-Pues a mí me parece encantadora- dijo.
-Estoy de acuerdo con usted- dijo Dietmar, que, a continuación, miró hacia a señora de las pastas-. Además, ha sido estrella de cine, y apuesto a que usted no lo ha sido nunca.
Antes de que la señora de las pastas tuviera tiempo de expresar su opinión acerca de las estrellas de cine, la señora Ruggles se dirigio a Dietmar, sorprendida.
-¿Estrella de cine? ¿Quién ha dicho eso?
-Ella.
La señora Ruggles chasqueó los labios y movió la cabeza.
-¿Estrella de cine? ¡Si sólo tuvo un pequepo papel en una película!
-¡Pues eso ya es algo!- Dietmar se levantó y arrojó su cartón de bingo-. ¿Por qué está todo el mundo tan nervioso esta noche? ¿Es que hay luna llena?
-Yo me explicaré la causa de todo- dijo el hombre del maletín-. Es ese borracho.... Saks. No es una buena persona.
-¿Cómo sabe usted su nombre?- preguntó Tom.
La pregunta pareció desconcertar al hombre.
-¿Cómo? Leí un artículo en el periódico, en las notas de sociedad. Decía que el señor y la señora Saks se iban de vacaciones a Vancúver
-A Victoria- dijo Tom, mirádole fijamente a la cara.
-Bueno, está bien, me equivoqué.
Dermot hizo girar vigorosamente el bombo.
-¡Señoras y señores! ¿Podemos seguir? Tengo unos premios maravillosos para repartir, como formidable fin de semana para dos personas en la playa.
El hombre bajo y gordo se levantó.
-¡Ya estoy harto de esto!- dijo, dejando boca abajo su cartón y abandonando el vagón.
-¡Tiene gracia!- la señora Ruggles paseó la mirada sobre los otros pasajeros-. No sé a ustedes, pero a mí, toda esta tensión me destroza los nervios.
-Lo siento señora- dijo Dermot, sonriendo después-. ¡Bueno, vamos a divertirnos!
El juego prosiguió sin más interrupciones, y Tom se alegró cuando la señora Ruggles, nerviosísima, levantó su cartón y cantó: ¡Bingo! Recibió como premio una novela e insistió para que Dermot aceptara dos bombones. Luego, se levantó
-Hay que retirarse cuando uno gana- dijo, cogiendo el bastón-. Buenas noches a todos.
La señora Ruggles se alejó tambaleándose, aumentada su dificultad para anda por el balanceo del tren. Dermot aguardó cortésmente a que se marchara y luego anuncio otra partida.
Tom se cambió al asiento que había ocupado la señora Ruggles y miró al hombre misterioso.
-¿Qué lleva usted en ese maletín?- preguntó.
El hombre se volvió hacia Tom, pareció dudar y luego respondió:
-Aunque no lo crea, en este maletín sólo hay papeles.
El hombre permaneció serio, muy seco. Tom no se creyó aquella historia.
Observó el maletín y la cadena que unía las esposas.
-Deben ser papeles muy valiosos.
-Pueden vale un millón de dólares.
Tom movió la cabeza fingiendo sentirse impresionado. Sabía que aquel hombre mentía, pero no se le ocurrió ninguna otra pregunta que le permitiera descubrir la verdad.
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Asesinato En El Canadian Express
Teen FictionTom usten, un muchacho canadiense que acaba de terminar el curso escolar, viaja en este ferrocaril, el de mayor recorrido del mundo sale diariamente de montreal y emplea tres dias en llegar a su destino, vancuver