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El mozo se dirigió hacia el departamento C. Mientras abría, Tom se estremeció, impresionado por lo que vería dentro. Pero el mozo había trabajado duro para limpiar el departamento y el sol entraba alegremente a través de la ventanilla.

-No hay nada que ver- dijo Dietmar decepcionado.

Tom abrió la puerta del servicio y miró dentro. Nada. Husmeó en el pequeño armario que había sobre el lavabo, pero el empleado había realizado su trabajo a consciencia. Desanimado, recorrió con la vista la moqueta del suelo y se dirigió hacia la ventanilla para ver si había huellas dactilares.

-Tengo que regresar a mi trabajo- dijo el mozo.

- Esta bien-dijo Tom, decepcionado. Se apartó de la ventanilla y vio un pequeño cenicero adosado a la pared. Dentro había una colilla.

-Aquí hay algo que usted ha dejado- dijo Tom.

- ¿Qué? - El mozo se acercó a Tom y se echó a reír-. ¡Una colilla! Amigo, me alegro de que no seas el presidente del ferrocarril, porque en caso contrario estaría perdido. En fin, voy a quitarla.

- No, déjeme a mí –dijo Tom, cogiendo rápidamente la colilla. La guardó en un bolsillo y sonrió al mozo-. ¡Bueno, muchas gracias, amigo!

- Hasta luego- dijo el mozo.

La señora de las pastas les miró sospechosamente cuando regresaron a sus asientos, por lo que Tom condujo a Dietmar hasta el servicio. Cerró la puerta, abrió los grifos y sacó la colilla del bolsillo.

-Esto puede ser una pista- dijo lleno de esperanza.

- No- replicó Dietmar-. Eso es una colilla...

Tom examinó cuidadosamente la colilla, intentando leer la marca.

-Creo que pone Players – dijo-, pero esta mancha de lápiz de labios tapa el nombre.

- ¿Qué marca fumaba Catherine Saks durante el desayuno?

- No lo sé- dijo Tom. avergonzado de su poca habilidad como detective. Siempre había leído que tenía que ser buen observador, pero esta vez había fallado. Se concentró en sus recuerdos de la mesa del desayuno, pero todo lo que hubiera podido decir era lo elegante que resultaba Catherine Saks fumando con su boquilla-. En fin – suspiró-, quizá no tenga importancia.

Regresó con Dietmar a su asiento y sacó la maleta, de donde extrajo uno de los sobres que le había dado su madre para que escribiera a su casa. Introdujo en él la colilla y luego escribió en el sobre la fecha, la hora y sus iniciales. Lo guardó en el bolsillo y sacó su cuaderno de notas.

-Vuelta a empezar- dijo tristemente.

-Ya te lo dije- dijo Dietmar, poniendo los pies sobre el asiento de Tom-. La mató el cocinero.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora