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Cuando se hubo ido, Tom miró abajo, valle, donde se divisaban unos coches pequeñitos circulando por una autopista. Luego, todo se volvió oscuro.

Se encendieron las luces del vagón-restaurante y Tom comprendió que el tren había entrado en un túnel. Se acercó a la ventanilla y vio que las luces del tren producían destellos en las rocas dentadas de la pared del túnel. Pocos minutos después, la luz del sol dio de lleno sobre el rostro de Tom, molestándole en los ojos. Terminó su tostada, se levantó y se dirigió hacia su vagón.

Al llegar a él vio, a la puerta de un departamento, a un niño que llevaba una gorra de béisbol. El mozo viejo estaba haciendo las camas. El niño se volvió hacia Tom y sacó una pistola de agua.

- ¡Alto! - gritó.

Sonriendo, Tom levantó los brazos. El chico disparó, mojando la camisa de Tom, y luego se dio media vuelta y se fue corriendo.

El mozo se echó a reír.

-Ese chico lleva una hora dándole la lata. Le cortaría las manos...

Tom sonrió cortésmente, recordando con desagrado el cuchillo que se había utilizado contra Catherine Saks.

- ¿Hay alguna noticia más del asesinato? - preguntó.

- No, ninguna- dijo el mozo, con aquel silbido especial debido al hueco que tenía en los dientes superiores-. Me figuro que ese tipo pasará el resto de su vida en prisión.

Tom miró hacia el pasillo y vio al chico que se acercaba cautelosamente hacia él, con la pistola. Descubierto, el chico disparó rápidamente y retrocedió. Secándose el agua de la cara, Tom se preguntó cómo podía alguien parecer tan inocente y ser, en realidad, un incordio tan grande.

Una vez que terminó su trabajo en el departamento, el mozo encendió un cigarrillo.

-Anoche, mientras declaraba, estaba muy nervioso- dijo.

- ¿Por qué?

- Hombre, se supone que por la noche yo debería estar sentado en un asiento que hay en el pasillo, por si alguien dese alguna cosa. Si anoche yo hubiera estado en mi sitio habría escuchado la pelea y hubiera podido evitar el asesinato.

- ¿Dónde estaba usted?

-Echando un sueño en el departamento E. El mozo aspiró de su cigarrillo y luego movió la cabeza-. Si el revisor lo averigua, me la gano.

- Bueno, yo no se lo voy a decir- dijo Tom. Ya se iba a marchar, cuando se volvió con curiosidad-. Me figuro que sería horrible el aspecto del departamento de aquella mujer, ¿no?

- Figúrese; había sangre por todas partes. Y vómitos sobre el cuerpo.

- ¿Vómitos? – preguntó Tom, sorprendido-. Creía que la habían matado a puñaladas.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora