Capítulo 33

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«Yo tenía una conexión especial con mi padre. Cada noche, si estaba en casa, solía decirme que le recordaba a su madre y que por eso me quería tanto. Nunca entendí la razón por la que se empeñó tanto en enseñarme a leer. Y cuando mi madre se enteró me encerró en la habitación de los pollos por una semana, diciendo que si leía algún libro terminaría con los pollos el resto de mi vida. Por supuesto que eso no me detuvo.

«Mi padre tenía una pequeña biblioteca y yo solía escabullirme en ella cada que acababa mis labores o algunas veces en las noches. Me gustaba leer los libros, muchos de los cuales estaban en otros idiomas diferentes... Así fue como comencé a aprender portugués, francés e inglés. Pero pronto supe que no era suficiente, que no podía conformarme con lo que me traía mi padre, con lo que yo conseguía a escondidas. Supongo que estaba algo adelantada para mi época... A veces pienso que nací para vivir en el siglo veintiuno, pero por alguna razón me equivoqué de año.

«Entonces cumplí quince años. Mis dos hermanas mayores ya estaban casadas y mi hermano mayor estaba a punto de hacerlo, la siguiente tenía que ser yo. Pero no quería hacerlo, jamás quise casarme y sabía que si lo hacía jamás podría volver a abrir un libro y no podría perder eso. Así que solo me quedaban dos opciones a seguir. Era muy normal que una hija de cada familia se uniera a la iglesia, de hecho, era visto casi como un honor. Pero yo no quería eso, sabía que así podría acercarme a los libros, a los conocimientos que tanto quería, pero aun así siempre tendría a alguien tratando de controlarme y eso era justamente lo que yo tanto luchaba por evitar.

«Cuando le dije a mi padre que me volvería cortesana se volvió loco. Arrojó platos contra las paredes e incluso me golpeó... Fue la única vez que me puso la mano encima y cuando yo estaba llorando en mi cuarto, curando mis moretones en el rostro, regresó. Creo que había tomado un rato para recapacitar y entender la razón por la que estaba por tomar esa decisión, mi decepción, por otro lado, era demasiada para que se fuera con unas simples disculpas y a veces me arrepiento, porque fue la última vez que lo vi y nunca le pude decir lo mucho que lo amaba.

«Dejé mi casa a los pocos días; mi padre se había ido de nuevo y mis moretones ya casi habían desaparecidos. Había una casa solo de cortesanas, lo que hoy sería llamado un burdel... Y prácticamente le rogué a la madame que me aceptara.

«Fui una novicia por varios años, pocas veces era elegida por los hombres. Pero había una pequeña biblioteca donde se celebraban las fiestas y yo devoré todos los libros que pude... Hasta que cumplí dieciocho años.

«Jamás fui consiente de mi belleza, para mí era mucho más importante nutrir mis conocimientos y mi sed de conocer el mundo. Poco a poco los clientes me escogían más y llegué a hacerme de mi propia habitación. A cada hombre que estaba conmigo le exigía que me llevara un libro o algo dependiendo de su profesión; si era un comerciante una moneda de algún país, si era alguien de la realeza le pedía libros, o si se trataba de un navegante, pedía mapas. Claro que tenían que cubrir el costo con la madame directamente, pero se usaba darles regalos a las damas de compañía.

«Hasta que un día, un atardecer específicamente... Llegó una góndola ataviada con telas gruesas y le acompañaban otras más con equipaje. Muchos decían que se trataban de los reyes de España, pero no se reveló la verdadera identidad hasta la noche.

«Se rumoreaba que había llegado un caballero portugués, extremadamente rico y listo para gastar su fortuna en Venecia. A los pocos días la gente adinerada lo buscaba y dentro la corte se decía que había comprado una mansión, que solo salía de ella por las noches, que tal vez había sufrido una enfermedad de niño que le impedía tomar el sol.

«Pasaron semanas cuando el misterioso recién llegado anunció una fiesta y por supuesto tenían que ir las mejores mujeres de la corte. Así que, junto con otras tres muchachas, fuimos ataviadas con los mejores vestidos, con un carruaje que podía fácilmente pasar por uno real. Nuestra labor no solo era entretener a los ricos que habían llegado, sino establecer negocios con el millonario portugués y esa fue la misión que la madame designó para mí.

Caza Roja - Transfusión parte II | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora