Capítulo 5

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Al día siguiente, yo seguí todo como de costumbre. Después de despedirme de mi mamá, salí de mi casa caminando, pues mi bicicleta había muerto oficialmente. Llegué sin problemas al instituto y empecé el día de la manera en la que comenzaba los días, meses atrás, antes de que todo el desastre comenzara, sin ninguna preocupación ni apuro.

Pero como se había hecho parte de mi vida, esa paz no duró ni un par de horas. Al cabo de un rato, alguien me interrumpió. Mientras estaba frente a mi taquilla sacando un par de libros para mi próxima clase, alguien se me acercó y me llamó. Por un momento la voz de Alaric me tomó por sorpresa, pero oculté cualquier acción que pudiera revelarlo.

- ¿Qué quieres? — Cerré la puerta de mi taquilla y lo miré. Dentro de un par de minutos terminaría mi hora libre, así que afortunadamente me iría a mi clase y no tendría que lidiar más con él.

- No llegaste al entrenamiento ayer.

- ¿Qué? — Me coloqué bien mi mochila en mis hombros y me crucé de brazos. — Tú no fuiste antes, Alaric. Ayer te vi con tu nueva noviecita y di por hecho que ni siquiera te molestarías en ir. — Él frunció el ceño. — Mira, si quieres que dejemos de hacer eso, por mí mejor.

- No. — Gruñó. — Aún tienes cosas que aprender. ¿Crees que yo también tengo humor de aguantar tus quejas todas las tardes? No voy a dejar de entrenarte hasta que aprendas a defenderte tú sola. — Yo rodé los ojos. — Merrick, carajo, ¿no entiendes que puede ser peligroso que andes por ahí sin saber defenderte?

- No. Yo sí lo entiendo, pero eres tú el que parece no entenderlo. — Mordí mi labio y sacudí con la cabeza.

La campana sonó y no me molesté en decirle nada más. Pasé a su lado y seguí mi camino a mi salón. Iría más tarde a encontrarme con él, aunque no tenía humor de verlo de nuevo, sabía que debía aprender a defenderme, como él lo había dicho. Al llegar a mi clase, me senté al lado de Megan y más tarde Abrielle se acercó a nosotras.

Solo faltaban un par de horas para terminar mis clases y por primera vez no quería que estas acabaran, de verdad no quería ver a Alaric, aún seguía enojada con él por actuar como semejante idiota pedante. Para mi mala suerte tenía guardada la ropa que ocuparía el día anterior, dentro de mi casillero, así que no tenía ninguna excusa para evitarlo.

El mundo tampoco se puso de mi lado, cuando en mi última clase, el profesor decidió terminar la clase diez minutos antes. Todos salieron alegremente, excepto yo. El profesor lo notó y me hizo acercarme para preguntarme si estaba bien, a lo que yo tuve que mentir. Sin decir nada más, me dejó ir. Antes cualquiera podía darse cuenta de cuando estaba mintiendo, pero ya no. Me había vuelto una actriz espectacular al mostrar que no había nada malo con mi vida.

Llegué al pequeño parque abandonado con tiempo de sobra y Alaric ya estaba parado ahí esperándome. Boté mis cosas en el suelo, al pie del enorme árbol y me acerqué a encararlo mientras me acomodaba mi pelo en una coleta improvisada.

- Llegué. — Dije.

- Bien. Vamos a trabajar. — Se cruzó de brazos y se dio la vuelta para luego dar un par de pasos al frente.

- ¿Es en serio? — Se dio media vuelta para mirarme y alzó una ceja.

- ¿Qué?

- Te has portado como idiota... No viniste cuando habíamos quedado...

- ¿Y qué quieres? ¿Una disculpa?

- Merezco una disculpa.

- Para el tiempo que llevamos de conocernos, creo que ya debías darte cuenta de cómo soy. — Dijo con una actitud demasiado altanera. Mi quijada casi cayó al suelo. Si antes me encontraba enojada con él, ahora estaba furiosa. Reverendo idiota.

- ¿Recuerdas cuando querías que te diera un golpe en la cara? ¿Puedo hacerlo ahora?

- No. Merrick, ahora muévete, que tenemos muchas cosas que hacer.

En ese momento no solamente quería golpearlo y reventarle la cabeza, no quería hacer lo que él me decía. No quería seguir sus órdenes, quería mandarlo al demonio. Empezó a ordenarme correr y hacer lagartijas, no solamente se creía que él era quien mandaba, sino que creía que era un militar. Pero a pesar que no quería hacer lo que él me indicaba, decidí hacerlo lo mejor que podía, para que no tuviera ninguna excusa para decirme algo.

No fue hasta que comenzamos con las benditas lecciones de defensa, que pude desquitarme un poco. Cada que podía, le golpeaba las manos con fuerza y en ocasiones, erraba a propósito, dándole en los brazos. Alaric parecía notarlo, pero, aun así, no decía absolutamente nada. Había perdido la noción del tiempo, hasta que la alarma de mi celular comenzó a sonar. Di un brinco hacia atrás para romper la posición y sacudí mis brazos.

- Me tengo que ir. — Inmediatamente me acerqué a tomar mi mochila.

- Mañana espero que vengas aquí, Merrick. — Me colgué mi mochila a un hombro y lo miré de arriba abajo.

- Yo estaré aquí, pero no es por mí por quien debes preocuparte. — Él hizo una mueca.

No dije nada más, no me despedí, no tenía por qué ser cortés con él cuando no lo era conmigo. De pronto sentí movimiento detrás de mí, con el rabillo del ojo alcancé a notar la silueta de Alaric difuminarse con el fondo. Creo que jamás me acostumbraría a esa rapidez.

Corrí de vuelta al instituto, no me costó nada llegar a los vestidores y hasta las regaderas para así tomar un baño. Y apenas me pue la ropa limpia, salí corriendo de nuevo. Afortunadamente la tienda de ultramarinos estaba a un par de minutos del instituto y corriendo podía llegar rápidamente. Además, que cada día podía correr más rápido, o al menos eso me daba la impresión.

Llegué a la tienda y pasé rápidamente a saludar a mi madre, después entré en el auto, donde ya me estaba esperando Nicholas y me recibió con una enorme sonrisa. De pronto, estando en el auto con él, me comencé a sentir más relajada. Él no me presionaba a hablar si no quería, solo estaba ahí brindándome compañía. No intercambiamos muchas palabras durante el corto trayecto a la cafetería de Newport.

Cuando me dejó en la cafetería, sentí otro tipo de alivio. Ya que al menos en ese tiempo que estuviera ahí, podía olvidarme de todo y pretender ser normal. En la cafetería ya no me importaba si alguien se aparecía a matarme, solo me preocupaba en no regar el café sobre las piernas de alguien.

Caza Roja - Transfusión parte II | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora