Capítulo 53

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Logré hacer que mi madre subiera por las escaleras hasta el segundo piso, evité que mirara lo que estaba en el segundo piso. Evité que mirara el cuerpo de quien yo había asesinado. Solo que no pude hacer que no notará la sangre en mi rostro, en mi cuello y en mi pecho. Sus manos acunaron mis mejillas, podía notar como estas temblaban. Luego su mirada bajó por mi cuerpo, revisándome.

- ¡Tu pierna! — Chilló, soltándome.

- Estaré bien. — Respondí, tratando de hacer mi voz lo más calmada posible. Notaba el miedo en sus ojos. Yo tenía el mismo o quizás incluso más, pero si me dejaba llevar por este, no lograría nada más que ponerla peor. Y eso era lo último que quería. Tenía que ser fuerte por ella. — Ya está sanando. — Traté de reafirmarla. Tomé el pantalón del agujero y lo jalé para romperlo más y permitirle ver como poco a poco mi piel se iba regenerando. Si, el corte había sido profundo, pero mi cuerpo ya estaba trabajando para sanarme. Ella me miró de nuevo a los ojos y me atrajo en un segundo abrazo.

Yo no pude contenerme más, mis ojos se llenaron de lágrimas y de nuevo me volví una niña pequeña. Percibí como sus brazos me apretaban más mientras que yo ya no podía luchar contra mi llanto. Ella sabía por qué lloraba, sabía que era lo que había tenido que hacer y eso le dolía también, tanto que pronto comenzó a sollozar conmigo.

- Está bien, cariño. — Susurró entre mis cabellos. — No había otra manera...

Permanecí llorando en sus brazos por varios minutos. Toda esa pavada de ser fuerte la eché por la borda una vez que sentí los brazos de mi madre alrededor de mí. Me dolía el pecho, pero no se trataba de un dolor físico, sino de algo mucho más profundo.

Había matado a alguien y no podía pensar en otra cosa más que en la imagen de la espada decapitando a Jordan.

Mi madre era ahora quien me daba fuerza, quien me convenció que había que seguir. Limpió mis lagrimas con sus dedos y se olvidó de las suyas. Besó mi frente y me volvió a abrazar. Esta vez era ella tratando de convencerme de que todo estaría bien.

- Debes de llamar a alguien... — Sugirió en voz baja. Yo asentí.

- Sí, tengo el teléfono en mi cuarto. — Tragué saliva. Me soltó, pero yo aun no quería perder el contacto, por lo que mantuve su mano con la mía. — Solo acompáñame, no quiero que veas nada abajo.

- Merrick no... — La interrumpí.

- No quiero que lo veas. — Repetí. Mi madre suspiró y luego asintió con la cabeza. Mi cuarto estaba solo a unos cuantos pasos de distancia. Ahí la solté y ella se sentó en la cama mientras que yo buscaba mi teléfono del buró. Cuando lo tuve en mis manos estas se sacudieron. Por un segundo había olvidado cómo funcionaba el aparato, pero pude marcar un contacto. Estuve en la línea por unos cuantos segundos cuando finalmente escuché su voz y jamás me imaginé que me reconfortara tanto como en ese momento.

- ¿Merrick? — Alaric dijo desde la otra línea, sin saber nada. Solo tuvo que juzgar mi silencio. — Merrick, ¿estás bien?

- No. — Admití. De nuevo mis ojos comenzaban a escocer. — Necesito ayuda.

- Bien, ¿estás en tu casa? Voy para allá...

- Espera. — Me rasqué la barbilla. — Necesitarás más manos... Cuando llegues lo entenderás. — No me atreví a decirlo por teléfono.

- Oh... Bien, le diré a los demás. Llegaremos pronto, ¿sí?

- Esta bien. — Mordí el interior de mis mejillas y colgué el teléfono. Me giré sobre mis talones y miré a mi madre, quien aún estaba un poco confundida. No sabía que decir, era como si de pronto hubiera olvidado todas las palabras en mi vocabulario.

Caza Roja - Transfusión parte II | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora