Capítulo 37

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Había demasiado silencio, no se escuchaba la respiración de nadie, todos esperando. ¿A qué estábamos esperando? Esa era la verdadera pregunta, quizás esperábamos que fuera real o que hubiera algo que nos dijera lo contrario, así podíamos pensar en lo que haríamos, pero no era así. Aun había que esperar y ver si todo había funcionado.

Mi mirada se desvió de la de Megan y acudió a Lionel, que al igual que todos, permanecía inmóvil. Él sabía lo que le preguntaba tan solo con una mirada y la respondió asintiendo con la cabeza. Estaba bien, Megan estaba bien. Todo había funcionado y por fin ella podría recuperarse y volver a ser ella misma. Y lo mejor de todo, le había ganado a Marianne sin que ella pudiese hacer algo al respecto.

En el momento que Lionel asintió, Abrielle cayó de rodillas de mi lado izquierdo, no perdiendo el tiempo para quitarle las cadenas, estas dejando su carne viva cuando las retiraba. Megan respondía haciendo una mueca de dolor, pero podía ver frente a mis ojos como sus heridas comenzaban a sanar.

Megan prácticamente se dejó caer una vez que ya no tenía nada que la detuviera y me rodeó con sus delgados brazos. Podía sentir como se agitaba y temblaba, parecía que sollozaba otra vez.

- Tranquila. — Le susurré, mientras la estrechaba y pasaba mi mano por su espalda. — Lo hiciste, Megan. Lo lograste. — Alzó la vista, mirándome a los ojos y dedicándome una pequeña sonrisa triste. — Todo estará bien. — Ella asintió en respuesta y después volteó hacia Abrielle, pero antes de que alguna de las dos pudiera decir algo, la profunda voz de Lionel las interrumpió.

- Necesita sangre. — Indicó. — Necesita recuperarse.

- Yo la atiendo. — Respondió Abrielle, tomándola de un hombro. — Ven conmigo. — Megan se despidió de mí con una mirada y me soltó para ponerse de pie y salir de la biblioteca llevada por Abrielle.

Yo permanecí en silencio, prácticamente con el cerebro entumido e incapaz de pensar en lo que debería de hacer o pensar. Sentía dos miradas insipientes encima, pero solo alcancé a responder a la del hombre más longevo que hubiera conocido.

- Merrick. — Pareció que pudo leer la angustia en mi rostro. — Ella estará bien. — Aunque ya me lo había dado a entender, se sentía mejor que lo reafirmara en palabras.

- Gracias. — Murmuré, parecía que había perdido la capacidad de retener el aliento. — De verdad, gracias por todo.

- No tienes que agradecer. — Se acercó a mí, ofreciéndome una sonrisa algo condescendiente. — Solo hemos hecho lo correcto.

Por un momento me pareció verdaderamente increíble que un hombre tan inmenso como él, pareciera ser tan delicado, con una voz tan suave y una postura tan accesible. Me parecía un contraste increíble. Lionel era como una estatua de mármol impenetrable, pero una vez que lo veías moverse parecía más bien de un material endeble, pero era solo eso; una percepción. Cargando más de mil años bajo el brazo no era de sorprenderse que hubiera perfeccionado el arte de las apariencias.

- ¿No quisieras tomar una ducha? — Preguntó, examinándome de pies a cabeza. Quizás no se había dado cuenta de la sangre en mis prendas hasta que decidió prestarme atención. Yo hice una mueca, sabiendo que seguramente sería lo mejor, pero me parecía demasiado extraño responder que sí.

- En realidad... — Miré hacia abajo, hacia mi camiseta y en ese momento me di cuenta de que no había ninguna excusa para que no aceptara su oferta. — Sí, creo que es lo mejor.

- Alaric. — Lo llamó. — Ayúdala.

- Si lo pides de esa manera. — Respondió con su típico tono altanero. Me giré sobre mis talones y él alzó ambas cejas, resoplando. — De acuerdo. Ven. — Dijo en tono imperativo, dándome la espalda y comenzando a caminar. Toda mi conciencia me gritaba que debía de largarme, ¿A dónde? A donde fuera, con tal de no tener que lidiar con la falta de modales de Alaric, pero era más la comezón que comenzaba a molestar, gracias a la sangre seca.

Caza Roja - Transfusión parte II | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora