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- Me llamo Tom Austen- dijo-, y éste es Dietmar Oban.
-Encantada- la mujer bostezó y abrió su bolso, de donde sacó una pitillera de oro y una boquilla. Colocó en ella un cigarrillo y se llevó la larga y elegante boquilla a los labios.
-¿Qué vas a tomar, princesa?- preguntó Richard Sacks a su mujer.
-Café.
Tom sonrió para sí, encantado de haber pedido también café. Cuando la mujer se volvió para mirar la ventanilla, pudo observar los diamantes refulgentes que llevaba en los dedos, el collar de perlas sobre el jersey negro, y el maquillaje alrededor de sus ojos maravillosos
-¿Sabe usted si esas perlas son autenticas?- preguntó.
Catherine le miró asombrada.
-¿Qué?
- Yo sé un método para distinguir si las perlas son verdaderas: se frotan contra los dientes. Si son falsas, resbalan, pero si son finas, raspan.- Tom se detuvo, sintiéndose un estúpido bajo la mirada de aquellos ojos azules; luego aclaró-: Lo he leído en una novela policiaca.
-¿Crees que yo iba a llevar perlas falsas?- preguntó Catherine Saks, acariciando las perlas con sus uñas puntiagudas.
-No. Yo...
- Olvídalo, cabeza de chorlito- dijo Dietmar-. Es que se cree un gran detective, como los Hardy.
-Yo leí todos sus libros cuando era joven- dijo Richard Saks-. Son estupendos.
Tom sonrió agradecido. Llegó un camarero con cereal, y Tom vertió sobre él un poco de leche de una jarrita plateada. Tenía una hambre atroz.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora