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-Pues bien, sabueso, ahora ya tienes en tus manos un rompecabezas de verdad.
Tom miró despectivamente a Dietmar. El tipo más sarcástico del colegio Queenston estaba allí, compartiendo con él el viaje en tren. Menos mal que se había topado con un buen caso para resolver.
-¿Sabes lo que pienso? -murmuró Tom.
-¿Qué?
-Que ese tipo es un ladrón de joyas.
Dietmar se echó hacia adelante para observar al hombre.
-Creo que estás en lo cierto. Su aspecto es exactamente igual al de un ladrón que vi en una serie de misterio de la televisión.
-En ese maletín lleva sus herremientas.
Una llave maestra para abrir las puertas de los dormitorios y un soplete para abrir cajas fuertes. Se ha atado con unas esposas rl maletín a su muñeca para que nadie pueda abrirlo accidentalmente y darse cuenta de que es un ladrón.
-¿Qué vas a hacer?
-Vigilarle. Puede que esté tramando robar durante el viaje a algunas personas con dinero.
Un altavoz situado en la parte frontal del vagón-mirador había estado emitiendo música suave. Se paró de repente y se oyó la voz de un hombre.
-Buenas noches, señoras y caballeros. El Canadian Express esta a punto de salir. Esperamos que disfruten del viaje.
Más música de nuevo, y enseguida una leve sacudida al ponerse el tren en marcha.
-Mira- dijo Tom, señalando hacia una de las ventanas del mirador-. Se puede ver todo el tren.
Los dos se pusieron de pie para disfrutar de aquella vista. Se veía desde el último de los vagones de acero inoxidable hasta la locomotora, que arrojaba bocadas de humo, mientras comenzaba a arrastrar el tremendo peso del tren. El Canadian Express empezó a rodar lenta, muy lentamente, y enseguida aumentó la velocidad.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora