6. Lo que fuimos

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No oí más de la conversación que mantenían porque sinceramente no quería saber más de su vida. Así que me dediqué a ordenar en silencio y con calma hasta que sentí una presencia pesada que me obligó a girarme hacia la puerta.

Allí, recostado sobre el marco y con un cigarrillo entre sus dedos se encontraba Nash observándome distraídamente.

—¿Carla?

—Dijo que iría por unas cosas para que almorcemos —respondió adentrándose y sentándose en su cama. En su mesa de luz había un cenicero así que supe que debía comenzar a acostumbrarme a aquel olor. —¿No te molesta que coma con ustedes? Hoy no curso hasta la noche.

—Está bien, no me importa.

—Bien —susurró. —Así que... ¿Te quedarás?

—No tengo mucha opción ¿Sabes? Gasté todos mis ahorros para mudarme aquí.

—¿Te dijo Sergio no lo dejaré no? —consultó señalando el cigarrillo. Asentí y él levantó sus cejas. —Pensé que odiabas el cigarrillo.

—No estoy en posición de quejarme, supongo que en algún momento te pondré al tanto de mi situación, si es que Carla ya no lo hizo —dije lo más amable que pude continuando con el orden de mi nueva cama.

Nash se quedó en silencio por varios minutos mientras yo metía mi ropa en el espacio libre del placar. Yo no sabía qué decir tampoco... ¿Debíamos hablar normal o debíamos hablar de lo que había pasado antes de que dejemos de vernos? ¿Serviría de algo para alguno de los dos traer esos recuerdos dolorosos?

—¿Cómo has estado? Han pasado muchos años... —fue él el primero en romper el silencio. Suspiré recordándome que debía ser amable, que Nash no tenía la culpa de nada.

—Bien, tú sabes —respondí sentándome en la cama cuando mis piernas dejaron de tener fuerzas. Disimulé aquello tomando mi celular que descansaba ahí y no me atreví a mirarlo a la cara. —Estudiando, trabajando... pero todo a mi tiempo. Es por eso que mis padres me dieron un ultimátum

—Me sorprendí por eso, siempre fuiste muy consentido.

—Mamá se cansó de mí, eso es todo —sonreí apenas mirándolo. ¿Por qué me costaba tanto mirarlo y él no parecía tener problema con aquello? Quiero decir, Nash no dejaba de verme ni siquiera para pestañar. —¿Qué hay de ti?

—Lo mismo —suspiró y apagó el cigarrillo a medio fumar. Se lo agradecí, realmente me estaba costando respirar con tanto humo allí dentro. —Empecé a trabajar en cuanto terminé el colegio y comencé la universidad hace tres o cuatro años —se quedó pensativo y me sonrió —no sé, sabes que soy malo para las fechas. No quería presionar a mis padrinos con el dinero así que primero quise tener unos ahorros.

—¿Estás con tus padrinos? —largué y me di cuenta de inmediato que ese era un tema delicado el cual debía esquivar de ahora en más. Él bajó su vista y asintió. —¿Cómo están ellos?

—Bien.

—Eso es bueno —sonreí pero él no lo vio. Ya no estaba mirándome, sus manos parecían realmente interesantes en ese momento. —Sí Carla pregunta cosas tú puedes decirle que no quieres hablar de algunos temas ¿Sabes? Ella suele ser muy metiche pero entiende rápido cuando le dicen que está hablando de más.

—Ella es linda —dijo otra vez mirándome. Pero esquivé sus ojos. —Veo que has mantenido el buen gusto.

—Idiota —largué con risa nerviosa. Él también rió.

—Sergio me dijo que no quisiste los otros departamentos... ¿Todavía no soportas los lugares altos?

—Ni tan pequeños —suspiré con cansancio. A pesar de los años de terapia no parecía haber mejorado ni un poco. —¿Por qué tú no estás en el monoambiente?

—No quería tener que compartir con todos esos adolescentes. Prefería soportar a uno que a 20 intentando en vano cocinar algo decente... —se puso de pie y abrió la ventana dejando correr el frío del medio día. Se lo agradecí, el ambiente aún estaba pasado a olor a cigarrillo y, a pesar de disimularlo bastante bien, no lo estaba sobrellevando de igual manera. —De todas maneras este departamento es alto, creo que algo de tu fobia se ha mejorado.

—¿Tú crees? —consulté dirigiéndome a su lado y mirando al vació. —Siempre y cuando esté resguardado tras una pared, no hay problema en esta altura. Pero no me pidas salir al balcón porque eso sí sería imposible —reí y me giré a verlo.

No me había dado cuenta, no había prestado atención, había sido lo suficientemente idiota como para acercarme tanto a él, que apenas había un espacio entre nosotros. Sus ojos estaban en los míos que quizás por primera vez le sostenían la mirada. Me ahogué con un suspiro. A pesar de los años seguía doliendo, mi pecho al mirarlo seguía doliendo.

Cuando quise retirarme un paso, Nash se acercó a mí y dejó caer su cabeza abatida en mi hombro dejándome completamente estático en mi lugar.

Él estaba temblando, su cuerpo entero emitía vibraciones sobre el mío y sus manos, al cerrarse en mi espalda baja, también temblaban. Yo tragué saliva incapaz de moverme y sin saber bien qué hacer al quedarme allí.

—Sólo —susurró afirmándome más fuerte a su cuerpo —te prometo que es sólo este abrazo y luego lo dejaré ir... todo, no volveré a hablar del pasado. No te pediré explicaciones ni mucho menos una disculpa, no volveré a mencionar siquiera que nosotros éramos lo que fuimos. Sólo déjame tener esto, tú sabes que me lo debes.

Suspiré profundamente porque sino rompería en llantos en ese mismo momento y tiré mis brazos por encima de sus hombros para devolverle el abrazo. Increíblemente me acercó más a él y apretó con más fuerza. Dolía y dolía mucho, pero era un dolor dulce. Yo lo había extrañado y él también.

La voz de Carla nos obligó a separarnos. Puede que hayamos estado más de diez minutos abrazados, no lo sé, pero nos habríamos quedado mucho más si ella no hubiera regresado.

Nash fue el primero en romper el abrazo y esperó paciente a que yo soltara su cuello. Me separé de él y lo miré fijamente a los ojos, estábamos tan cerca y a la vez tan lejos. Apoyé mi frente en la suya y le sonreí antes de rozar mi nariz con la suya para luego dejarlo ir.

Otra vez lo estaba dejando ir.

Temporal: Pasado Presente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora