36. Por el bien de ambos

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Exactamente cuando comenzaron los créditos de la película tocaron la puerta. Nunca entendí porque había portero si siempre podían acceder hasta el departamento.

Ninguno de los dos nos movimos cuando tocaron la primera vez. Por lo menos yo no quería que aquello maravilloso que estaba ocurriendo acabara tan deprisa. Supongo que Nash pensaba lo mismo, pero cuando tocaron por segunda vez se movió largando un suspiro de molestia. No lo dejé ir de inmediato, tiré de él hasta acercarlo a mí y aproveché para besarlo un poco más.

Cuando tocaron la tercera vez apoyó su frente en la mía y susurró un "Debo atender". Sí, debía. Incluso yo sabía que debería haber ido yo por ese llamado porque seguramente sería Carla. Pero no quería verla en ese momento.

Sin embargo, por la reacción de Nash, era evidente que la recién llegada no era ella.

—Oh por dios —largó Nash obligándome a girarme a él que se abalanzaba contra la recién llegada para envolverla en un abrazo. Mamá estaba ahí.

—¿Nash? —consultó mi madre totalmente anonadada.

Me puse de pie con cuidado y los observé detenidamente. Él prácticamente la estaba asfixciando con el gesto y mamá estaba a punto de romper en llantos.

Apenas le dio un espacio la mujer se separó de Nash para observarlo con detenimiento, sujetando su rostro y acariciándolo, como una madre que hace tiempo no ve a su hijo. Por detrás de ellos mi padre miraba con el ceño fruncido la escena.

—¿Qué estás haciendo aquí? —quiso saber antes de dirigir su mirada a mí. Yo bajé la cabeza al piso, no podía responder a eso sin desatar una discusión. En su momento, ellos me habían advertido que no me querían cerca de Nash bajo ninguna circunstancia. Lo que yo le había hecho al chico era terrible y no permitirían que lo dañara una vez más.

—Es una historia muy graciosa Patricia ¿Por qué no pasan así les contamos? —consultó lleno de emoción indicándoles la sala. A continuación se acercó a mi padre y lo abrazó con la misma intensidad con la que lo hizo él. —Qué gusto verte viejo.

—Lo mismo digo —sonrió papá más conmovido de lo normal.

El saludo de los recién llegados para conmigo fue incómodo. Nada de abrazos o saludos calurosos, es más, apenas me dieron un "Hola hijo ¿Cómo estás?" y luego nada. Se sentaron juntos en el sillón de dos cuerpos dejándonos a Nash y a mí frente a ellos en los sillones individuales.

—Creo que te hice una advertencia tiempo atrás Ian —dijo papá con seriedad y esa voz que ponen los padres, esa que no importa los años que tengas siempre te pone la piel de gallina por el miedo que provoca. —Además creí que ahora estabas de novio con Carla.

—Nicolás —lo calmó Nash con amabilidad. —No es lo que parece.

—Pues si no es así, explíquenme por favor.

Fue mi compañero quien se encargó de explicar todos los acontecimientos hasta el momento mientras mi padre no quitaba sus ojos de mi persona. Fue mucho más incómodo que la vez que les informamos que éramos novios y nos amábamos. Incluso, esa vez todos parecían saberlo desde antes, en cambio, ahora era toda una sorpresa.

Me puse de pie cuando supe que no podía soportar más su mirada juzgadora. Ofrecí café y, aunque nadie me di un sí, me dispuse a prepararlo con la mayor paciencia del mundo. Nash seguía riendo tras de mí, contando algunos aspectos de su vida, hablando de sus amigos, de mi novia, de todo en general. Mamá le respondía y le hacía preguntas, papá no había dicho ni una sola palabra.

—Ian —dijo tras de mí la voz del hombre haciéndome sobresaltar. Me giré a él con cuidado y lo interrogué con la mirada. —Vamos por unas facturas para acompañar ese café.

—Tengo pan —ofrecí nervioso, pero claro que esa no había sido una invitación. Había sido una orden.

—Vamos.

Bajé la cabeza y lo seguí fuera del departamento ante la mirada curiosa de mamá y Nash. No dijo absolutamente nada mientras bajábamos las escaleras, ni cuando llegamos a la calle, ni en la panadería, ni de regreso. Era obvio que él estaba buscando las palabras correctas y no las estaba encontrando, eso era peligroso.

Tomó mi brazo cuando nos disponíamos a reingresar en el edificio y apretó con fuerza.

—¿Cuántas veces tengo que hablar contigo sobre Nash, Ian?

—Él ya te dijo cómo fueron las cosas.

—¿Coincidencia? ¿Casualidad? —quiso saber sarcástico. —¿Acaso crees que soy idiota? ¿Crees que no te conozco? Soy tu padre Ian, por dios santo.

—Papá, te lo juro, esta vez no hice nada.

—¿Como aquella vez? —interrumpió de mala gana. Bajé la mirada avergonzado. Mi padre era el encargado de recordarme, cada vez que podía, lo mal que había actuado en el pasado. —Lo peor es que no logro entender cómo es que Nash simplemente te perdonó. Sí yo hubiera sido él...

—Lo sé papá, lo has dicho muchas veces.

—Tú sabes lo que tienes que hacer ¿No? —lo miré inquisitivo y le di una negativa. —Debes marcharte lo antes posible.

—No.

—¡Ian! —exclamó con enojo. —¿Quieres lastimarlo una vez más?

—No es como en el pasado papá, no le haré daño esta vez.

—¿No? ¡Por favor! Ni tú te crees eso. Tienes una novia ahora, una con la que tienes grandes planes. No creo que esos planes incluyan a Nash...

—¿Por qué no? —confronté de mala gana. Claro que me arrepentí de inmediato, la mirada de papá fue mortal.

—¿Te quedarás con los dos? Porque te puedo asegurar que Nash aún siente cosas por ti... y podría decir lo mismo de ti —respiré repetidas veces para no gritarle y luego simplemente tragué saliva bajando la mirada al suelo. —Eres tan egoísta Ian, no puedo creer que a pesar de los años sigas siendo así. Debes dejarlo ir. De una vez por todas. Fue tu decisión en primer lugar, tú decidiste esto.

—Pero...

—Ian. Debes hacerlo. Por el bien de ambos.

Temporal: Pasado Presente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora