Capítulo 20. La era de Victoria Black: Los Evans, los Terrel y los Crowbar.

46 2 0
                                    



Dinilius Persival Evans, un hombre dorado como todos. De altas tradiciones y costumbres estrictas. Gobierna Goldius con el mayor alto rango adquirido: comendador de todas las regiones doradas del sur oeste.

Estaba cortando y comiendo una fruta, mientras escuchaba las condenas de los manchados que estaban a punto de ser ejecutados enfrente de él.

Todos los manchados eran entre niños, mujeres, y hombres adultos. Los nobles de la ciudad entregaron a sus criados y sirviente para que fueran ejecutados junto a los manchados de altas tradiciones que traicionaron a los suyos para salvar su estatus en la ciudad. Y ellos imploraban compasión por parte de sus amos y amigos.

Hijos de manchados eran los más buscados para su ejecución. La plaza central estaba plagada de esa raza. Llorando y gritando por su cruel destino. Los verdugos prefirieron la ejecución por decapitación con sus enormes machetes.

Un Ereiser se levanta por sobre el público que presenciaba la ejecución, y escucharon al hombre que leía fuerte mente la declaración desde una tarima un pergamino:

— Por decreto imperial. Según la orden dictada y aprobada por los mayores cargos de la ciudad. Se pone fin a toda obra de contrariada u oposición a los edictos que por orden marcial fueron establecidos, con el fin de asegurar el bien común. Por tal motivo se declara estado de emergencia en los estados de Goldius, Pengli, Lanner, y Bulholner. Que por medida cautelar se expone estos estatutos de ejecución contra toda rebelión, bajo los siguientes términos:

— Injerencia, influencia, chantaje o soborno para revocar el decreto de ejecución. Desertar, o incurrir en actos de sedición contra la patria que acobija los decretos de ejecución. Cobijamiento o cualquier tipo de ayuda a los enemigo de la patria que amenazan los decretos de ejecución.

Serán, por derecho de nuestro gobierno. Ejecutar a cualquiera que incurra en alguno de estos actos y sentenciado a ser decapitado en público. De igual manera y sin excepción de persona; Sea niño o anciano, hombre o mujer, quienes sean hallados culpables por revelarse al pacto; no tendrá otro fin, si no la muerte. Notifíquese, Comuníquese, publíquese y cúmplase bajo el poder establecido de Dinilius Persival Evans comendador de todas las regiones doradas y rojas.

Se leía el edicto por cada ocho ejecuciones. Manchados observaban desde los palcos y los edificios, llorando algún familiar o amigo encontrado culpable por traición o estar relacionado con alguien hallado culpable de traición.

— ¡Hermana!— Grita un niño que estaba presenciando la ejecución de su pequeña hermana. Fue hallada culpable por asociarse con un Maltuino. El niño se movía violentamente para soltarse de sus captores pero no tenía suficiente fuerzas para hacerlo. Madres suplicaban compasión por sus hijos. Y mujeres sufriendo las pérdidas de sus esposos. Pero era inútil toda resistencia, las cabezas rodaban.

Dinilius estaba comiendo sin ninguna perturbación. No importaba cuanta sangre viera. Evitar para él, un futuro golpe de estado y una guerra civil en otras ciudades, no alteraba su sentido del deber ni de sensibilidad.

Al final del día, la ropa y todo cuanto llevaban puesto los ejecutados, fue incinerado. Diniulius se retira de la plaza mientras escuchaba el llanto y los insultos a los amos de la ciudad.

Su hijo Cramer quien fue el que leyó el edicto. Se entristeció que todas esas personas sufrieran lo establecido por su padre. Hamer quien era su hijo mayor y guardia personal de su padre, no sentía compasión por esa raza, de igual manera no opinaba y se guardaba todo comentario incómodo.

Se subieron a sus caballos y se fueron de la plaza dejando un último edicto real que decía lo siguiente:

«Con anterioridad de los estatus mencionados, se modifica el derecho de adjudicar cualquiera de estos principios imprescindibles:

Al otro lado del lago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora