8. Nuestro propio contrato

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Carla se fue pasada las nueve de la noche. Ella nunca lo dijo pero estoy seguro que estaba esperando por la llegada de mi compañero, el cual, por supuesto, no llegó.

Lo entendía. Seguramente lo que menos quería era verme en ese momento. Pero estaba seguro que tarde o temprano mostraría la cara. Nash nunca fue conocido por ser un cobarde, ese papel siempre había sido mío. Y fue así como, durante la mañana siguiente, él apareció por la puerta.

Fue gracioso verlo entrar. Antes de encontrarse con mi persona lo vi recorrer con cuidado todo el lugar.

—Buenos días —saludé con calma. Podía afirmar con seguridad que él no esperaba encontrarme allí.

Carraspeó e hizo una reverencia con la cabeza antes de continuar hacia la cocina donde lo observé comenzar a preparar café. Yo volví de inmediato mi vista al texto que me encontraba leyendo y sólo lo miré cuando se sentó frente a mí para tenderme una taza humeante.

—Lamento lo del almuerzo de ayer.

—No hay problema.

—No, en serio. Algo surgió y no pude despedirme adecuadamente de ninguno de los dos —insistió. Lo miré a los ojos y mantuve mi vista allí hasta que él desistió. —Debería disculparme con Carla también.

—No hace falta.

—Sí que hace.

No dije más. Si Nash seguía siendo como en el pasado nadie lo detendría hasta que se disculpara adecuadamente con la chica.

—Carla sabe que estás en pareja con otro hombre —confesé sin vueltas. Él mantuvo el silencio hasta que volví a verlo. —Cuando te fuiste el teléfono estaba sonando y ella contestó. Era Alex. Por lo que entendí ustedes estuvieron hablando y tú le habías dicho su nombre pero no que él era hombre.

—¿Cómo lo tomó? —consultó con tranquilidad y una sonrisa traviesa en su rostro. Me encogí de hombros y volví a leer aunque en realidad no entendiera ni una palabra de lo que las letras unidas en palabras querían comunicarme. —¿No se lo esperaba a qué no?

—Yo tampoco.

—¿Estás bromeando?

—No —aseguré con firmeza. —Pensé que luego de...

Cerré la boca. ¿Acaso no habíamos prometido no hablar de esto?

—Está bien Ian. Sé que dije que no hablaríamos, que lo dejaría ir pero no podemos borrar con el codo todo nuestro pasado. Antes de intentar esto, debemos hablar, nos guste o no.

—¿"Esto"? — quise saber irónico.

—Bueno, estamos viviendo juntos y, por lo que entendí, será por un tiempo. Es obvio que disimular no me sale bien y se nota que no estás cómodo tampoco. Aunque lo intentes te conozco mejor que nadie y sé que estás padeciendo esto tanto como yo.

—Tú solías conocerme. Ambos hemos cambiado.

—Sí Ian, repítelo hasta que lo creas —bufó con enojo. —Ahora, explícame que es eso que tú tampoco lo esperabas.

—No lo sé —suspiré empujando el texto lejos de mí. No podía seguir simulando que leía. —Pensé que habías hecho una vida normal después que lo nuestro terminó.

La mirada en sus ojos fue fatal. Nash estaba furioso.

—Define normal —me desafió. Pero no me dejó continuar, en cuanto abrí mi boca él me escupió una respuesta. —¿Como la tuya? ¿Con una novia como corresponde? ¿No con otro hombre lo que obviamente es "anormal"?

—No quise decir eso —lo detuve de inmediato y de mala manera. Suspiré y me tomé mi tiempo. —No sé... tú dijiste que querías tener hijos y una familia. Pensé que el camino más fácil sería enamorarte de una mujer ¿no?

—¿Me estás jodiendo? ¿El camino fácil? ¿Enamorarme? ¿Acaso te estás escuchando, idiota?

—Nash —lo detuve. Él estaba a punto de explotar y yo conocía de sus explosiones.

—No es como si pudiera elegir a quién amar ¿No crees? —continuó. —¿Te crees que estoy orgulloso de haber amado a alguien como tú?

Ouch.

—Pensé que sabías que no elegimos de quién enamorarnos. No puedo obligarme a amar a una mujer porque no me gustan. ¿Entiendes o lo googleo para ti? —quiso saber arrimándose más a mí. Tragué saliva. Eso no estaba saliendo como yo esperaba. Aunque claro, no es que hubiera esperado tener una charla así con él... nunca. —Quizás tú no estaba seguro y te diste cuenta que ciertamente eras "normal", pero no es lo mismo para mí. Ni nunca lo será.

—L-lo lamento —tartamudeé poniendo un poco de espacio entre nosotros.

—¿Qué lamentas?

Lo observé unos segundos y corrí mis ojos de los suyos desplomándome en la silla. No quería hablar de eso, de verdad, pero no había otra forma.

—Todo.

—Sé más claro.

—No lo sé Nash —largué recuperando la fuerza. —Lamento todo. Lamento haberte dejado como te dejé, lamento no haber llamado, lamento no haberte dado una explicación. Lamento haber desaparecido como si nunca hubiera existido realmente. Lamento haber aparecido de la nada otra vez. Lamento haber dicho que lo que sientes no es normal, lamento que Carla sea tan intensa y que te vaya a acribillar a preguntas la próxima vez. Lamento estar diciéndote todo esto tan temprano en la mañana. Lamento todo ¿De acuerdo?

No lo vi venir. De verdad. Todo el discurso lo di mirando mis manos entrelazadas en mis rodillas. Fue por eso que cuando su mano derecha fue directo a mi cuello, no lo vi venir.

—Debería goleparte tanto y tan fuerte Ian —masculló entre dientes. Yo sólo asentí sin dejar de intentar respirar por el poco espacio que su agarre había dejado. —Y más aún que tus disculpas han sido la peor mierda que he oído nunca.

Me soltó con poca delicadeza y volvió a su silla.

—No me gustas Ian. Ni siquiera me agradas —aseguró mirándome fijamente. —No puedo decir que te odio, porque de verdad, no me importas. Pero no puedo echarte así como así ¿No?

—Sí puedes.

—No, no puedo. No por ti. Por tus padres. Porque aunque no lo creas a ellos sí les tengo algo de aprecio.

—No se trata de mis padres Nash, se trata de nosotros ahora.

—No. Te equivocas —dijo de inmediato y con voz trémula. —No hay más un "nosotros". Fuimos "nosotros". Ahora eres tú y soy yo. Nada más. Y tus padres están intentando darte una enseñanza, una buena vale decir, y no soy quien para interponerme en esto. Ya cuando puedas huir de nuevo lo harás, pero irte ahora sólo significaría estropear los planes de tus padres y tú ya estropeaste demasiados planes en tu vida como para arrastrar los de ellos contigo también.

—Detente.

—¿Por qué?

—Estás siendo injusto.

—¿Lo estoy? ¿De verdad? —consultó con ironía. —Mira Ian. Si yo te hubiera encontrado unos años atrás no estaríamos teniendo esta charla ¿Lo entiendes? —no respondí. Por supuesto que lo sabía. —Tú me conoces. Sabes lo que hubiera pasado. Pero ahora las cosas son distintas, deberías agradecerme por eso.

—¿Debería?

—Tenía pensando matarte antes y lo sabes.

Me mantuve en silencio.

—Pero ahora no. No debes preocuparte porque te asesine mientras duermes —rió sacando un cigarrillo para encenderlo. —Así que. Hagamos un acuerdo. Tendremos nuestro propio contrato.

Temporal: Pasado Presente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora