de convivencia en general y en particular.
—Continúa.
—En general, por ejemplo, tú te encargas de la limpieza y la cocina y yo de mantener el orden.
—Sí, claro —me quejé robándole una carcajada que se perdió en el silencioso lugar.
De pronto me di cuenta que un poco de música, o ruido, no sé, algo, debería distender un poco el ambiente. Pero claro que no lo mencioné, aún no me sentía como en casa.
—¿Te parece que hagamos diagramas de limpieza de cuatro veces por semana? ¿Dos días cada uno no está mal? —asentí y él procedió a anotarlo. —También creo que está demás que intentemos mantener el orden... quiero decir, se ensucia algo y se limpia, si sacamos algo lo volvemos a su lugar y así.
—Claro. ¿Qué pasa con el lavado de la ropa y las comidas? ¿Hacemos una compra general o cada cual compra sus cosas?
—Iremos como una pareja al supermercado.
Otra vez el silencio incómodo me picó la piel. Lo miré con nerviosismo hasta que sonrió de costado.
—Sigues siendo tan idiota como siempre Ian —se quejó por lo bajo. —En cuanto al lavado de ropa, tengo lavarropas —señaló un apartado camuflado con un mantel. Asentí, no lo había visto porque no me había tomado el tiempo de husmear el lugar. —Y la comida es un poco complicado... yo no estoy casi nunca en casa por lo que generalmente almuerzo o ceno afuera. En cuanto al desayuno es lo único que tomo aquí si es que no paso la noche en la casa de Alex.
—Oh... de acuerdo. Es mejor que hagamos compras separados entonces.
—Pero para las cosas de la casa deberíamos comprar juntos —asentí. Eso cada vez estaba tomando mejor forma y me estaba agrandando un poco. —Con respecto a las visitas...
—Ya hablé con Carla que no la quiero metida aquí todo el tiempo, no te preocupes. Ella entiende que necesito mi espacio y en caso de querer verla puedo ir a su casa.
—Si, mis amigos tampoco suelen venir mucho. Menos ahora que saben que tengo un compañero malhumorado viviendo conmigo.
—¿Malhumorado? —interrogué con curiosidad.
—Lo dije para que se mantengan alejados —respondió encogiéndose de hombros. Respiró profundo y cambió su mirada relajada por una seria. —Ahora las reglas particulares.
—¿Por ejemplo?
—Nadie se enterará de lo que tuvimos. Nunca —dijo mirándome directamente a los ojos. —No sé tú, pero yo no le he contado a muchas personas quién fuiste en mi vida. Y a dado lo que hablamos anteriormente no creo que tú lo hayas dicho tampoco.
—Está bien —acepté sin vueltas. Yo no tenía amigos y Carla no sabía nada de él tampoco. Sí sabía que había tenido una relación larga con una persona pero nunca mencioné el nombre de Nash. Ella no tenía ni una sospecha que antes yo había amado a un hombre.
—Bien —respiró profundamente y empujó la computadora. —No creo que sea buena idea que nosotros toquemos ese tema tampoco.
—Entiendo.
—Pero antes de que lo convirtamos en una regla, quiero saber el por qué Ian. ¿Porqué me dejaste de un día para otro sin siquiera darme una explicación? ¿Por qué me dejaste solo la noche en que toda mi familia murió?
ESTÁS LEYENDO
Temporal: Pasado Presente.
RomanceIan tiene muy en claro que hay cosas del pasado que no se pueden cambiar, pero también sabe que él tiene la habilidad de congelar algunos recuerdos y es feliz viviendo de esa manera. ¿Qué pasará cuando uno de esos recuerdos aparezca en el presente...