Capítulo 24

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El cielo nocturno estaba plagado con estrellas blancas y brillantes, pero de vez en cuando eran cubiertas por algunas nubes vagabundas que paseaban por encima de nuestras cabezas. Rachel estaba al lado de mí, con sus brazos apoyados sobre el barandal, mirando por un segundo el hermoso cielo. Se volvió para mirarme y sonrió, pero su sonrisa tenía un sutil tono de amargura en ella, aun así, decidió seguir contándome.

«El pueblo era muy pequeño y algo conservador, pero siempre que necesitaban ayuda acudían a mí, fue así como empecé a conocer más de las plantas y de su magia. Hacía hechizos sencillos, siempre para ayudar a las personas, pero de pronto algo cambió. El temor a las brujas comenzó a sembrarse entre los pueblerinos y yo... Yo nunca fui una bruja, por supuesto, pero ellos comenzaron a creerlo así. Poco a poco en el pueblo comenzaron a temerme y tuve que aislarme en mi casa con mi esposo. Solo me quedaba aferrarme a la idea de tener un hijo algún día.

«Entonces sucedió; después de años logré embarazarme. Probablemente esos meses fueron los más difíciles de toda mi existencia humana; tenía desmayos frecuentes, fuertes dolores de cabeza y a duras penas podía estar parada, pero estaba feliz porque tendría a mi bebé. Una noche, comenzó el peor dolor que jamás he sentido... Mi esposo habló con la comadrona y ella se rehusó a atenderme por el miedo. El parto duró treinta dos horas, de las cuales yo estuve completamente sola y cuando di a luz... Sostuve a mi pequeña criatura en brazos, su cuerpecito había nacido sin vida.

«Eso complicó toda la situación. Los rumores en el pueblo empeoraron. Decían que no solo era una bruja, sino que dios me había castigado quitándole la vida a mi hijo, también decían que yo había ofrecido a mi bebé al diablo... Todas esas palabras me hirieron y poco a poco se le fueron metiendo a la cabeza a mi esposo, quien llegaba tarde y borracho todas las noches. Hasta que un día no llegó solo, llegó con la mitad del pueblo, listos para quemarme en una hoguera. Logré esconderme en la cocina y me escabullí por la puerta trasera.

«Llegué a una ciudad no muy lejos de Burdeos. Estaba sola, sin dinero y sin rumbo. Me quedé en ese lugar por varias noches, vagando por las calles y ocasionalmente pidiendo limosna a los viajeros. Hasta que una noche un carruaje se detuvo al lado del camino, yo me acerqué para mendigar algunas monedas para comer y del carruaje bajó un caballero. Tenía el cabello rubio atado por un moño de terciopelo azul y llevaba ropas que yo solo me imaginaba que llevaba la realeza o la burguesía. Este hombre extremadamente bello se intrigó conmigo y dijo "eres la mendiga mas bella en toda Francia." Prometió darme algo de dinero a cambio de acompañarle a donde se quedaría por diez días.

«No me dejó subir al carruaje con él, Silvain, ese era su nombre, me indicó la dirección y me dijo que me esperaría. Yo estaba dudosa de aceptar esa extraña invitación, pero no había comido en días y no recordaba el ultimo día que mi piel había sido limpiada. Así que decidí aparecerme solo una hora después de nuestro primer encuentro.

«Se había conseguido una enorme mansión que estaba a las afueras de la ciudad. Con techos altos y paredes blancas. Cuando llegué Silvain me recibió con una espectral sonrisa blanca y puedo jurar que su piel parecía imitar a una perla. Un par de mujeres me atendieron; me bañaron, peinaron, arreglaron y vistieron para que bajara a cenar con su amo. Me llevaron a un enorme comedor, iluminado por un candelabro de oro y el fuego de la chimenea. Tal vez debí de extrañarme cuando había un festín sobre la mesa, pero solo un servicio.

«Silvain se encontró conmigo poco después y se sentó al otro extremo de la mesa. Dijo que él había cenado y que solo quería acompañarme. Yo no dije nada más; tenía tanta hambre que comencé a comer sin importarme el carísimo vestido de satín que apenas me acababan de poner. Y al terminar me sentía extraña; exhausta y adormecida, apenas era capaz de mantener los ojos abiertos. No recuerdo más de esa noche, mi siguiente recuerdo es despertar en una cama a la mañana siguiente mientras las mismas sirvientas comenzaban a limpiarme y a quitarme el vestido que había sido arruinado con sangre.

Caza Roja - Transfusión parte II | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora