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DENTRO del paquete, algo hacía tic-tac.
Una bomba. Sí, Tom estaba seguro de que se trataba de una bomba. Observó el envoltorio de papel en el que no habia nada escrito, y acercó su cabeza.
Tic-tac, tic-tac.
Asustado, Tom dirigió su vista a la abarrotada estación de ferrocarril.¿Qué hacer? Si gritaba 《¡una bomba!》, podia cundir el pánico y la gente saldría corriendo hacia las puertas, donde las mujeres y los niños morirían pisoteados y aplastados.
Tom obsevó de nuevo el paquete que había aparecido misteriosamente junto a su maleta, unos minutos antes, cuando fue al servicio. Su aspecto era inofensivo, pero aquel tic-tac indicaba que podria ser mortal.
Tom vio un hombre, con uniforme de revisor, que cruzaba la estacion.
Corrió hacia él, abriendose paso entre la gente que aguardaba para subir al tren, y le sujetó por el brazo.
¡Por favor, señor-Dijo jadeando, venga enseguida!
El hombre miró a Tom con unos grandes ojos azules, aumentados por el grosor de las gafas.
¿Qué? - dijo, llevandose una mano al oido.
¡Que me ayude!-- dijo Tom, temeroso de gritar que se trataba de una bomba.
El hombre movio la cabeza.
No te oigo, hijo. La estación es demasiado ruidosa
El revisor pareció perder todo interés por Tom y se puso a escribir en una libreta de notas. Durante un segundo, Tom pensó marcharse y ponerse a salvo, pero, de repente, le arrebató la libreta y salió corriendo.
¡Eh! ¡Tu! ¡Diablos!- grito el hombre.
Muchas caras se volvieron al verlos pasar como una flecha. Tom con su pelo rojo, y el revisor tras él. Aquel hombre era buen corredor, y casi había dado alcance a Tom cuando éste llegó junto a su maleta.
El paquete había desaparecido.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora