No fue algo lindo, ni siquiera romántico, mi acción había sido totalmente impulsiva y había terminado por lastimar su labio inferior de donde comenzó a salir un poco de sangre.
—Lo lamento —dije de inmediato pasando mi dedo por su herida. —De verdad, verdad lo lamento...
—¡Ian!
—¡Ya voy Carla! —exclamé perdiendo la paciencia. Nash sólo rió bajando su cabeza al suelo.
—Así que ella pudo hacer lo que yo nunca pude —observó arrastrando sus pies con dirección al baño a donde, por supuesto, lo seguí.
—¿Hacer qué? —quise saber observándolo tomar un algodón y un anticéptico para llevarlo a su labio.
—Hacerte perder los estribos —rió con fuerza mientras un suave golpeteo continuaba en la otra habitación. —Siempre fuiste tan paciente. Y pensar que me hubiera gustado provocar lo que ella hace contigo —me miró unos segundos y volvió su vista al espejo. —No la hagas esperar más... a parte, me está poniendo de mal humor con su insistencia.
—Sí, lo lamento —me disculpé de inmediato antes de retirarme de allí.
Respiré profundamente antes de abrirle: Carla lucía hermosa como siempre y traía una gran bolsa colgando de su mano. Me sonrió, besó mi mejilla e ingresó sin ser invitada. De inmediato comenzó a hablar aunque tardé un poco en entender de qué iba su cháchara.
—Así que pensé ¿Por qué no paso a dejarle algo de comida al chico más lindo de la ciudad? —consultó mientras invadía la heladera sin siquiera preguntar si podía. —Por cierto... ¿Por qué no me abrías?
—Nash tuvo un accidente, lo estaba ayudando —mentí restándole importancia.
—Pero estuve mucho rato tocando el portero —insistió dejando de ingresar comida para mirar mi reacción.
Claro que no pude responder, Nash regresó del baño y mintió por mí. Él era mejor que yo en eso de los engaños.
—¿El porterto? ¿No te lo dije? —consultó acercándose a la sala con el apósito aún en su labio. —Hace meses que no funciona.
—Oh... no lo sabía —respondió Carla con tono de molestia. —Por suerte un chico me dejó pasar porque sino hubiera estado años ahí.
—La próxima vez que vengas llama antes —sugirió Nash de manera descortés. Sonreí antes de interceder. —Digo, así no tendrás que esperar tanto.
—Nash... no —susurré porque sabía que Carla, de mal humor, era incluso peor que él. —Cariño —la chica llevó su mirada furiosa a mí. —Escríbeme la próxima vez ¿Si? Quizás yo no esté o no pueda atenderte en ese momento. Recuerda que ahora no vivo solo ¿Bien?
—Como sea.
—Carla —advertí y ella se encogió de hombros.
—Mira Nash, sé que eres gay, si estás a la defensiva porque me enteré no te preocupes. No soy prejuiciosa — comenzó y suspiré porque sabía que eso no terminaría para nada bien. Me acomodé en mi asiento y comencé a verlos a ambos: Carla estaba ofendida, Nash comenzaba a enfadarse. —Sí soy religiosa y creo en Dios. Pero si es tu elección yo no soy nadie para decirte nada, sé que al final de los días tú serás responsable de tus acciones.
—¿En serio? ¿Esto es real? —quiso saber mirándome a mí. Me encogí de hombros, no pensaba meterme. —Agradezco tu amabilidad muchacha, de verdad. Ahora si me disculpan.
—Espera —se apresuró a decir y yo me pregunté por qué simplemente no lo dejó ir. ¿Por qué tenía que hacer las cosas más difíciles? —Nash de verdad que no tengo nada en contra de la gente como tú... es más, si quieres hablar de tus problemas
—Yo no tengo problemas —la cortó de mala manera.
—Podemos ser amigos si tú quieres.
—Carla —llamé su atención negando con la cabeza.
—Pero quiero ser amiga de él.
—Yo no tengo amigas porque les termino robando los novios, así que... —me miró y guiño un ojo consiguiendo que me sonroje. —Iré a descansar. No hagan mucho ruido.
Reí para intentar volver a la normalidad pero me detuve cuando me encontré con la mirada de mi novia. Me levanté para abrazarla y la sostuve allí por varios minutos. Ella no estaba llorando pero sí se encontraba sorprendida.
—¿No tienes miedo de vivir con él? —susurró contra mi pecho.
La observé y sonreí sin responder. No podía decirle que sí, que estaba aterrado y más aún por lo que acaba de pasar minutos atrás. Besé su frente y la apreté a mí cuerpo.
—Sería mejor que te vayas ahora Carla, te dije que no quería verte estos días.
—¿Por qué no? —encaró de mala gana mirando inconscientemente hacia la habitación donde se había retirado Nash. ¿Instinto femenino? No lo sé.
—Estoy estudiando, ya te expliqué. Sabes que me gusta estar sólo en estos momentos.
—¿Solo?
—Bueno, ahora es diferente pero sabes a lo que me refiero.
—Sí, como sea —rezongó tomando sus cosas y dándome la espalda. Pero antes de salir se detuvo. —Ten cuidado con él ¿De acuerdo?
—Carla —solté con cansancio pero no alcancé a decir nada porque desapareció tras la puerta.
Suspirando con cansancio me senté en la mesa para volver a estudiar, aunque claro, ahora me costaría el doble concentrarme.
—Prometo disculparme con ella cuando la vea la próxima vez —aseguró Nash observándome desde el pasillo. —Ya van dos veces que actúo mal, debo compensarla.
—No lo hagas —pedí con preocupación. —Ustedes no se llevarán bien, los conozco a ambos y no lo harán. Así que está bien, no tienes que disculparte por nada, más aún cuando evidentemente no puedes fingir con ella como con los demás.
—Bueno, es difícil fingir visto y considerando que ella tiene algo que alguna vez fue mío ¿No?
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Temporal: Pasado Presente.
RomanceIan tiene muy en claro que hay cosas del pasado que no se pueden cambiar, pero también sabe que él tiene la habilidad de congelar algunos recuerdos y es feliz viviendo de esa manera. ¿Qué pasará cuando uno de esos recuerdos aparezca en el presente...