Capítulo 24. La era de Victoria Black: La marcha a Tierras Rojas.

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El clima en Bridhold había cambiado. Las lluvias y los cielos negros que se cernían sobre la ciudad roja habían desaparecido. El sol en su inclemente resplandor alumbraba los caminos; compartiendo su luz a los verde prados que se mecían con los cálidos vientos del sur. Las bóvedas celestes estaban acompañadas de nubosidades blancas y grandes que se asomaban por el borde del mundo; como gigantes que observaban desde el cielo.

El verano había llegado y los soldados que son comandados por Dinilius estaban marchando por el paso sombreado de árboles como; robles marrones y cedros rojos. Ciudades verdes compuestas por arboles gigantescos que, a la vista de cualquiera, parecían ciudades antiguas y sagradas.

La compañía del comendador estaba cansada. Dinilius grita a los comandantes abneguers que pararan la avanzada. Los hombres, gritan a sus soldados que detuvieran el paso y descansaran. Querri Terrel, baja de su corcel y lo entrega a uno de sus hombres para que lo empotrara en algún pastizal con los demás. Los hombres, tanto dorados como rojos, alistan fogatas y empiezan a cazar.

Terrel por otro lado se deshace de su armadura y se quita las botas de metal para meter sus pies desnudos al agua mientras se seca su calva con una toalla.

Toma su cuchillo y pela una fruta verde de nombre Igo.

Dinilius, que aun, en su estatus de poder se limitaba a rodearse de sus hombres. No podía integrarse con ellos, ni mucho menos seguirles sus juegos. Todos mantenían un estatus quo, de respeto amo y siervo. Y al otro extremo de la diferencia social, estaba Terrel que se mantenía alejado de él por petición de Dinilius. El único hombre con igual estatus y poderío en el ejército. Pero, aunque este obedeciera su palabra de "ningún trato" No tenía con quien más igualarse en poder si no con un Terrel.

Terrel estaba cómodo y disfrutaba del paisaje soleado y lleno de matices coloridos. Junto con la fría agua que refrescaba sus pies, y la estremecida vegetación que se balanceaba por la gran ventisca.

Ya Faltaban 3 días para llegar a Tierras Rojas y uno para llegar a Ropiconcastle. En el paso de Ozar se encontrarían con las familias dirigidas por Ruster Crowbar. Que era comendador de Hardywell.

Dinilus hacia todos estos cálculos en su cabeza y se enfadaba cada vez que tenía que recordar que un Crowbar fuera a saludarlo. Podría tolerar a un Terrel, pero nunca a un Crowbar, y más cuando se trataba de Ruster.

Luego entonces, se quita su armadura también y se dirige a Terrel con un comentario.

—El día esta soleado— Querri lo mira y le devuelve el comentario.

—Es el verano, el verano ha llegado— Responde Terrel. Dinilius se acerca a él y mete sus pies también al riachuelo. Toma su pañuelo y se seca la servís y detrás de su cabeza. Entra en más confianza y le dice:

— ¿Nunca te casaste no es así Terrel? — Pregunta nuevamente y con denuedo Dinilius.

— Para eso tengo a mi madre— Responde Terrel con eufemismo.

— Ella me da miedo.

— A mí también— Sonrie Querri con esa confesión y le mira con agrado.

—Terrel— Dice Dinilius con un tono más serio, —No logro comprender ¿por qué tu eres tan blando con los sucios manchados? —Terrel sonríe y mastica tanto que deja puré el Igo, para luego escupirlo. A Dinilius le da un poco de asco ver eso y luego saca su propia comida.

Terrel sigue sacando tajadas de su Igo y metiéndoselos a la boca para preguntarle algo:

— ¿Sabes por qué a todas estas ciudades le dicen Bridhold?

Al otro lado del lago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora