014 | #PERSEGUIDA

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Cuando puedo abrir los ojos, el mundo es una cosa demasiado extraña para mí. Desde que vivo sola, no había despertado nunca en una cama que no fuese la mía. Menos aún en la de un hospital.

Miro mi cuerpo en la camilla de la sala de Urgencias y mi brazo conectado a un suero proteico. No puede ser cierto. Nunca me había desmayado antes, ni siquiera sabía lo que se sentía. Últimamente andaba un poco muerta en vida pero esta vez es como si hubiese rozado la muerte en un instante y escupida nuevamente al tiempo y espacio presente. ¿Cuánto pasó exactamente?

Mis ojos se aclaran y distingo la figura un poco borrosa de alguien a mi lado. Luego va tomando forma hasta que lo distingo.

—Serge—murmuro—. ¿Qué haces aquí?

Él me dedica una sonrisa y sus hoyuelos se marcan. Tiene puesta una camisa de vestir, pantalones color marrón y zapatos.

—Hey—dice él—. Despertaste pronto.

—¿Cuánto llevo aquí?

—No mucho—mira la pantalla de su móvil—. Una media hora. Cuando llegué, llevabas veinte minutos.

—Deberías estar haciendo tus cosas, no tienes que preocuparte.

—Oh, descuida. Sólo estoy reemplazando a tu amiga. No se separó de ti hasta la que la obligaron a retomar sus tareas—se acerca un poco a mi oído y me dice un secreto hasta que puedo oler su aliento a pastillas de menta frutada—. Al parecer las cosas están un poco áridas en el Programa de Residencias de Medicina.

Lo miro con evidente preocupación.

Un millar de recuerdos se cruzan por mi cabeza y me hundo en mi propia preocupación. ¿Cuándo fue la última vez que fui el centro de atención? En la escuela me pelee varias veces con chicas y le arranqué los cabellos a muchas de ellas, alguna vez le contesté una palabrota a un profesor pero nunca me había pasado de discutir hasta el hartazgo con una autoridad, mucho menos con un jefe, ni siquiera donde estuve de camarera donde ¡no me faltaban los motivos para escupirles en la cara a esos imbéciles!

—Creo que me tendré que ir despidiendo de estas prácticas—le digo. Él me mira con el entrecejo fruncido. No debe saberlo ya que pertenece a otro programa.

—Discutiste con Jefferson, creo que tarde o temprano alguien iba a terminar haciéndolo. A un residente, me refiero ya que seguido discute con sus pacientes o con el Jefe del Departamento de Neurología con quien no lleva muy buena relación. En verdad, creo que Jefferson no tiene una relación idónea con nadie.

Me limito a no seguir hablando mal de él. Sé que el desmayo no lo produjo mi intenso enojo hacia Jefferson sino que últimamente estaba demasiado débil. Comía apenas en el hospital puesto que en casa rara vez tenía para desayunar o hacerme una comida decente. Ahora que podré ahorrar el sueldo de los próximos meses ya que no hay alquiler que pagar, quizá tenga la oportunidad de llenar el refrigerador que muy seguido permanece vacío. Alguna vez pensé en venderlo pero comería menos de una semana con el dinero, apenas funciona el viejo cacharro.

—Pero yo lo hice y no debería—suspiro llevándome mi brazo no conectado, a mi cabeza adolorida—. Estoy en problemas graves.

—Descuida, tienes que mejorarte. Dudo que las cosas salgan tan mal para ti.

—¿A qué te refieres?

—Muchos vieron lo que ocurrió y bueno...ya sabes. En este hospital, Jefferson tiene varios enemigos.

Una sombra se cruza por mi mirada al escucharle hablar. "Muchos vieron lo que ocurrió". Y el recuerdo del beso me deja petrificada. Es en parte placentero, cálido pero le gana mi horror al hacerme una idea de las terribles consecuencias que eso podría implicar.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora