4*

1.6K 22 2
                                    

-¿Mi amigo?
- Si, el muchacho que viaja con usted- y señalo bajo el asiento de Tom-: Ahí esta su maleta, debajo de su asiento.
-¡Oh no!- murmuró Tom para sí, sin atreverse a mirar. Se agachó y se estremeció cuando leyó la etiqueta: 《 Dietmar Oban》.
Cuando se incorporó Tom, la mujer parecía estar muy alegre.
-¡Qué muchacho más simpático!-dijo-.
Un poco delgado, pero mis pastas de chocolate le vendrán bien.
¡Que mala suerte, atrapado allí con Dietmar Oban! Una magnífico viaje echando a perder. Pero, en fin, podría iniciarlo rompiéndole la cara a Dietmar por la broma de la bomba. Tom se volvió hacia la mujer:
-¿Por dónde se fue esa rata asquerosa?- le preguntó
La mujer frunció el ceño y cerró con fuerza la tapa de la caja de pastas, antes de responder fríamente:
-Hacia el mirador
-Gracias.
Tom no sabía dónde estaba el mirador, pero no juzgó conveniente preguntárselo a la mujer. Vio una puerta en el otro extramo del vagón, salió por ella, cruzó una plataforma estrecha y abrió una segunda puerta. En aquel vagón había gente tomando café en unas mesas pequeñas; al fondo se veía un tramo de escaleras alfombradas, que se perdía en la oscuridad.
¿Estaría arriba el mirador?
Tom subió con precaución, temeroso de lo que pudiera depararle la oscuridad, pero se tranquilizó cuando vio dos filas de asientos, situadas frente a unos grandes ventanales curvados. A través de aquellos ventanales vio las luces de la estación y, encima, la oscuridad de la noche. ¡Precioso!
Vio algo más: Dietmar Oban estaba sentado en uno de los asientos. Se acercó de puntillas, se sentó en la butaca contigua a la de Dietmar y le agarró por el brazo.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora