La mujer volvió a su marido:
- ¡Imagínate! -dijo-. ¡Pensar que mis pastas podían matar a alguien!
Aquello produjo una carcajada de los demás pasajeros, e incluso el rostro decaído de la señora de las pastas sonrió cuando se dio cuenta de lo ridículo que había sido su comentario. Algunas personas se levantaron para irse y otras se acercaron a estrechar la mano de Tom.
Entre ellas estaba el chico de la gorra de béisbol
- ¡Enhorabuena, señor! -dijo, extendiendo la mano.
Vio la pistola de agua demasiado tarde. El chico disparó un chorro de agua a la cara de Tom y se alejó corriendo, pero esta vez Tom reaccionó rápidamente y le atrapó por el cuello.
- ¡Ven aquí! -dijo al chico, que forcejeaba por soltarse, arrastrándolo al pasillo vacío. Cuando regresó, Tom venía sonriente, y el chico no parecía haber sufrido ningún daño.
Los pasajeros daban palmaditas a Tom en la espalda, felicitándole, y entonces divisó al señor Faith, que se marchaba.
- ¡Señor Faith! -dijo, abriéndose paso entre los pasajeros-. ¡Espere un minuto!
- ¿Qué desea? -preguntó el hombre, deteniéndose en la puerta.
- ¿Quiere hacer el favor de abrir el maletín y enseñarme lo que lleva dentro?
-No puedo hacerlo -dijo el hombre.
Pero se habían acercado otras personas y una mujer dijo que debía abrirlo, como premio para Tom. El señor Faith accedió de mala gana; marcó primero la combinación del candado y luego giró el disco.
-Me muero por ver lo que hay -dijo Tom inclinándose sobre el maletín-. Apuesto a que está lleno de diamantes y rubíes.
Pero se equivocaba, porque todo lo que pudo ver dentro fue un montón de papeles. Desilusionado, levantó la vista hacia el señor Faith.
-Estaba seguro de que no me iba a creer -dijo el señor Faith-. ¡Nadie me cree!
-No lo entiendo.
-Yo soy escritor. Este es mi último manuscrito, y se lo llevo a un editor de Vancouver.
-Pero, ¿cómo puede valer un millón de dólares?
-Arthur Hailey ganó un millón de dólares con su libro Aeropuerto. Con un poco de suerte, yo puedo ganar lo mismo con éste.
- ¿Cómo se titula?
- ¡Oh, no! ¡No puedo decírselo! -El señor Faith cerró la tapa del maletín-. Nadie puede saber el título.
- ¿Por qué lleva el maletín sujeto a la muñera? -preguntó Tom, señalando las esposas.
-Los primeros manuscritos de Hemingway fueron robados en una estación de ferrocarril -dijo el señor Faith-. A mí nunca se me sucederá eso.
- ¡Caramba! -dijo Tom-. No había conocido antes a ningún escritor. Estaré pendiente de la publicación de su libro.
El señor Faith parecía encantado.
-Ya me han publicado varios, con los seudónimos de William Hope y Robert Charity. ¿Por qué no compra ésos, además?
-Apuesto s que usted ha usado también otro seudónimo -dijo Tom, chasqueando los dedos.
- ¿Cuál?
-Franklin W. Dixon.
-No lo he oído nunca.
-Me extraña que no lo haya oído -dijo Tom, sorprendido-, porque es el mejor. Escribe las historias de los hermanos Hardy.
- ¿De qué tratan?
Tom miró al señor Faith, asombrado de su ignorancia
-De dos hermanos que son detectives. Sus libros están en todas partes.
- ¿Sí? -el señor Faith parecía interesado y se quedó mirando atentamente a Tom-. Usted también es un detective. Quizá escriba algún libro sobre usted y gane un millón de dólares.
-Eso sería estupendo -respondió Tom, sonriendo.
-Aunque, pensándolo bien, no creo que se vendiera mucho -dijo el señor Faith-. Olvídelo.
Tom se sintió defraudado, aunque no lo dio a entender. Estaba a punto de irse cuando un hombre pelirrojo y con barba le habló desde un rincón.
-Yo escribiré acerca de usted, y será un personaje famoso -dijo.
Tomo el mundo se rio, incluso Tom.
-Una última cosa -dijo al señor Faith-. ¿Por qué me dejó solo en aquella ciudad? Casi pierdo el tren.
-Acabé harto de sus preguntas. Además, los trenes son como las novias. Si pierdes una, pronto encuentras otra.
El señor Faith cogió su maletín y abandonó el vagón restaurante. Los otros pasajeros también comenzaron a marcharse. Y Tom vio a Dietmar junto a una mesa, sirviéndose unos trozos de tarta en un plato.
- ¿Aún estás hambriento? -le dijo, acercándose a él-. ¿Quieres un chicle?
Dietmar asintió.
- ¿Sabes una cosa? -dijo Tom, ofreciéndole el paquete de chicle-. Aún no he olvidado aquella broma que me gastaste con la bomba.
- ¡Pobre Tom! -dijo Dietmar riéndose. Y sacó del paquete una pastilla de chicle....
Ha llegado el final de esta increíble historia. Pasen a ver mi otro relato ya terminado "pasos en la habitación de al lado" una novela de suspenso y misterio.
Sinopsis:
"-Lo sentencio a usted, Brais Hernández, por homicidio simple cometido contra Elizabeth Garza. Es condenado a cumplir 5 años de cárcel sin acceso a visitas y en constante observación."
Pasos en la habitación de al lado, historia sobre dos jóvenes que se enamoran, pero uno de ellos en un día como cualquier otro, se encuentra en el lugar y momento equivocado.
Brais debe averiguar quién fue el autor del asesinato de Lis y por qué para poder probar su inocencia.
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Asesinato En El Canadian Express
Teen FictionTom usten, un muchacho canadiense que acaba de terminar el curso escolar, viaja en este ferrocaril, el de mayor recorrido del mundo sale diariamente de montreal y emplea tres dias en llegar a su destino, vancuver