Capítulo 1 He llegado.

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Estando sumergida en mi propia fantasía, y del largo letargo que suponía yo tener, abrí mis ojos y me di cuenta que el sol inclemente arropaba todo mi ser.

— ¿Estoy en el cielo?— pregunté.

— No estas muerta.

Me respondió un viejo de cabellera blanca, y de barba muy larga, con cejas tan pobladas que tapaban sus ojos. Estaba sentado en un tronco viejo, y comiendo algún tipo de semilla que parecía almendras.

— ¿Eres Dios?— Pregunté nuevamente.

— Ya quisiera, pero no, ¿crees que si fuera Dios viviría en un lugar como este, tiene pinta de paraíso?— contestó el viejo con ironía.

El viejo comía y me miraba con esa intensidad que sentía desde la escuela, que por cierto esperaba morir después de mi intento de suicidio, que por desgracia fallé .

—Estas lejos de casa, jovencita.

— ¿Dónde estoy? Acaso...

—No estás en tu mundo, si te cuesta relacionar un desierto al lugar de dónde vienes es mejor que te quites esa idea, apuesto que en la tierra nunca has visto eso...

...Y el viejo me señala con su esqueletada mano el cielo.

No podía creerlo habían tres lunas, y una de ellas aún estaba en menguante, miraba esa luna... como hipnotizada, procesando el hecho de que veía tres lunas.

— Este es otro mundo, además no sabía que te gustaran los caracoles, siempre he pensado que son las criaturas más aburridas del mundo— Dijo el viejo mientras ojeaba mi libro que traje del otro lado.

— Dame eso, ¿quién eres tú?— el viejo me tira el libro y yo lo tomo como algo preciado.

— Soy Lvca, ¿cuál es tu nombre jovencita?

Yo me reservaba el nombre, y me alejé de él, estaba asustada, y un poco nerviosa... aun miraba esas lunas en el cielo.

— Esta bien no me lo digas; pero es mejor que vengas conmigo.

Espantada no sabía que hacer o que responder, agarraba ese libro entre mi pecho y agachaba mi cabeza para esperar que ese viejo se fuera.

—Ven, ¿no intentaras quedarte sola en este lugar cierto? Te diré todo acerca de este lugar, mi cabaña no está muy lejos de aquí.

Ese viejo se mostraba muy amable, pero yo ya no me fiaba de personas así. Así que me levante y le dije:

— ¿Que quiere hacer conmigo?

El viejo calló por un instante lo que tenía que decir y replica.

— ¿Piensas que te voy hacer algo? Mírame muchacha, soy un viejo decrepito ¿Qué daño podría hacerte? con solo un golpe podría partirme como una rama seca.

El viejo me mira nuevamente con esa mirada intensa surcando mi cuerpo con sus ojos de arriba abajo.

— Esas ropas extrañas, y ese cabello azul, tal parece vienes de una época moderna, yo soy de Rusia, vine aquí en el 1899.

Yo me quedé mirándolo, y me puse a pensar en que sabía mucho de dónde provenía, no dije nada y solo me quede quieta hasta que el viejo se fuera.

— Este bien si no quieres venir.

El viejo se levanta y se va caminando, tomé distancia de unos 20 metros y le seguí.

Caminaba muy lentamente entre las dunas de arenas suaves y blancas que en ese desierto se presentaban, y ya estaba cansada y deshidratada, el viejo tomaba agua y continuaba su camino como si nada, era algo extraño que un hombre tan frágil pudiera caminar sin perder su paso y sin fatiga alguna. Yo por el contrario estaba sedienta, y mi sudor se evaporaba antes de que tocara la arena. El viejo en todo el trayecto nunca voltio a mirarme ni siquiera para ofrecerme agua, solo caminaba y caminaba, y yo solo le seguía.

Al llegar a una pequeña cabaña muy bien hecha, me esperé a unos 50 metros, y esperé a que el viejo mostrara su verdadera intención.

El viejo cuando llegó y abrió la puerta voltio a mirarme y dijo:

— ¿Te tomaste la molestia de caminar todo ese desierto sin beber una gota de agua, solo para quedarte allí jovencita?

Yo no le respondí.

— Esta bien, la puerta siempre está abierta por si quieres entrar.

Y ese viejo se entró sin más, dejándome sola en aquel lugar recóndito.

Al otro lado del lago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora