Capítulo 29

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Una vez que regresamos a la residencia le pregunté a Alaric donde estaba la habitación de Abrielle. Así que subí las escaleras de lo que parecía ser cuarzo negro y llegué hasta un pasillo largo y delgado, con ventanales enormes de ambos lados. Había tantas puertas que no podía contar realmente cuantas habitaciones tendría la casa, pero finalmente llegué a un segundo pasillo y encontré la habitación que me había indicado. Me sorprendió encontrar la puerta entreabierta, pero aun así me decidí por tocar.

- Adelante. — Me respondió la voz cantarina de Abrielle. Abrí la puerta y sentada al borde de la cama estaba Megan, en cuanto me vio una pequeña sonrisa triste apareció en su rostro.

- Hey. — Dijimos las dos al mismo tiempo. Entré y dejé la mochila sobre la cama mientras comenzaba a sacar algunas cosas. — Traje todo lo que alguna vez has dejado en mi casa. Un pantalón, un par de blusas y unos zapatos... — Comencé a enlistar mientras sacaba las cosas.

- Gracias. — Ella tomó una blusa y la extendió para verla.

- De nada. — Solté un suspiro. — ¿Cómo estás?

- Les daré un momento. — Abrielle intervino antes de que Megan pudiera contestar. — Estaré afuera por si me necesitan. — Ambas asentimos y salió de la habitación.

Moví mi cuello y eso sirvió para darle un buen vistazo a la recamara. Tenía un piso de madera oscuro, con unas paredes claras y al fondo estaban un par de puertas francesas que llevaban a lo que yo asumí sería el baño y el vestidor. La cama donde estaba sentada Megan era enorme y con sabanas azul claro, su cabecera era acolchada y de un color morado muy intenso y justo adelante estaba un televisor en medio de un par de libreros. No había en realidad luz solar, el ventanal estaba cubierto por unas cortinas que lograban frenar la luz del sol.

- No lo sé. — Dijo Megan, haciendo que centrara mi atención de nuevo en ella. — Todo se siente muy diferente. — Rodeó su cuerpo con sus brazos y agachó la cabeza. — No sé si realmente tomé la decisión correcta, Merrick.

- Bueno pues tienes que hacerla la correcta. — Quería acercarme, sentarme al lado de ella, pero temía que fuera a desencadenar algo en ella. Aún no tenía idea que tanto seguía siendo ella misma. — Quieres estar aquí por tu familia, ¿no? Entonces tienes que luchar por ellos.

- Sí, pero ¿qué va a pasar después? ¿Cuándo pasen setenta años y los gemelos mueran y yo siga luciendo de dieciocho años? Es más, pasarán un par de años antes de que noten que no estoy envejeciendo, ¿entonces que demonios se supone que voy a hacer? — Su voz comenzó a temblar y luego se tomó un segundo para tomar aire. — Abrielle dice que mis emociones están descontroladas, por eso me siento así.

- Tal vez deberías escucharla, ella ya pasó por eso. — Fue lo único que se me ocurrió decir.

- Sí... — Se encogió de hombros. — Pero todo esto me da mucho miedo. Sé lo que había antes, pero jamás pensé que terminaría convirtiéndome en un vampiro y... Y... No quiero serlo.

- Megan. — Fue entonces que me senté al lado de ella y tomé su mano. — Tú eres la mejor persona que conozco. Jamás tomas un no por respuesta y siempre le das la vuelta a todo. Sé que podrás sobrellevar esto y siempre me tendrás a tu lado. ¿Sí? Siempre. — Ella me miró, con su boca entreabierta y dejó escapar un jadeo. — Estoy segura de que rápido encontrarás beneficios. — Sonrió, pero fue el mismo gesto triste y amargo que antes.

De pronto un sonido nos sorprendió a las dos, alguien había llegado hasta la habitación y ninguna estaba poniendo la suficiente atención para haberlo oído antes. Alguien tocó la puerta y esta se abrió, mostrando a Lionel en el umbral. Se veía cansado y pálido, como si no hubiera dormido en mucho tiempo. Además, que alrededor de él se sentía un aire triste.

Caza Roja - Transfusión parte II | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora