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-No.

- ¡Eres un inculto! – dijo Tom moviendo la cabeza-. Bien, en sus novelas policíacas hay que buscar siempre si hay algún motivo para un chantaje. Cuando me acordé de eso, mi caso estaba resuelto.

- Sigo sin verlo claro.

- Yo creo que Catherine Saks hizo algo malo en Hollywood. Ese hombre se enteró de ello y tiene todos los detalles en los papeles que lleva en el maletín. Por eso no lo aleja nunca de su vista. Amenazó con revelar todo, por lo que Richard Saks pagó el chantaje, pero el hombre debió seguir pidiendo más y más dinero, hasta que Richard Saks le amenazó con ir a la policía.

- Hasta ahora, de acuerdo.

- La noche en que estuvimos jugando al bingo, ese hombre siguió a Catherine Saks hasta su departamento y la envenenó. Luego, la apuñaló para hacer creer que Richard Saks era el asesino. De esta forma nadie creería a Saks si decía que le estaban chantajeando.

- Bueno – dijo Dietmar -, resulta un poco complicado, pero todo parece encajar. ¿Vas a decírselo al revisor?

- Sí, pero primero quiero conseguir algunas pruebas. Voy a ver a ese hombre y hacerle unas cuantas preguntas; luego intentaré echar un vistazo a lo que lleva en el maletín. Si pudiera ver esos papeles, causantes del chantaje, podría considerar cerrado el caso.

Dietmar tragó saliva, nervioso.

-Será mejor que tengas cuidado – dijo-. Si sospecha algo, te matará a ti también.

Tom sonrió, haciéndose el valiente.

-No te preocupes. No tomaré nada que esté envenenado.

La puerta del servicio chirrió al abrirla Tom. Anteriormente no había notado el chirrido, pero ahora sus nervios estaban en tensión. Miró adelante y atrás por el pasillo y se dirigió presuroso a su asiento, con el corazón latiéndole con fuerza. Una cosa era leer las historias de los hermanos Hardy, y otra muy distinta estar de verdad tras la pista de un asesino.

- ¿Cuál va a ser el próximo paso?

- Voy a buscar a ese hombre – respondió Tom-. Deséame suerte.

- De acuerdo, pero ten cuidado.

Tom se guardó el cuaderno de notas en el bolsillo y se dirigió hacia el pasillo de los departamentos. Al fondo, el mozo estaba sentado en un asiento abatible, mirando un cigarrillo que tenía entre los dedos. Sonrió al ver a Tom.

- ¡Hola, Drácula! – dijo-. ¿Vas al bar por una botella de sangre?

Tom sonrió.

-Quizá más tarde. Ahora voy a ver al señor del departamento A.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora