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Los dos hombres pasaron por detrás de la gente y se dirigieron al coche de la policía. Deseoso de ver por última vez a Richard Saks, Tom se dirigió corriendo hacia el coche y llegó a él cuando el policía abría la portezuela.

-Buena suerte- le dijo a Richard Saks.

El pobre hombre pareció reconocer con dificultad a Tom, pero esbozó una pequeña sonrisa antes de dejarse caer con gesto cansado en el asiento del coche. Entró luego el policía, puso en marcha el motor y arrancó rápidamente, levantando las ruedas una nube de polvo en el aire templado de la noche. Tom se dio la vuelta y regresó despacio al tren, sin poder olvidar la tristeza que reflejaban los ojos de Richard Saks.

A LA MAÑANA siguiente el sol brillaba con fuerza. Tom se despertó, poco a poco, recordando el asesinato con una enorme angustia en el corazón. ¡Pobre Richard Saks!

Abrió los ojos y echó un vistazo por la ventanilla. Una inmensa y maciza montaña se elevaba hacia el cielo. Se sentó, preguntándose qué habría sido de la llanura, cuando cayó en la cuenta de que el tren estaba atravesando las Montañas Rocosas.

La montaña que tenía ante sí era una enorme mole pétrea, cuya cima se elevaba hacia las nubes. A sus laderas se aferraban verdes bosques, que se extendían por el valle que el Canadian express cruzaba.

Tom se vistió, disfrutando al mismo tiempo de la vista. En tren subió con esfuerzo una pendiente empinada, y luego siguió con precaución por un estrecho pasadizo labrado en la pared de la montaña. Mirando abajo hacia el valle, vio un lago de color verde esmeralda, tan solo alterado por la estela que dejaba tras de sí una canoa roja.

Tom no quería perderse aquella vista ni siquiera un minuto, pero estaba terriblemente hambriento. Descorrió las cortinas y dudó si despertar a Dietmar; al final decidió ir solo al vagón-restaurante.

Pocos pasajeros estaban levantados tan temprano. Uno de ellos era la señora Ruggles; llevaba un vestido negro con mangas acampanadas y un chal. Sonriendo, invitó a Tom a su mesa.

-Buenos días- dijo el muchacho, sentándose.

- ¿Verdad que es maravilloso? - dijo la señora Ruggles señalando el espeso bosque que se extendía allí abajo, en el valle.


Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora