Capítulo 10 . El octavo.

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Mlroises es una señora de cabello largo blanco y ondulado, ciega y muda, tiene los mismos atuendos que los viejos, llega silenciosamente y toma mi mano para llevarme al cuarto de purificación.

Veo de reojo como los ilustres electores bajan de su estrado y llaman al rey para hablar con él, y él me mira también con esos ojos de victoria. Cuando salgo, el hombre de hábito negro cierra la puerta y me impide ver lo que pasa.

Mlroises me lleva sujetada y yo con esa incomodidad la zafo con mucha agresividad.

Mlroises me mira aun cuando es ciega, se queda inmóvil y viéndome con esos ojos grises y opacos; muevo mi mano en frete de su rostro para saber a qué punto podía verme, pero ella de un rápido movimiento me toma la muñeca asustándome. Y de nuevo me lleva por esos pasillos inundado de velo blanco.

Pero yo luchaba con ella para zafarme y de nuevo le quito su mano.

Ella me ve de nuevo inmóvil y se queda así hasta que me hizo una seña de que siguiera adelante.

Yo continúe mi marcha y ella me sigue, pero me pierdo entre la neblina que se adueña del camino entre los laberintos solitarios de la torre, y grito su nombre y me lleno de pánico, pero ella me toma de nuevo de mi mano y me lleva. Así que de nuevo luché para que no me agarrara y ella lucha para tomarme de la mano, pero entonces ella se queda inmóvil y me hace una seña que no entiendo, y me señala el camino.

Veo como todo estaba solitario y lleno de la bruma, y me resigno en seguir adelante y ella trataba de tomar mi mano pero entonces puse mi mano sobre su hombro y ella se queda inmóvil otra vez y sigue muy cordialmente.

Entre toda esa blancura la anciana seguía sin tropezarse, y girando sobre los corredores sabiendo donde se encontraba.

Ella abre una puerta y me indica que entre: sigo y observo que todo el cuarto está pintado de blanco; una habitación 10X10 con una única ventana muy arriba enfrente donde yo me situaba.

En una mesa blanca de piedra lisa y limpia había una túnica blanca, ella me dice con señas que me despoje de mis vestidos sucios que por 3 días no me había quitado.

Y que antes de ponerme la túnica, tomara un baño.

Ella abre otra puerta escondida entre la blancura de las paredes y me muestra un baño muy pequeño, con una gran tina de madera y algunas sustancias dentro de jarrones de barro color rosa.

El baño no era como el de torres blancas o como el que había en el palacio con todos sus lujos, este baño era sencillo.

Ella trae una vasija y me pone de rodillas. Yo solo obedecía lo que ella me hacía entender con su movimiento de manos.

Me pone una butaca blanca y me siento en ella y espero que la anciana empiece.

Me echa agua fría y yo de un grito me espanto al sentir en mi piel el frio acongojador. Pero ella sigue echando y me restriega con una sustancia dorada con fragancia a lavanda pero más dulce y más agradable al olfato.

Ella me restriega la espalda y toma mi cabello muy con cuidado para restregarme otra sustancia, pero esta vez se sentía mucho más cítrica, y después pasaba a ser algo fuerte al principio, pero a medida que más restregaba el grado de olor fue disminuyendo hasta el punto que era atrayente olerlo.

Ella escogió como cuatro envases de barro y sacaba una sustancia diferente, y todas ellas eran agradables.

Y me seguía echando agua fría, pero mi cuerpo se acostumbró a las bajas temperaturas y esperé a que la vieja me hiciera señal de que era suficiente.

Al otro lado del lago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora