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El señor Faith se sentó junto al mostrador, colocando el maletín en su regazo. Tom se sentó en un taburete. Su acompañante tomó una servilleta de papel y limpió con cuidado el mostrador.

- ¿Ponemos lago de música? –dijo Tom, señalando un tocadiscos situado en un rincón del café.

-Rock and roll –murmuró el señor Faith. Luego se dirigió a la camarera -: ¿Dónde está el servicio, por favor?

-Por allí –dijo la mujer, señalando una puerta.

El señor Faith se puso de pie y desapareció tras la puerta. Tom vio, por un instante, una cocina y un hombre con gorro de cocinero, inclinado sobre el horno. Se cerró la puerta. Tom dio media vuelta en el taburete y se acercó a ver los títulos de los discos.

-Aquí tiene su refresco- le llamó la camarera -. Tómeselo rápido, porque el tren va a salir enseguida.

-Gracias –dijo Tom, sonriéndole. Su refresco aguardaba en un vaso alto, sobre el mostrador, junto a la taza de café. Pero no había ni rastro del señor Faith.

Tom se sentó, mirando nerviosamente hacia la puerta de la cocina. El señor Faith no tendría tiempo de tomarse el café si no se apresuraba. Tomó una pajita, que introdujo en el vaso, y se entretuvo moviendo con ella los cubitos de hielo, mientras se preguntaba por qué tardaría tanto aquel hombre.

-Bébasela –dijo la camarera -, dese prisa.

¿dónde estaría el señor Faith? Había pasado ya casi los quince minutos y aún tenían que regresar a la estación. Tom se inclinó para tomarse el refresco, pero estaba demasiado nervioso pensando en el tren.

Apartó el vaso y se puso de pie.

-ahora vuelvo –le dijo a la mujer.

Esta señalo hacia la bebida y comenzó a decir algo, pero To había cruzado ya la puerta que daba a la cocina. Una sartén se calentaba encima del fuego, llegaba música de un transistor y el cocinero estaba fregando una enorme cacerola en un fregadero lleno de agua sucia.

- ¿Dónde está el servicio? –preguntó Tom al cocinero.

Sacó éste una mano chorreando agua y señaló hacia una puerta. El camino hacia el servicio estaba atestado de trapos de limpieza, escoba y cajas. Tom lo recorrió lo más rápidamente que pudo y llamó a la puerta.

-¡Señor Faith! Hemos de darnos prisa. El tren está a punto de salir.

No obtuvo ninguna respuesta, por lo que Tom llamó de nuevo, esta vez más fuerte. Los segundos pasaban mientras Tom esperaba, hasta que no pudo aguantar más. Agarró el pomo y abrió la puerta. El servicio estaba vacío.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora