Capítulo 11. La historia de Ysviel: parte V.

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Gorsiel sale de la cabaña algo preocupada y pensativa, ensimismada y calmada no prestaba atención a lo que decía sus doncellas acerca de la ceremonia de sepultura de Andriel.

Ella tenía aun la semilla que Andriel le había dado y algo absorta camina por el sendero hasta la villa donde los pobladores estaban. Caminaban directo al mausoleo en los campos de las montañas donde se dice: fue creado por el mismísimo Andriel.

Un bosque con hojas que brillaban apenas la luz del sol se escondía, el ocaso llegaba a su fin y las lunas recién salían de sus estaciones: guardias caminaban detrás de la matriarca mientras ella veía el rostro de los hombres y de las mujeres, con su rostro melancólico y húmedo.

¿Era posible mejorarlos? Pensaba ella, y otra pregunta se incursionaba en sus lados más oscuros mientras las personas se atumultuaban a la entrada del bosque.

¿Andriel hubiera sido capaz de matarlos si eso conllevaba a mejorar la raza? ¿Hubiera sido capaz de experimentar con ellos? Gorsiel quedaba atónita en saber que muchos de los presentes que iban a honrar su memoria, ignoraban el plan tan desquiciado y maquiavélico de aquel hombre que muchos suponían era el mejor y más honroso de toda la raza White.

Ella se quedó atrás a lo alto del campo y dejo que los pobladores le rindieran tributo. Berriel y su familia lloraban, las familias alrededor se lamentaban, y todo en un mágico momento donde luciérnagas y terreno resplandeciente creaban el ritual más antiguo entre esa raza.

Los clérigos de aquel poblado llevaban el cuerpo del hombre mientras cantaban un antiguo haiku de los ancestros que se acompañaban con un tambor:

"Un día fui joven ante mi padre, el cielo se oscurece, la hoja cae.

Las olas prometen un día de tormenta, el viento trae tranquilidad, la luna es incierta.

Cuando caiga la noche no llorare, el sol sale y mi esperanza desvanece, corre el niño.

Canta el hombre mi sueño eterno, el camino es largo, son frio los prados.

El bosque me espera, la muerte me oye, adiós a todos.

A la amada, al hermano, al hijo, al padre, a la madre, a amigos, y a enemigos, a los que vieron, y a los que no.

Un hombre sube la montaña, la noche más brillante, la puerta azul se abre.

Wardruna Helvenge."

Las canciones de los monjes eran acompañados por el coro de los pobladores que repetían el haiku, y seguían llevando el cuerpo hasta llegar al altar del incienso rojo. Una pira en el centro de un campo verde iluminado por la luna azul, y ventilado por los vientos del norte. No hacia frio, y no estaba nevando. Era una noche perfecta para el rito funerario.

Gorsiel solo miraba como colocaban el cuerpo en la pira y lo quemaban mientras seguían cantando. Y entonces al ver toda la gente sufrir por la muerte de ese hombre, ella se decide y acepta lo que Andriel le quería decir.

Pasa el tiempo, los pobladores se van, dejan que el fuego consuma el cuerpo y que el viento se llevara las cenizas. Gorsiel se acerca a la pira, se arrodilla y deja que el frio acariciara sus mejillas húmedas por las lágrimas. Ella le da el último adiós.

· * *

Antes que saliera el sol, Gorsiel escribe una carta y se la da a uno de sus guardias personales para que lo llevara al consejo de las tribus en Frotzland.

Pasado el tiempo de 4 meses, el consejo de las tribus se reúne por motivo del jefe que estaba totalmente histérico y lleno de rabia por motivos que estaban descritos en la carta de Gorsiel.

Al otro lado del lago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora