De todos los lugares donde pensé alguna vez encontrarme a Ian, mi propio apartamento nunca había pasado por mi mente ni una sola vez.
Recuerdo que ese día había sido de lo más normal. Había visto a Josh por la mañana y me encontraba un poco molesto por tener que recibir a mi nuevo compañero de habitación, me quejé mucho rato sobre eso y volví a esperarlo pacientemente mientras miraba un documental sobre peces.
Ni siquiera puedo explicar lo que sentí cuando su imagen apareció frente a mí.
Al principio pensé que me había dormido y estaba soñando. Pero no podía ser posible, mi mente siempre me jugó malas pasadas cuando se trataba de intentar soñar con Ian y, a decir verdad, hacía muchos años que no rogaba hacerlo. Su imagen había desaparecido de mis recuerdos y estaba seguro que si fuera un sueño no sería así como lo vería, sino más bien como el chico de 18 años que me había abandonado tiempo atrás.
Luego pensé que estaba alucinando. Pensé que quizás había dejado el gas prendido y en el estado anterior a la muerte mi mente me estaba mostrando el más grande deseo que jamás había tenido.
También pensé que por alguna razón estaba confundiendo a ese extraño con Ian... que en realidad no era él. Pero cuando vi la palidez en su rostro y el miedo en sus gestos supe que a pesar de sus cambios definitivamente era él.
El chico se quedó estático, con su boca entre abierta y el terror pintado en sus rostros. Él sabía que se merecía una paliza de mi parte. Pero eso hubiera sido unos años atrás, ahora solamente podía observarlo, reconocerlo una vez más.
—Nash —largó volviéndome a la realidad del momento.
Demonios. Su voz seguía siendo la misma de siempre. Tragué saliva e intenté largar un saludo, pero nada salió de mi garganta, por más que intenté con mucha fuerza simular un saludo amable no pude decir absolutamente nada. Sólo pude mantener mis ojos fijos en su persona.
—Es Nicolás, mi amor—aseguró una pequeña criatura apareciendo de la nada en nuestra escena. La observé una milésima de segundos preguntándome quién era ella. —Soy Carla, mucho gusto.
¿Mi amor? ¿Acaso eso era una maldita broma?
Sonreí por inercia y apreté su mano con delicadeza.
—De hecho mi nombre es Nash.
Ella sonrió coqueta y me liberó para observar por su hombro al chico que aún estaba tan pálido como hacía unos segundos atrás, incluso podía asegurar que ahora se veía un poco peor.
—Amor —dijo acercándose a él e intentando en vano llamar su atención. En ese momento sus ojos parecían que se quedarían fijos en los míos para siempre. —Bebé...
—Ian —lo llamé amagando con acercarme para chequear su estado. Pero me detuve cuando noté su sobresalto y su intención de correr lejos de allí.
Me detuve tragando saliva. ¿Por qué parecía que a él le estaba molestando aquella situación más que a mí?
La chica tomó su rostro y él tardó un poco más en poder apenas mirarla. Era evidente que estaba controlando todos mis movimientos. Reí para mis adentros ¿De verdad pensaba que podía dañarlo en aquel momento y con una testigo presente? ¿Acaso estaba demente? ¿Tan poco me conocía?
—Ha pasado algún tiempo —dije con cuidado intentando tranquilizarlo con una sonrisa. Estiré mi mano y esperé alguna respuesta de su parte, pero no había ni un indicio que pudiera hablar o hacer algo más que mirarme. —¿Ian estás bien?
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Temporal: Pasado Presente.
RomanceIan tiene muy en claro que hay cosas del pasado que no se pueden cambiar, pero también sabe que él tiene la habilidad de congelar algunos recuerdos y es feliz viviendo de esa manera. ¿Qué pasará cuando uno de esos recuerdos aparezca en el presente...