El único

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Jaebum apretó la quijada y tomó mi mano. 

  — Debe pasar la noche, así sabrán si vive. —Soltó.  Él estaba vivo,  de una forma extraña, me sentí aliviada. 

  — Déjame buscar mis cosas antes... —Dijo, y dio unos pasos. Toqué su hombro.

—  No quiero ir, Jaebum. Si algo sale mal, nos lo harán saber. ¿No es así? Yo no... —Me adelanté.

  — Oye no... No hagas esto. Él aún te importa, ¿por qué sigues fingiendo? ¿crees que no lo he notado?

No dije nada. No encontraba las palabras para explicar lo que estaba sintiendo, así que él caminó hacia su cuarto. Unos minutos más tarde y con las ideas más claras, golpeé su puerta.

 — Sé que no es un buen momento para reclamos, pero tú... pasaste una noche con él y luego no me hablaste por tres días. Jinyoung se pondrá bien, pero, ¿qué pasará con nosotros? —Jaebum frotó su frente y se sentó en la cama.

  —  Ha sido difícil. Esperaba que lo fuese, pero no así. Sólo quería que pudiéramos continuar. — Dije, despacio. Jaebum sonrió irónico.

— Claro que ha sido difícil. Por eso no queríamos que fueras, ¿quieres volver con él? ¿por eso estuviste tres días así? Si no sabes cómo decírmelo, sólo dame la maldita razón, y te dejaré.

— No lo entiendes —Susurré. Aún así, él me oyó.

— De acuerdo, es suficiente. No puedo seguir competiendo con él, yo no... No puedo. 

Jaebum caminó junto a mí. ¿Tenía caso seguir engañándome a mí misma? Nada estaba bien, y ese alivio, también era una maldita mentira. Estaba aterrada y pasé tres días intentando olvidar, o recordar lo que había sucedido en la casa de Jinyoung.

Apreté mis ojos. Estaba obligándome a recordar, pero mis pensamientos se desviaban como la primera vez que intenté hacerlo. No estaba preparada, pero debía traer imágenes claras a mi cabeza antes que Jaebum me dejara sola. 

Me dejé caer en el suelo, deslizando mi espalda con la pared. Jaebum se inclinó, tocó mi hombro. 

  — ______, oye, ¿por qué estás temblando? ¿tienes fiebre? —Jaebum se oyó exasperado. Tomó mi brazo e hizo que me pusiera de pie. Sujetó mi rostro con ambas manos y mantuve mi mirada firme en sus ojos. — ¿Necesitas un doctor? ¿Por qué no me has dicho que te sentías mal? —Negué lentamente con la cabeza. Tenía que hacerlo.

  — Yo...  tenía miedo, y estaba avergonzada. Tomé una terrible decisión en ir a verlo, Jaebum. 

El inquilino arrugó su frente. Pero esta vez, a diferencia de las tantas veces que ponía esa expresión, se veía triste. 

— ¿Qué sucedió, cariño? —Preguntó. Tuve la impresión que la pregunta sería más larga. Su voz podría quebrarse si decía algo más.

— Él dijo que se sentía mal por hacerme llorar... ¿Sabes? —Reí nerviosa- Siempre creí que lo fastidiaba. Sólo continuó diciendo cuánto lamentaba haber sido un imbécil en tantas ocasiones, pero eso ya no se sintió como la primer confesión. Eran puras mentiras.  

— Le creíste en ese momento, ¿no es así?

— Sí. Acepté un café y me senté junto a él esperando a que renunciara a todo lo que tenía planeado. —Me encogí en hombros- Pero en cuanto decidí irme, me abrazó. Entonces... Supe que algo estaba mal. 

Jaebum se alejó de mí llevándose ambas manos al rostro.

  —  Yo... lo empujé y salí de la casa, pero volvió a sujetarme de las muñecas y me besó.

Yo quise el fin, y había más  (Jaebum y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora