Josh no dijo nada mientras terminaba de ordenar. Sí dijo cuando se encontraba en la puerta de salida.
—Sé que tienes pocas cosas aquí... y el resto son de Nash —dijo dándome la espalda. —Vendré por ellas eventualmente, pero puedes quedarte la mayoría de ellas. Él no las quiere. En especial ese sofá.
—Lo sé —suspiré sosteniendo mi cabeza. Me dolía y dolía mucho.
—Por ahora se quedará conmigo, más adelante verá que hacer —continuó abriendo la puerta y girándose para verme. —En parte debería agradecer tu irrupción.
—¿Por qué? —quise saber poco interesado. Sabía que venía un ataque y no quería oírlo, pero no tenía mucho más remedio ¿O sí?
—Nash estaba demasiado cómodo con su vida, que tú hayas venido a importunar lo hizo moverse. No para bien, por supuesto, tú lo viste. Pero por lo menos no se quedó en el lugar y pudo mandarte al demonio, algo que debió haber podido hacer años atrás —suspiró con molestia o desahogo, no lo sé. —Lo necesitaba para poder continuar. Ojalá lo hubiera hecho antes de acostarse contigo, de volver a sentir lo que sintió, pero bueno... algo es algo.
—Supongo —me encogí de hombros respirando profundamente con ardor en mis ojos. —Estoy herido también ¿Sabes? No quería que esto terminara así.
—Tú llevaste todo esto a donde está ahora Ian.
—Lo sé, lo sé. Pero yo... yo no quería que terminara con Nash otra vez en esta situación. De verdad... y lo lamento.
—Sí, bueno, pero pasó.
—Sí... lo sé.
Josh me miró unos largos segundos con su mandíbula apretada y luego se retiró de allí sin más palabras que un fuerte portazo.
Largué un suspiro y me desplomé en el sofá. Estaba cansado, me dolía el cuerpo y sentía el pecho apretado, al igual que mi garganta. Siempre había tenido miedo de terminar lastimado, quizás por eso había huido de Nash en primer lugar, pero a cambio de eso la gente a mi alrededor terminaba sufriendo. No sólo él, mi mejor amigo, mi novio, mi amante. Mis padres también, Carla, mi familia. No tenía amigos, nunca los había tenido porque no me gustaba aferrarme demasiado a las cosas ni a las personas. Por eso yo viajaba liviano, siempre había sido así.
Incluso cuando dejé mi casa, luego de la muerte de los padres de Nash, sólo tomé un pequeño bolso y una mochila. Yo tenía ahorros, había ahorrado para poder ir a estudiar con Nash el año siguiente por lo que pude mantenerme por mucho tiempo sin contactar a mis padres o alguien más. Viaje durante dos meses por las rutas del país, de auto en auto de algún buen samaritano que paraba a levantarme, y me hospedé en casa de mis parientes. Eso, por lo menos, hasta que me enteré que Nash estaba tras mis pasos y que mis padres eran sus cómplices.
Yo sabía que él no se quedaría tranquilo después de semejante desplante de mi parte, pero habían pasado dos meses, era imposible que él siguiera viajando tras de mí. Fue por eso que decidí detenerme. Me fui a la gran cuidad y me asenté allí. Busqué un trabajo de medio tiempo, un alquiler barato y me registré en una secundaria para poder terminarla.
Un año después ingresé a la universidad. Mis padres nunca se enteraron de nada. Como dije, tenía ahorros y muchos, así que dependí de ellos por más de dos años. Cuando me quedé sin ellos y me vi en apuros los contacté para contarles dónde estaba y qué estaba haciendo. Estaba aterrado de que pudieran decirle algo a Nash, no quería verlo, tenía miedo a lo que podía hacerme o a lo que podía llegar a sentir por él luego de tanto tiempo. Sí, lo pensaba muy seguido, pero los sentimientos habían ido disminuyendo su intensidad al pasar de los años.
Siempre me imagina que él ya me había olvidado y que había formado la familia que tanto deseaba, y aunque sentía un poco de envidia, yo podía ser feliz por él. Y quería lo mismo para mí, pero yo era demasiado retraído y poco sociable por lo que las relaciones con mis compañeros no se hacían duraderas.
Mamá y papá se ofrecieron a pagarme los gastos que durante esos años no habían hecho y yo acepté, porque lo necesitaba. Me mudé de departamento, tomé un trabajo más relajado en la librería y comencé a dedicarme de lleno a mis estudios, aunque claro, sin motivación era difícil continuar con ellos.
Ni siquiera sé porque había elegido la carrera. Odiaba las artes. Supongo que siempre hacía cosas que no me gustaba como una forma de auto castigo. Pero un día, con mi cámara en las manos, la única cosa que había llevado conmigo cuando emprendí el viaje, tomé una foto al paisaje y lo vi. Allí, alejado de todos, bajo la sombra de un árbol se encontraba un muchacho fumando un cigarrillo y mirando el cielo.
Era un día nublado y hacía frío. Incluso recuerdo que estaba lloviznando. Pero a él no parecía importarle aquello, estaba tan ensimismado que no se había percatado. Saqué otra foto, esta vez el muchacho había bajado la mirada a sus manos y tenía una pequeña sonrisa en su rostro. Yo me encontraba lejos, pero esa vieja cámara tenía un zoom sorprendente y se podía apreciar a la perfección.
Cuando comenzó a llover y algunas gotas gruesas alcanzaron su rostro, el joven dio un salto, miró a su alrededor y se puso de pie para correr a refugiarse. Pasó por mi lado dándome una corta y calidad mirada que removió algo dentro de mí, sentí un latido fuerte en mi pecho, como un electrochoque que había vuelto a mover aquel órgano que había permanecido inmóvil por mucho tiempo.
Me giré a verlo subir corriendo las escaleras hacia la biblioteca y saqué otra foto, imposibilitado de resistirme a semejante imagen contrastada por los rayos del sol que se colaban entre las nubes negras. Fue como ese amor del colectivo que todos hemos tenido alguna vez. Incluso, con su foto en mi cámara, al día siguiente ya lo había olvidado.
Pero claro que todo se puso más raro cuando lo vi en el comedor al día siguiente. Con el ceño fruncido hacia su comida, una comida simplona que evidentemente no llamaba su atención. Me sonreí por eso y me lo imaginé siendo un gran cocinero pero demasiado flojo para realizar alguna preparación en ese momento. Saqué otra foto y saqué un cuaderno para escribir aquello.
Luego lo encontré en la biblioteca. Lo ignoré como un profesional y me dirigí a una esquina donde puse mis auriculares y comencé a escuchar música mientras lo espiaba entre párrafo y párrafo.
Nunca fui descubierto, salvando la primera vez que lo había visto, cuando pasó por mi lado huyendo de la lluvia, nunca nuestras miradas se habían vuelto a cruzar. A veces lo miraba fijamente deseando que me viera, que se acercara y me encarara diciéndome de mala manera "Tienes algún problema conmigo que me miras tanto". Algo, no importaba que fuera, deseaba que me hablara. Pero luego, yo corría la mirada porque en realidad no sabría cómo responderle e incluso quizás él ni siquiera diría algo. Es como si fuera un fantasma para él, como si realmente no pudiera verme.
Pero luego me di cuenta que era así con todo el mundo. No miraba a nadie a los ojos, no le prestaba atención a nadie en particular. Sí era una persona atenta, pero no a alguien en particular excepto por ese rubio con el que lo vi en alguna ocasión en el comedor. Con él ni siquiera estaba pestañeando. Era como si no se quisiera perder ni un segundo de ese tiempo.
Le inventé un novio al rubio y así calmé mi ansiedad. Luego de eso no lo volví a ver y el semblante del muchacho comenzó a ser cada vez menos brillante. Lo comencé a ver más seguido en la biblioteca y cada vez con su ceño más fruncido alejando a cualquier potencial persona que se fuera a querer acercar.
Cuando volví a contactar a mis padres y ellos se ofrecieron a pagarme un departamento con más comodidades y más cerca de la facultad, de apoco comencé a dejar de verlo... al principio fue extraño, luego comprendí que era lo más correcto. No es como si hubiera dejado de pensar en él, pero poco a poco comenzó a ocupar menos tiempo en mi cabeza y con la aparición de Carla todo se hizo más fácil.
Guardé esas fotos celosamente, no quería que nadie las viera nunca. Porque eran un tesoro para mí, eran lo único que tenía de ese amor platónico que había sentido alguna vez. Sólo una vez vi a Carla con esa caja pero no pensé que había llegado a ver nada... aunque a decir por lo que Josh y Nash me habían dicho sí lo había hecho y tenía sus propias deducciones bastante acertadas vale decir.
Luego las vio Nash y los demás también, mi secreto había sido descubierto y mi curiosidad sobre qué había sucedido con esa persona se había reavivado.
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Temporal: Pasado Presente.
RomansaIan tiene muy en claro que hay cosas del pasado que no se pueden cambiar, pero también sabe que él tiene la habilidad de congelar algunos recuerdos y es feliz viviendo de esa manera. ¿Qué pasará cuando uno de esos recuerdos aparezca en el presente...